RUTA DE HIERRO
Miles de
caminos que por el mundo se funden con el paisaje, este es el modo en el que yo
viajo, mirando sin conducir, observando en cada parada del tren, como se
comporta la gente, no saco conclusiones porque tampoco sé cuáles son sus
costumbres. El tren es cómodo a pesar de los contratiempos que pueden surgir,
un descarrilamiento, llegar a parar en una vía muerta y estar esperando una
hora por el retraso que lleva el tren que nos ha de dejar despejado el camino
para continuar.
Si es que
esto pasa en una nación subdesarrollada, se entiende, lo extraño es, que
también sucede en París o en Roma. Sí, y cuando esto me sucede aquí, en la
moderna Europa, me da la risa y los demás me miran como si fuera un demente.
Una vez en
Indonesia, trataba de llegar a una ciudad a la que le tren te conducía, lo
preferí a los autobuses atestados de gente, que aunque más baratos, no tienen
tope de clientes, acabas estrujado como si de un limón se tratara. Me equivoqué
de todas, todas, el tren comenzó a llenarse al llegar a la estación desde donde
se supone que partía, pues bien, por el camino ya se habían subido hasta en el
techo del tren, como lo hicieron no lo sé. Solo sé que tuve que enseñar el
billete sin derecho a reclamar como era que aquellos hombres y algunos niños
también no habían pagado billete.
¿Sabe usted…?
me dijo un caballero europeo, estos que van arriba, no tienen derecho a
reclamar nada si les pasa algo, en cada viaje muere gente, prefieren exponerse
a riesgo de sus propias vidas, antes que pagar billete para desplazarse a sus
casas o trabajos.
Cosas
asombrosas que aprendes por ir recorriendo los caminos de hierro, el hombre me
habló de una hacienda que tenía detrás de un lago al que llegaríamos al cabo de
un par de horas. Si quiere llegarse
hasta allí le enseñaré cosas que jamás ha visto, se lo garantizo. Puede
quedarse allí a dormir si lo prefiere, tenemos lugar de sobras para diez
invitados si hace falta, le enseñaré un rincón en el que viven nativos de la
zona, va a quedar pasmado, viven como hace mil años atrás, se transportará en
el tiempo de forma inmediata ¿acepta?
Bien, si no le he de causar ningún contratiempo… ¡Por favor, que va! siempre viene bien que
algún europeo nos traiga noticias nuevas de cómo andan por allí las cosas, la
prensa por aquí es mala y poco específica respecto a las noticias de occidente.
No crea, yo pienso lo mismo y leo la
prensa diariamente, las noticias a menudo, no vale la pena tomarlas demasiado
en serio, al fin y al cabo siempre es lo mismo no se pierde demasiado con no
leer diariamente las noticias.
Cuando
llegaron a la estación, que coincidía con el final del trayecto, una calesa tirada
por un hermoso caballo bayo los estaba esperando con el fin de llevarlos hasta
la propiedad del señor Francis Binner, el viaje fue de lo más placentero hasta
que llegamos a unos precipicios que daban miedo, precisamente yo andaba montado
en el asiento que daba al vacío de aquel hermoso paraje, guacamayos, loros de
todas las especies, pasaban casi a ras nuestro volando hacia las alturas de los
árboles, que por el traqueteo y el empuje del caballo, no me dio tiempo a
distinguir. Llegamos a una gran explanada donde decenas de niños y algunas
mujeres semi desnudas nos recibieron.
¿Qué le ha parecido el viaje señor…
Excúseme no le he dicho mi nombre, Arthur. Muy bien Arthur, ahora que sabemos cómo
dirigirnos el uno al otro le presentaré a mi familia, dándose con la fusta de
cabalgar en la mano, una docena de niños y niñas, todos ellos con un aspecto
excelente, formaron delante de él, detrás cuatro mujeres todas ellas bastante
guapas y una europea que se adelantó hacia Francis, le dio un beso en los
labios, luego me la presentó, se llamaba Martina y era de origen francés aunque
se desenvolvía perfectamente en inglés.
Somos una
gran familia, nos ayudamos todos y a decir verdad, nos costó poco adaptarnos a
la forma de vivir de estas gentes, son estupendas personas, te ayudan siempre
que pueden, se quedan sin comer ellos si es necesario con tal de darte a ti
antes, incluso dejan de dar de comer a sus hijos con tal fin. ¿Asombroso
verdad? Si que lo es, bueno después de
haber recorrido tanto mundo, me dejas asombrado con estos detalles. Estas también son mujeres mías, estos de
aquí, señalando a los pequeños que había delante de él, son hijos míos, los
adoro, los más mayores han salido a cazar cerdos salvajes y monos, forma parte
de nuestra dieta junto a la mandioca. Te advierto que no pocos cogen
descomposiciones cuando comienzan a comer nuestra comida, los estómagos son
delicados y hasta que no se acostumbran… pasan unos días.
No pretendo
quedarme más que un par de días… Eso no
va a ser posible, cuenta con que tenemos todo un día de camino, para enseñarte
el lugar del que te hablé. Caramba que
caminata, esto debe ser al otro lado de la isla. No hombre no te preocupes, está en el mismo
centro de ella, ¡es un lugar fascinante!
Entonces, imagino que no tendré más remedio que esperar, e ir a
visitarlo. Visitarlo es poco amigo mío,
cuando lo veas ya me darás tu opinión.
No exageraba
en absoluto, la caminata fue larga, mis paradas múltiples para desocupar mis
intestinos, cuando cocinaron los cuatro monos que cazaron algunos de sus hijos,
me reservaron la parte más delicada y jugosa de aquellas criaturas muertas con
cerbatanas, el cerebro, tuve que comerlo con las salsas que preparan
extremadamente picantes y con mucha mandioca. No es que me faltara estómago, me
sobraba apetito después de comer tanta pasta cocida de aquel tubérculo
previamente prensado, filtrado, y
finalmente aglomerado a base de escupitajos. Miré por todas partes de aquel
rústico poblado para ver si alguien comía algo diferente, encontré a cuatro
hombres que cocinaban un costillar de cerdo, me acerqué a ellos y me invitaron,
eso fue estabilizando mi estómago poco a poco de esa forma fui dándole forma de
nuevo a mis tripas y estómago.
Se escuchaba
el rumor del agua conforme avanzábamos, así estuve escuchando con atención
durante un trecho del camino, finalmente en un recodo del camino apareció ante
mi vista el paraíso. Pequeñas casas de suelo de bambú y techos de hojas de
banano, entraban dentro del río como plataformas mágicas, los niños jugaban en
el agua al lado de grandes pitones domesticadas, las mujeres allí no vestían
vestido alguno, desnudas se despiojaban unas a otras en fila, en cuclillas.
Pero el entorno en el que vivían era lo más deseable que jamás hubieran visto
mis ojos.
Me olvidé del
tren, de los caminos de hierro, de las paradas y estaciones, de los autobuses
masificados, de todo, de mi novia que me esperaba el próximo sábado en Yakarta,
no podía pensar en nada más que en lo que tenía ante mis ojos. Francis me
miraba con cara de satisfacción, sabía que me había impresionado, esas cosas se
notan en los ojos de los demás, sí lo estaba.
Mira Arthur,
me señaló con el brazo a unas chicas muy jóvenes que venían a saludarme. La muestra que aquí tienen de recibir a los
extraños es mantener relaciones hasta que caiga la tarde. No, no puedo hacer eso… oye tengo novia voy
a casarme… ¡Tonterías…! si las
desprecias ya puedes echar a correr, aunque te advierto que te alcanzarán
seguro, nadie conoce mejor la selva que estas gentes, no llegarías lejos, no
les hagas un desprecio así, si no quieres probar su furia, igual que aman
odian. Francis se lo estaba pasando a lo grande con aquel ritual que debía
servir para mostrar, hasta qué punto aquellas, personas hacían honor a su nombre,
su nombre significaba como tribu, “aquellos que viven del placer de dar”, los
Poshiatos.
Tres de las
chicas más mayores, una de las cuales cuando se le montó encima atándolo con
las piernas por la cintura, comenzó a manar leche de sus pechos, era evidente
que estaba criando. Fuerte como el propio Arthur, bella como la misma Afrodita,
logró con besos y caricias que se pusiera en plena forma, las otras dos
asistentas de esta última, prepararon al hombre, y ya no pudo más que comenzar
la divina danza, del cabalgar sin miramientos dentro de una vorágine de sexo
bien concertado. Sin dejar que hiciera nada, lo llevaron riendo hacia la charca
alimentada por una cascada de agua que caía entre musgos y rocas, lo
embadurnaron de barro, le frotaron todo el cuerpo con hojas y fibras olorosas
para después sumergirlo dentro del agua.
¿Me están
bautizando?, se preguntó a sí mismo, pues que dios las bendiga, dejaría que
esto se repitiera a lo largo de toda mi vida. Con el sonido de una especie de tambores,
llegaron unos guerreros, iba en fila india y dieron un grito, parecían
contentos por la caza que traían en dos jaulas al parecer improvisadas con bambús,
cuatro hombres la cargaban, todos al verlos, salieron del agua en su busca camino
de un sendero que al parecer llevaba a un poblado. Los caminantes llegados de
lejos con una pequeña comitiva se encaminaron al lugar, tras ellos. Francis
intercambió unas palabras amables con el jefe de la tribu, ambos bebieron de un
barril que las mujeres sacaron de un chamizo de paja, dejaron sobre una piedra
plana tres vasos hechos de caña de bambú, esperaban por tanto que Arthur
participara del encuentro, habría hecho bien en negarse pero no podía hacerlo,
de forma que bebió de aquella rabiosa bebida que lo transportó a una especie de
letargo primero y luego a una euforia desmedida y salvaje, desnudo en mitad de
aquellas gentes se sintió como un dios de los suyos, bailó sin saber, se
revolcó por el suelo y despertó cuando ya había amanecido. Se encaminó de nuevo
a la charca y se lavó con la intención de vestirse luego, entonces se dio cuenta
de los tatuajes que le habían hecho en los brazos y en el pecho, estaba
dolorido, la muchacha que yaciera con él el día anterior, lo seguía desde
cerca, llevaba un bebe en el costado atado en una especie de bolsa hecha de
fibras vegetales.
Dejó al niño al
cuidado de una niña de tres o cuatro años y se adentró en el agua con él, sin
dejar de mirarlo a los ojos comenzó lo que a Arthur le pareció una curación,
que comenzó con el frotamiento de esos símbolos espirituales con musgo
arrancado de las orillas de las rocas que bordeaban el estanque, le sentó bien
que aquellas plantas, se deslizaran por las tintas que ahora de forma indeleble,
marcarían que era un iniciado de la tribu de los Phosiatos. Habían, no sabía de
qué manera, depilado todo su cuerpo, los tatuajes eran perfectos, bien
definidos en brazos y tobillos, los de los pectorales, representaban a dos
serpientes, unidas en un abrazo mortal, en la espalda llevaba gravado un tótem de
algún dios emplumado.
¿Cómo ha ido
todo Arthur, te ha gustado la experiencia?, comenzó a sentir nauseas al
regresar por el camino de vuelta al poblado, pero se contuvo de potar delante
de aquella mujer hermosa que al parecer le habían encomendado que estuviera a
su lado. Si quieres que te sea sincero,
no sé lo que ha pasado, no sé si es normal lo que siento, salvo que tienes
razón en algo… este es un lugar para no marchar nunca, ni desear viajar a
descubrir otros lugares, no puede haber nada más hermoso, que este rincón de
mundo. Lo ves hombre como no exageraba
cuando te decía que íbamos al paraíso, que descubrirías cosas que eran
difíciles de explicar… Arthur no
contestó a aquella última observación de su improvisado amigo Francis.
Bueno amigo
mío, yo debo de regresar a mis plantaciones, te espero cuando quieras volver a
mi casa que es la tuya, mientras tanto disfruta de la compañía de estas gentes,
es la mejor experiencia que podrás tener en la vida, he hablado con su jefe y
esperan que estés con ellos un tiempo para aprender mutuamente de vuestro saber
mutuo, si hay algo en lo destacan estos hombres, es en que son muy curiosos,
les gusta saber cosas nuevas, yo no les he contado casi nada del mundo del que
vengo allí en Europa.
A Arthur no
le ha dado tiempo a replicar o protestar por dejarlo allí, tiene planes, planes
de futuro, le espera su novia Susan en Yakarta, para volver a Birmingham a
terminar de planear la boda que ha de llevarse a cabo dentro de seis meses, el
tiempo que le ha concedido la universidad de Aston está expirando, tiene que
volver a la enseñanza de antropología, y lo tiene que hacer ya, de otro modo su
novia se asustará. No es la primera vez que un europeo se pierde en el
continente indonesio, con la de tribus que hay por allí y que además son sangrientas
y que tiene por costumbre raptar a europeos para cambiarlos por algo o alguien.
Después de
pasar un tiempo prudencial, Susan se dirige a la embajada inglesa, explica su caso
al embajador y este la tranquiliza diciéndole que no se preocupe demasiado,
aunque investigarán a las tribus de la zona para ver si de alguna forma recogen
información de Arthur, averiguan donde está por medio de los británicos
establecidos en diferentes zonas. Por el sistema de correos y de transporte de
materias primas a algunos ciudadanos británicos de la zona, preguntan a Sir
Francis si sabe algo de un profesor antropólogo que viajó al parecer por esa
zona, él contesta que no, que tiene muchos amigos y negocios que atender, no
para demasiada atención a la gente que va de paso. ¿Qué es un fotógrafo…? Lo cierto es que no lo sabemos, tan solo que
la familia está inquieta porque debería de haber aparecido hace ya no sé
cuantas semanas. A lo mejor se ha perdido,
o ha cambiado de parecer y se ha ido a otra isla siguiendo alguna pista. Sí es lo más probable, pero por lo menos
podría haberlo comunicado a su familia que están medio histéricos ¿no le
parece? Ha… los caminos de estos
hombres de ciencia son inesperados, a lo mejor cualquier día de estos aparece
el Reino Unido con una información que solo ha descubierto él, ¡ya sabe cómo
van estas cosas! Cierto, de cualquier
modo, si sabe de algún rumor o escucha algo fuera de lo normal, estaremos
esperando sus noticias, gracias por su atención.
Ese es el
último contacto que han mantenido Francis y Arthur, cuando estuvieron juntos
visitando a la tribu de los Phosiatos. El terrateniente ha enviado a su gente a
saber de él, se ha casado con una mujer de la tribu, tiene ya dos hijos, vive
con ellos de la caza y la pesca de los ríos que circundan el poblado, los
devuelve a su dueño con noticias sobre cómo se encuentra, que está bien y
feliz, además de agradecido a Francis, por haberle descubierto, lo que es vivir
en el paraíso, lejos de los caminos de hierro, de la polución de su ciudad, de
las prisas para hacerlo todo, de las ambiciones, que demuestran, que son lo más
inútil que uno pudiera desear vivir, hasta envejecer.
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