LA
PLAYA VERDE
Olas
a menudo gigantes se abaten sobre la tierra, no lanzan espuma cuando el viento
riza sus crestas, las hace avanzar y caen sobre sus límites, nunca más haya.
Esas playas son una bendición, fruto de la naturaleza combinada por el esfuerzo
de Facundo y sus dos hijos, que se pasan el año entero trabajando, para que
haya una buena cosecha si es que la naturaleza permite que así sea. Este año
las lluvias fueron las apropiadas, las espigas están que revientan de grano
dorado, las chicharras no cesan de augurar que estas vacaciones van a ser
buenas para ellos.
Mientras
media nación se convida a bañarse en las costas, ellos tres se regalan el
trabajo de recoger la cosecha, “A ver si hay suerte este año y nos pagan bien
el trigo, ¡porque lo que pagaron el año pasado por fanega…” -44 kilos- si es de
trigo de lo que se habla, de algarroba 60 kilos. Eso sí, que nadie le pida a
Facundo, que cambie su playa de espigas mecidas por el viento cálido del
verano, por ninguna otra cosa, esa playa de cuatro jornales de tierra son su
vida y la de sus dos hijos, Cástulo y Manrique, este último es sordo mudo, una
meningitis mal curada lo dejó a medio camino entre un hombre completo y un
animalillo, al que cuando trabaja, se le tienen que tirar piedrecillas en la
espalda, para que se dé cuenta, que no está sembrando bien, o que está torcida
la línea donde debe de plantarse determinada hortaliza.
A
diferencia de su hermano mayor Cástulo, Manrique siempre sonríe, cuando oye a
alguien contar un chiste se ríe también, lo que es oír no oye nada, pero le
basta ver que la gente es feliz cuando está junto a otros. Los vecinos del
pueblo después de ver lo que le pasó no se ríen de él, lo respetan, ¿quién
podría mofarse de un chico que además de ser un currante nato, saluda a todo el
mundo a su modo, y que ayuda a las mujeres mayores en todo aquello que
necesitan? Y a los hombres más ancianos del lugar, los venera como si fueran
grandes filósofos y maestros. En esta solitaria compañía que vive, él es feliz
a su modo, lo que le falta en algunas percepciones como el oído y el habla, lo
ha sabido llenar con bondad, con paciencia, con trabajo denodado.
Cástulo
es el dueño del establo, se quiere decir con eso, que es allí donde unas
cuantas muchachas jóvenes del pueblo, aislado y hasta cierto punto
desencantado, asisten a las funciones que el mayor de los hermanos les tiene
preparadas. Salen de allí besadas y amadas, sueñan con promesas que
posiblemente jamás se cumplan, al poco, más pronto que tarde, otra más llega
por una esquina del camino de las fuentes, para seguir el rastro de sexo fresco
que le espera en el rincón del pajar.
No
olvida jamás las atenciones que su padre necesita, aunque relativamente joven,
sabe, percibe que de los tres, es el más falto de cariño, de proximidad humana.
Desde que su esposa muriera, se juró a si mismo que jamás podría amar a ninguna
otra, que se comprometió con el matrimonio, hasta más allá de la muerte, jamás
siguió consejo alguno respecto a este asunto, para él estaba zanjado. Ama a su
esposa hasta lo imaginable, Manrique lo acompaña en el silencio de las tardes
calurosas, sentándose a su lado, tirando piedras al riachuelo cercano a casa,
con un brusco gesto se levanta de la banqueta junto a su padre, le indica desde
unos diez metros que le tire piedras para que compruebe su puntería.
Le
sirve de diana, sin mover los pies del suelo y con los brazos pegados al cuerpo
se balancea cada vez que ve llegar un guijarro lanzado por su padre, lo
esquiva, ladea la cabeza y con el gesto de cabeza y de los hombros le dice que
lo intente de nuevo, ve sonreír a su padre porque parece un tente tieso, no hay
modo de que piedra alguna lo alcance.
Se
juntan unos cuantos obreros que los ayudarán en las tareas de la recolección, y
la playa verde comienza a quedarse sin olas, pierde parte de la fiereza que a
menudo causaban sobre ellas el viento, esas tempestades típicas de los veranos.
Las olas de trigo son recogidas en haces, atadas convenientemente, se apilan
sobre los tractores que las llevarán a la cooperativa para ser automáticamente despeinadas
y cribadas.
La
playa, ha desaparecido, parece como si un gran tsunami hubiera pasado por esta
playa y lo hubiera destruido todo, al contrario de lo que sucede en la orilla
del mar, esta playa verde, está ansiosa de que esa cortas pajas que asoman de
la tierra se sequen un poco más, será entonces cuando abran en canal los
intestinos de la tierra cuando revelará que está dispuesta a recibir otra
siembra, ¿será la misma que la del año pasado y la del anterior…? Bien que
cambia de chica Cástulo, en más de un mes, en el pueblo, nunca se le ve con la
misma mujer, siempre cambia, siempre de forma conveniente, unas veces elige a
solteras, o lo eligen a él lo mismo da, otras casadas son las que lo visitan, y
si no pueden acudir al granero, es él quién de alguna forma queda con ellas en
determinado lugar, las viudas de buen ver lo mantuvieron ocupado por un buen
tiempo, ellas le enseñaron casi todo lo que sabe.
A
Manrique dentro de su casa, lo mantienen ocupado a golpe de vara de avellano,
Facundo hizo en su día una larga vara, para darle pequeños toques cuando está
cerca, solo es para llamarle la atención. Es como una varita mágica, le da en
el hombro o sobre la cabeza y él se vuelve para ver que se pide de él.
Como
los pescadores en el mar, solo que la vara que usan para él no lleva
cascabeles.
La
playa verde se llena ahora de cenizas, alguien le pegó fuego a la montaña de al
lado, todo el mundo ha acudido a la emergencia, sus casas corren peligro, sus
animales, todo cuanto poseen puede quedar arrasado por este demonio excitado
que cambia de dirección y amenaza con aniquilar cualquier vestigio de vida en
kilómetros a la redonda.
Después
de dos días el monte se ha calmado,
¿cuántas tormentas más deberemos soportar se pregunta Facundo? Dentro
de una semana meteremos mano a la tierra, hay que hacer que produzca de
nuevo, es imposible por mi parte, dejar de soñar con mi playa verde, por el
espectral aspecto que ahora las fuerzas de la naturaleza me quieren hacer de
otra manera. ¡A trabajar se ha dicho muchachos!
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