miércoles, 10 de junio de 2015

CASAS Y COSAS


                                                         CASAS Y COSAS

Recorrieron muchos lugares distintos, siempre que llegaban a un nuevo pueblo, la gente los miraba con cara de expectación, algunos hasta con desconfianza. Es normal, las personas acostumbradas a saludarse por ser vecinos, y ver siempre las mismas caras, tienen esa forma de ver las cosas. Hay en los pueblos una cuestión añadida, que la juventud busca trabajo en los lugares donde hay más movida, polígonos industriales, talleres, y lugares de suministros.
Las casas satisfacen las necesidades de una familia, pero las circunstancias cambian, y con ellas, el modo de vivir. Las necesidades son muy conspicuas, pero cuando hay de por medio hijos, cuando llega descendencia, es posible que ese antiguo hogar, ya no satisfaga los requisitos exigidos por las circunstancias nuevas que se presentan. Salvo que... sea una casa cómoda y espaciosa, en la que incluso te sobren habitaciones, debes buscar otro lugar, puede que de nuevo tengas que acostumbrarte a nuevos vecinos, a determinada de comportarte incluso, pero todo eso vale la pena con tal de que la familia sea feliz.
Cuando la familia abandonaba una casa por circunstancias, siempre echaban cosas de menos, un pequeño rincón donde los hijos jugaban sin ninguna clase de peligro alguno, un balcón que caba al campo, y al atardecer se podía observar la puesta del sol en todo su esplendor. Esa cosas se echan de menos en la nueva casa a donde se han mudado, y no les faltaba razón al sentir cierta nostalgia de su antiguo hogar.
Las casas y las cosas van estrechamente unidas, una cosa y las otras tienen cosas en común, todas contienen un todo unido que frecuentemente, es difícil de definir. Nada y todo tiene su relativa importancia, les ha servido en su momento para críar hijos en relativa paz y armonía, ahora, necesitan un nuevo espacio, más personas se han adherido a ellos, un familiar que no se quiere separar de su familia, su hijo, no puede pasar más tiempo lejos de él, las cosa se complican y la casa no da más de sí. Deben de nuevo buscar un lugar donde poder vivir, el propósito es conservar la paz y la intimidad que cualquier matrimonio merece, ¿serán capaces de encontrar el lugar apropiado...? Se busca de forma incansable, se pregunta y al  final se encuentra, sí, esa casa va a ser el lugar definitivo para poder subir a los hijos con la seguridad que merecen, todo o casi todo, se hace pensando en ellos.
Pero hay un obstáculo imprevisto, el nuevo miembro de la casa, tiene unos criterios diferentes a los padres y ellos trabajan todo el  día fuera de casa, las cosas que en la oscuridad les enseña esta persona, socaba las raices de lo que por otra parte sus padres les están inculcando. Peleas, gritos, discusiones acaloradas, que llevan a veces a maldecir, el momento que le abrieron la puerta a esa madre, que tanto extrañaba a su hijo único.
La casa en sí no tiene culpa alguna de lo que pasa, es solo un recipiente de la familia, la culpa la tiene ¿quién?, el padre por no decir nada respetando a su madre, a la madre a la que el marido le ruega paciencia... las cosas en esta casa no marchan como estaba planeada su vida, hay que buscar con paciencia una solución, mientras que el resto de la familia, en este caso concreto los hijos, sufren en silencio, y sin conocer las cicatrices que estos asuntos dejarán en su mente, tienen la obligación de callar y dejar que sus mayores decidan que hacer.

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