lunes, 22 de junio de 2015
¡¡¡CRASSS!!!
¡¡¡CRASSS!!!
Ese es el sonido de algo cuando se rompe, crasss, puede ser algo físico o algún sentimiento, emoción, es como decir..., eso ya no sirve para nada, ¡para qué esforzarse si no se va a poder recomponer! A diario se producen situaciones de este estilo, se rompe la vajilla, de forma involuntaria a veces, otras de forma voluntaria.
No importa, se va uno a un almacen de los chinos y allí tienes vasos nuevos de todo tipo por cuatro cuartos, vajillas, zapatos, de todo. Lo que no encuentres en un almacén de estos no lo encuentras en ningún otro sitio, y baratísimo, muchísima gente compra estos productos, sin preocuparles demasiado si están hechos con materiales contaminados o no. Razón de más para que se vuelva a no tener demasiado miramiento con ellos, si se rompen hay muchos más, tengo la despensa llena de material sin estrenar para poder permitirme que se vuelvan a romper, crasss, sin riesgo alguno para nuestra economía.
Lo peor de la cuestión, es el porqué rompemos las cosas, a veces por ataques de ira, otras por enfado con nosotros mismos, aun si miramos atrás, nos damos cuenta de que nos hemos precipitado al tomar determinada decisión, y esto es muy jodido, lo que se rompe de ese modo, es muy difícil de volver a dejarlo como antes. Volver a pegar los trozitos en los que ha menudo se rompen estas cosas, son poco menos que imposible, del mismo modo que no se pueden volver a pegar los trocitos de cristal securizado, cuando se rompe en miles de minusculos cristalitos. Y lo peor de todo esto, es que si te dan en los ojos, duele, te puedes quedar ciego incluso, y ciego no se puede ir a ningún lugar seguro sin que alguien te acompañe.
En lo que tiene que ver con las emociones, cuando estas se rompen, se interrumpe un tránsito natural que nos mantiene despiertos, unidos y ante todo, conscientes de nuestras limitaciones. Las emociones deben dominarse lo mismo que los sentimientos, cuando fallan unos, las otras dejan de ser sensibles a los problemas de los demás. La desunión se propaga, como si fuera una plaga, contamina toda nuestra vida y transmite sensación de malestar en todo nuestro entorno.
No merece la pena ceder al espíritu del crasss, es lo más fácil sí, pero también es lo más anodino y simple de la vida, negarse a reconocer que también nosostros fallamos y que no siempre tenemos la razón de todas las cosas.
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