miércoles, 17 de junio de 2015

CINCO ASES EN LA MANGA


                                                  CINCO ASES EN LA MANGA

Siempre jugaba así cuando sabía que había de por medio grandes sumas de dinero, le gustaba jugar al poker pero siempre tratando de asegurarse triunfo; se la jugaba en cada mano, si lo cogían hacienco trampas, podía acabar muerto en cualquier callejón de la gran ciudad de Nueva York. Lo más triste de todo era, que nadie lo hecharía de menos, había perdido familia, hijos y el resto de su familia ya no querían saber nada de él. Un hombre que había pasado de esnifar cocaína, a pincharse cualquier mierda que compraba siempre por un precio superior al real, droga adulterada que en alguna que otra ocasión lo tenían que llevar a clínicas de beneficencia porque no tenía seguro médico.
Pero ese hombre, era un loco que no tenía nada que perder, sabía esconder los triunfos de manera formidable, nadie podía imaginar que cuando sacaba el zippo para encender un cigarrillo, ya llevaba en la mano  el as que podía darle la victoria. Cambiaba continuamente de lugar con el fin de no ser reconocido, pero de todos modos, su cara y su porte, acababan apareciendo en cualquiera de los lugares que ya había visitado otro día.
Un alma errante que no tenía donde ir, pero que unos cuantos habituales de estos antros recordaban, la cicatriz en la barbilla de una paliza que le dieron entre dos con un puño americano, las eternas gafas Ray Ban oscuras con montura dorada, eran suficientemnete indicativo de que volvía, o a ganar o a perder, quién sabe qué. Esa noche tenía que ganar, se comprometió con su novia de Nueva Orleans que esta vez no haría trampas, que si ganaba lo haría con todas las de la ley.
Y ganó, cuatro mil seiscientos dólares, salieron ambos contentos del bar después de tomarse una cerveza.   Te lo dije preciosa, se puede ganar sin hacer trampas, mira ¿los ves...? son nuestros, nuestros. Era como otras veces un espejismo, dos hombres lo alzaron del suelo, a ella le dieron un puñetazo que la dejó cao al instante. Él recibió la paliza de su vida, vomitó lo que su cuerpo no tenía, se arrastró hasta la pared sangrando por la boca, escupiendo los dientes que todavía estaban bailando dentro de esa cavidad, entre la lengua y el paladar fue deshaciéndose de las piezas sueltas.
Fuen entonces cuando se dio cuenta de que Anne estaba muerta, desnucada, con la cabeza del reves de su cuerpo. Ganó sin sus cinco ases, en su interior se decía... No puede ser, cuanto más honrado quiere ser uno, más le obligan a ser un asesino, volveré pero la próxima vez con la nueve milímetros, de ese modo seré yo quién de primero. Le dio un beso en la frente a Anne y se perdió en las sombras de la ciudad.

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