CLASE DE MÚSICA
Sería
recordada durante mucho tiempo, en cuanto sonó la primera nota de aquella
sinfonía, a muchos se les humedecieron los ojos, a muchos aquellas melodías les traía viejos recuerdos, les
recordaba que habían sido jóvenes, que el tiempo pasaba pero que determinadas
cosas de la vida se mantenían como cuando eran jóvenes como cuando uno ve con
cierta nostalgia determinadas películas en blanco y negro, escuchaban estas
canciones en chiringuitos de playa, al lado de una chica a la que pretendían,
la música amansa a las fieras y eso es lo que pretendían algunos, que el
ambiente y aquellas versiones de los Beatles tocadas en vivo por una orquestina
compuesta de tres o cuatro músicos, frecuente mal tocadas, no eran los auténticos,
les facilitaran las cosas junto a una breve conversación, que duraba lo que se
tardaba en consumir un plato de pescadito frito acompañado de una botella de
vino de aguja blanco, ligero y muy frío.
Para
Pedro y Juanita, aquel paseo veraniego hasta la playa, pasear cogidos de la
mano, caminar en mitad de la noche hasta llegar a aquellas luces que hacía unos
momentos se veían en la lejanía, y que ahora sentados en el entablado de madera
podían volver a saborear como cuando eran novios, con muchos planes de futuro
pero todos, o casi todos, construidos como si fueran castillos en el aire. En
casa estaba su hija y su yerno que les habrían acompañado a gusto, de no ser
que Manolito, el nieto de esos dos abuelos jóvenes aun, fuera sensible a los
aires húmedos y las corrientes de aire. Con solo dieciocho meses, no hacía
falta poner a prueba hasta qué punto la naturaleza, podía poner a prueba la
resistencia de los pulmones de Manolito que heredó como todos los humanos lo
hacemos, alguna cosa mala. En su caso eran sus bronquios, casi todo el aparato
respiratorio tenía que estar siendo vigilado de noche y de día por la madre,
Eugenia era de las madres que en algunos momentos se excedía en sus cuidados,
sobre todo cuando Manolito tosía.
¿Quieres
que bailemos, están tocando nuestra canción preferida, te atreves? ¡Estás loco…
aquí en mitad de toda esta gente…! Venga mujer, solo somos dos personas mayores
que se recrean con lo que en su día los hizo muy felices, bueno… todavía nos
hace felices. La mayoría de la gente que está aquí presente seguro que nos envidiarán cuando vean los pasos que te
marcas con esos maravillosos pasodobles que solo tú sabes adivinar lo que
significan. Juanita rio a más no poder, en ese punto Pedro tenía toda la razón
del mundo, en algunos momentos parecía anticiparse a la música pero no era así,
solo que sentía dentro de ella la
sensualidad de ese baile inigualable.
Él
no bailaba nada mal, sin embargo no podía hacerlo mejor, porque sus ojos cada
vez que bailaban estaban fijados en la figura de su mujer, en sus ojos
ligeramente maquillados para la ocasión y en sus pies que en ocasiones parecían
flotar en el aire para darle ligereza, y más vida al ritmo de la música que se
tocaba. El móvil sonó en mitad de aquel poderoso misterio de intimidad y
solemnidad; Manolito estaba en la UCI de un hospital no demasiado lejano de
donde estaban ellos cenando. Pedro pagó lo que se debía a toda prisa sin
consumir casi nada de lo que habían
pedido y salieron al parking junto a la carretera para recoger el coche e ir al
hospital. No les dejaron entrar, tras un cristal de una habitación hermética se podía ver a
Pamela pasando la mano ligeramente sobre la cabeza de su hijito, todo intubado,
con respiración asistida, allí estaba Manolito, sedado y aparentemente
tranquilo. ¿Qué ha pasado hija…? Pamela no supo que contestarle y se abrazó a
su madre rompiendo a llorar.
A
las nueve en punto de la mañana todo había terminado, Manolito yacía en la cama
de un box y solo su abuelo, Pedro, seguía hablando con él como si estuviera
vivo. Le contaba cuentos que a Manolito le encantaban y hacía planes para ir a la playa a ponerse
bien morenos y enseñarle a nadar.
Jamás
he visto mejor clase de música que esa, la que Pedro con toda entereza le
estaba enseñando a su nieto Manolito.
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