domingo, 16 de noviembre de 2014

RUTA DE HIERRO


                                                 RUTA DE HIERRO




Miles de caminos que por el mundo se funden con el paisaje, este es el modo en el que yo viajo, mirando sin conducir, observando en cada parada del tren, como se comporta la gente, no saco conclusiones porque tampoco sé cuáles son sus costumbres. El tren es cómodo a pesar de los contratiempos que pueden surgir, un descarrilamiento, llegar a parar en una vía muerta y estar esperando una hora por el retraso que lleva el tren que nos ha de dejar despejado el camino para continuar.
Si es que esto pasa en una nación subdesarrollada, se entiende, lo extraño es, que también sucede en París o en Roma. Sí, y cuando esto me sucede aquí, en la moderna Europa, me da la risa y los demás me miran como si fuera un demente.

Una vez en Indonesia, trataba de llegar a una ciudad a la que le tren te conducía, lo preferí a los autobuses atestados de gente, que aunque más baratos, no tienen tope de clientes, acabas estrujado como si de un limón se tratara. Me equivoqué de todas, todas, el tren comenzó a llenarse al llegar a la estación desde donde se supone que partía, pues bien, por el camino ya se habían subido hasta en el techo del tren, como lo hicieron no lo sé. Solo sé que tuve que enseñar el billete sin derecho a reclamar como era que aquellos hombres y algunos niños también no habían pagado billete.
¿Sabe usted…? me dijo un caballero europeo, estos que van arriba, no tienen derecho a reclamar nada si les pasa algo, en cada viaje muere gente, prefieren exponerse a riesgo de sus propias vidas, antes que pagar billete para desplazarse a sus casas o trabajos.

Cosas asombrosas que aprendes por ir recorriendo los caminos de hierro, el hombre me habló de una hacienda que tenía detrás de un lago al que llegaríamos al cabo de un par de horas.  Si quiere llegarse hasta allí le enseñaré cosas que jamás ha visto, se lo garantizo. Puede quedarse allí a dormir si lo prefiere, tenemos lugar de sobras para diez invitados si hace falta, le enseñaré un rincón en el que viven nativos de la zona, va a quedar pasmado, viven como hace mil años atrás, se transportará en el tiempo de forma inmediata ¿acepta?   Bien, si no le he de causar ningún contratiempo…  ¡Por favor, que va! siempre viene bien que algún europeo nos traiga noticias nuevas de cómo andan por allí las cosas, la prensa por aquí es mala y poco específica respecto a las noticias de occidente.  No crea, yo pienso lo mismo y leo la prensa diariamente, las noticias a menudo, no vale la pena tomarlas demasiado en serio, al fin y al cabo siempre es lo mismo no se pierde demasiado con no leer diariamente las noticias.

Cuando llegaron a la estación, que coincidía con el final del trayecto, una calesa tirada por un hermoso caballo bayo los estaba esperando con el fin de llevarlos hasta la propiedad del señor Francis Binner, el viaje fue de lo más placentero hasta que llegamos a unos precipicios que daban miedo, precisamente yo andaba montado en el asiento que daba al vacío de aquel hermoso paraje, guacamayos, loros de todas las especies, pasaban casi a ras nuestro volando hacia las alturas de los árboles, que por el traqueteo y el empuje del caballo, no me dio tiempo a distinguir. Llegamos a una gran explanada donde decenas de niños y algunas mujeres semi desnudas nos recibieron.  ¿Qué le ha parecido el viaje señor…   Excúseme no le he dicho mi nombre, Arthur.  Muy bien Arthur, ahora que sabemos cómo dirigirnos el uno al otro le presentaré a mi familia, dándose con la fusta de cabalgar en la mano, una docena de niños y niñas, todos ellos con un aspecto excelente, formaron delante de él, detrás cuatro mujeres todas ellas bastante guapas y una europea que se adelantó hacia Francis, le dio un beso en los labios, luego me la presentó, se llamaba Martina y era de origen francés aunque se desenvolvía perfectamente en inglés.

Somos una gran familia, nos ayudamos todos y a decir verdad, nos costó poco adaptarnos a la forma de vivir de estas gentes, son estupendas personas, te ayudan siempre que pueden, se quedan sin comer ellos si es necesario con tal de darte a ti antes, incluso dejan de dar de comer a sus hijos con tal fin. ¿Asombroso verdad?   Si que lo es, bueno después de haber recorrido tanto mundo, me dejas asombrado con estos detalles.   Estas también son mujeres mías, estos de aquí, señalando a los pequeños que había delante de él, son hijos míos, los adoro, los más mayores han salido a cazar cerdos salvajes y monos, forma parte de nuestra dieta junto a la mandioca. Te advierto que no pocos cogen descomposiciones cuando comienzan a comer nuestra comida, los estómagos son delicados y hasta que no se acostumbran… pasan unos días.

No pretendo quedarme más que un par de días…   Eso no va a ser posible, cuenta con que tenemos todo un día de camino, para enseñarte el lugar del que te hablé.  Caramba que caminata, esto debe ser al otro lado de la isla.   No hombre no te preocupes, está en el mismo centro de ella, ¡es un lugar fascinante!   Entonces, imagino que no tendré más remedio que esperar, e ir a visitarlo.  Visitarlo es poco amigo mío, cuando lo veas ya me darás tu opinión.
No exageraba en absoluto, la caminata fue larga, mis paradas múltiples para desocupar mis intestinos, cuando cocinaron los cuatro monos que cazaron algunos de sus hijos, me reservaron la parte más delicada y jugosa de aquellas criaturas muertas con cerbatanas, el cerebro, tuve que comerlo con las salsas que preparan extremadamente picantes y con mucha mandioca. No es que me faltara estómago, me sobraba apetito después de comer tanta pasta cocida de aquel tubérculo previamente prensado, filtrado,  y finalmente aglomerado a base de escupitajos. Miré por todas partes de aquel rústico poblado para ver si alguien comía algo diferente, encontré a cuatro hombres que cocinaban un costillar de cerdo, me acerqué a ellos y me invitaron, eso fue estabilizando mi estómago poco a poco de esa forma fui dándole forma de nuevo a mis tripas y estómago.

Se escuchaba el rumor del agua conforme avanzábamos, así estuve escuchando con atención durante un trecho del camino, finalmente en un recodo del camino apareció ante mi vista el paraíso. Pequeñas casas de suelo de bambú y techos de hojas de banano, entraban dentro del río como plataformas mágicas, los niños jugaban en el agua al lado de grandes pitones domesticadas, las mujeres allí no vestían vestido alguno, desnudas se despiojaban unas a otras en fila, en cuclillas. Pero el entorno en el que vivían era lo más deseable que jamás hubieran visto mis ojos.
Me olvidé del tren, de los caminos de hierro, de las paradas y estaciones, de los autobuses masificados, de todo, de mi novia que me esperaba el próximo sábado en Yakarta, no podía pensar en nada más que en lo que tenía ante mis ojos. Francis me miraba con cara de satisfacción, sabía que me había impresionado, esas cosas se notan en los ojos de los demás, sí lo estaba.

Mira Arthur, me señaló con el brazo a unas chicas muy jóvenes que venían a saludarme.   La muestra que aquí tienen de recibir a los extraños es mantener relaciones hasta que caiga la tarde.   No, no puedo hacer eso… oye tengo novia voy a casarme…   ¡Tonterías…! si las desprecias ya puedes echar a correr, aunque te advierto que te alcanzarán seguro, nadie conoce mejor la selva que estas gentes, no llegarías lejos, no les hagas un desprecio así, si no quieres probar su furia, igual que aman odian. Francis se lo estaba pasando a lo grande con aquel ritual que debía servir para mostrar, hasta qué punto aquellas, personas hacían honor a su nombre, su nombre significaba como tribu, “aquellos que viven del placer de dar”, los Poshiatos.

Tres de las chicas más mayores, una de las cuales cuando se le montó encima atándolo con las piernas por la cintura, comenzó a manar leche de sus pechos, era evidente que estaba criando. Fuerte como el propio Arthur, bella como la misma Afrodita, logró con besos y caricias que se pusiera en plena forma, las otras dos asistentas de esta última, prepararon al hombre, y ya no pudo más que comenzar la divina danza, del cabalgar sin miramientos dentro de una vorágine de sexo bien concertado. Sin dejar que hiciera nada, lo llevaron riendo hacia la charca alimentada por una cascada de agua que caía entre musgos y rocas, lo embadurnaron de barro, le frotaron todo el cuerpo con hojas y fibras olorosas para después sumergirlo dentro del agua.

¿Me están bautizando?, se preguntó a sí mismo, pues que dios las bendiga, dejaría que esto se repitiera a lo largo de toda mi vida. Con el sonido de una especie de tambores, llegaron unos guerreros, iba en fila india y dieron un grito, parecían contentos por la caza que traían en dos jaulas al parecer improvisadas con bambús, cuatro hombres la cargaban, todos al verlos, salieron del agua en su busca camino de un sendero que al parecer llevaba a un poblado. Los caminantes llegados de lejos con una pequeña comitiva se encaminaron al lugar, tras ellos. Francis intercambió unas palabras amables con el jefe de la tribu, ambos bebieron de un barril que las mujeres sacaron de un chamizo de paja, dejaron sobre una piedra plana tres vasos hechos de caña de bambú, esperaban por tanto que Arthur participara del encuentro, habría hecho bien en negarse pero no podía hacerlo, de forma que bebió de aquella rabiosa bebida que lo transportó a una especie de letargo primero y luego a una euforia desmedida y salvaje, desnudo en mitad de aquellas gentes se sintió como un dios de los suyos, bailó sin saber, se revolcó por el suelo y despertó cuando ya había amanecido. Se encaminó de nuevo a la charca y se lavó con la intención de vestirse luego, entonces se dio cuenta de los tatuajes que le habían hecho en los brazos y en el pecho, estaba dolorido, la muchacha que yaciera con él el día anterior, lo seguía desde cerca, llevaba un bebe en el costado atado en una especie de bolsa hecha de fibras vegetales.

Dejó al niño al cuidado de una niña de tres o cuatro años y se adentró en el agua con él, sin dejar de mirarlo a los ojos comenzó lo que a Arthur le pareció una curación, que comenzó con el frotamiento de esos símbolos espirituales con musgo arrancado de las orillas de las rocas que bordeaban el estanque, le sentó bien que aquellas plantas, se deslizaran por las tintas que ahora de forma indeleble, marcarían que era un iniciado de la tribu de los Phosiatos. Habían, no sabía de qué manera, depilado todo su cuerpo, los tatuajes eran perfectos, bien definidos en brazos y tobillos, los de los pectorales, representaban a dos serpientes, unidas en un abrazo mortal, en la espalda llevaba gravado un tótem de algún dios emplumado.

¿Cómo ha ido todo Arthur, te ha gustado la experiencia?, comenzó a sentir nauseas al regresar por el camino de vuelta al poblado, pero se contuvo de potar delante de aquella mujer hermosa que al parecer le habían encomendado que estuviera a su lado.   Si quieres que te sea sincero, no sé lo que ha pasado, no sé si es normal lo que siento, salvo que tienes razón en algo… este es un lugar para no marchar nunca, ni desear viajar a descubrir otros lugares, no puede haber nada más hermoso, que este rincón de mundo.   Lo ves hombre como no exageraba cuando te decía que íbamos al paraíso, que descubrirías cosas que eran difíciles de explicar…  Arthur no contestó a aquella última observación de su improvisado amigo Francis.
Bueno amigo mío, yo debo de regresar a mis plantaciones, te espero cuando quieras volver a mi casa que es la tuya, mientras tanto disfruta de la compañía de estas gentes, es la mejor experiencia que podrás tener en la vida, he hablado con su jefe y esperan que estés con ellos un tiempo para aprender mutuamente de vuestro saber mutuo, si hay algo en lo destacan estos hombres, es en que son muy curiosos, les gusta saber cosas nuevas, yo no les he contado casi nada del mundo del que vengo allí en Europa.

A Arthur no le ha dado tiempo a replicar o protestar por dejarlo allí, tiene planes, planes de futuro, le espera su novia Susan en Yakarta, para volver a Birmingham a terminar de planear la boda que ha de llevarse a cabo dentro de seis meses, el tiempo que le ha concedido la universidad de Aston está expirando, tiene que volver a la enseñanza de antropología, y lo tiene que hacer ya, de otro modo su novia se asustará. No es la primera vez que un europeo se pierde en el continente indonesio, con la de tribus que hay por allí y que además son sangrientas y que tiene por costumbre raptar a europeos para cambiarlos por algo o alguien.

Después de pasar un tiempo prudencial, Susan se dirige a la embajada inglesa, explica su caso al embajador y este la tranquiliza diciéndole que no se preocupe demasiado, aunque investigarán a las tribus de la zona para ver si de alguna forma recogen información de Arthur, averiguan donde está por medio de los británicos establecidos en diferentes zonas. Por el sistema de correos y de transporte de materias primas a algunos ciudadanos británicos de la zona, preguntan a Sir Francis si sabe algo de un profesor antropólogo que viajó al parecer por esa zona, él contesta que no, que tiene muchos amigos y negocios que atender, no para demasiada atención a la gente que va de paso.   ¿Qué es un fotógrafo…?   Lo cierto es que no lo sabemos, tan solo que la familia está inquieta porque debería de haber aparecido hace ya no sé cuantas semanas.   A lo mejor se ha perdido, o ha cambiado de parecer y se ha ido a otra isla siguiendo alguna pista.  Sí es lo más probable, pero por lo menos podría haberlo comunicado a su familia que están medio histéricos ¿no le parece?   Ha… los caminos de estos hombres de ciencia son inesperados, a lo mejor cualquier día de estos aparece el Reino Unido con una información que solo ha descubierto él, ¡ya sabe cómo van estas cosas!   Cierto, de cualquier modo, si sabe de algún rumor o escucha algo fuera de lo normal, estaremos esperando sus noticias, gracias por su atención.

Ese es el último contacto que han mantenido Francis y Arthur, cuando estuvieron juntos visitando a la tribu de los Phosiatos. El terrateniente ha enviado a su gente a saber de él, se ha casado con una mujer de la tribu, tiene ya dos hijos, vive con ellos de la caza y la pesca de los ríos que circundan el poblado, los devuelve a su dueño con noticias sobre cómo se encuentra, que está bien y feliz, además de agradecido a Francis, por haberle descubierto, lo que es vivir en el paraíso, lejos de los caminos de hierro, de la polución de su ciudad, de las prisas para hacerlo todo, de las ambiciones, que demuestran, que son lo más inútil que uno pudiera desear vivir, hasta envejecer.




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