miércoles, 3 de junio de 2015

LA IMPORTANCIA DE LLAMARSE PEDRO


                                            EL EFECTO DE LLAMARSE PEDRO

Capaz de casi cualquier trabajo que se le direra que hiciese, Pedro con sus casi dos metros de altura, hijo de Pedro el Ciruelo, así se le ocurrió a la gente de su pueblo llamarlo, por tener a su cuidado por encargo de su padre también Pedro, los ciruelos que tenían en un par de hectareas de terreno lejos de casa. En esta familia destacaba, el hecho que no tenían vehiculo alguno para traginar herramientas y cosechas de tipo que fuera, todo iba y venía a lomos de sus dueños, nadie sabía bien la razón, del porqué de aquel comportamiento tan rudo e impropo a la vez, si estas labores campestres se hubieran llevado a cabo en otro siglo y en otro lugar, cabía tener un motivo, pero ese no era el caso.
A pesar de aquel comportamiento tan poco común, los amigos y conocidos, vecinos del pueblo dejaron pronto de hablar del tema, la familia de los Pedros eran sencillamente, una familia de labrieos que hacían lo que la mayoría, trabajar cuidando de sus campos y su ganado. Del resto de la familia poco se conoce, salvo que hay de por medio dos hermanas, una de ellas la menor se llama Petra y la otra Margarita, pero quién pincha y corta es Pedro, él es el encargado de mandarles lo que deben de hacer, su altura y presencia no es lo que impone al respeto que le tienen, es la templanza de su hermano, que las ayuda en todo aquello que puede, cuando llega de su labor en el campo. Pedro además de ser todo un hombretón, es sobre todo bueno y esa es una cualidad escasa según en qué medios se vive.
Sin decir nada a nadie cuando algún extraño llega al pueblo, todos confían en que Pedro se encargará de ponerle las peras a cuarto si trae consigo problemas. Siempre da la cara, serio y de forma clara le dice a quién quiera que sea, que en el pueblo no quieren araganes ni gente aprovachada de nadie de sus vecinos, los que se dan por enterados con pocas palabras marchan a otros pagos, los que no, pronto dejan de aletear por las calles de la pequeña vecindad.
Es cierto  que algunos de los vecinos aparte de respetarlo le tienen miedo. Impone verlo calle abajo con casi cien kilos de peso sobre sus poderosas espaldas, o volver del campo con productos del día anclados sobre su inmensa cabeza, sonríen aunque sea por dentro, cuando lo ven pasar con sus alpargatas llenas de tierra, y si es que llueve, llenas de barro del campo. Cuesta arriba llama a la puerta de casa y en cuanto se abre el portón entra de lado para no estropear el fruto de la tierra. Para Pedro lo más importante es, llegar a casa sano y salvo, después de todo un día peleando con la dura tierra, quitando las piedras que entorpecen el crecimiento de sus queridas plantas, eso es pensar con la cabeza, limpiar la tierra para mantenerla límpia y dicho sea de paso, que produzca lo que debe por ese favor que se le hace.
Pedro, piedra, punto recio de apoyo, eso es él para los suyos y para todo aquel que llame a su puerta con sana intención, con hambre y sed, pidiendo un techo, todo se le da sin falta aunque alguien tenga que dormir en el suelo, esa es la importancia de llamarse, según él lo ve, llamarse Pedro.

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