RAICES MILENARIAS
Cuatrocientas plazas en un residencia, con una media de edad de setenta
años suman milenios, en lo que se refiere a experiencias, detalles de las vidas
de estas personas, sucesos y acontecimientos, que harían llorar a los que
tuviéramos oportunidad de saber cómo y de qué manera han vivido. Hablo de este
asunto porque he tenido la oportunidad de hablar con muchos de ellos, otros son
un poco reacios a soltarse y dialogar, es como si escondieran algún secreto que
no quisieran revelar, es posible que por temor a poner en evidencia las razones
del porqué están ahí.
Los abuelos, llega un momento en el que se sienten abandonados, aunque
no en todos los casos es cierto, en muchos casos hay motivos sobrados para que
estén residiendo en este centro, bien atendidos, limpios y bien alimentados, no
alcanzo a adivinar los motivos por los cuales algunos de ellos están ahí.
Pregunto con el máximo tacto posible, me cuentan mil y una aventuras en el
mejor sentido de la expresión que justifica el que sean compañeros míos, los
hay que está muy enfermitos, necesitan cuidados especiales, que los laven, que
les curen, que les den un poco de cariño que probablemente hasta entonces no
han recibido.
Entre todos los que estamos residiendo en este centro, al ser personas
de tan diversas culturas y formaciones, escuchas de todo, en ocasiones y sin
ánimo de mofa alguna, tengo que reír a la fuerza, se forman unas discusiones
absurdas por nimiedades, que hacen que te levantes de la mesa y busques un
rincón donde desahogarte a gusto sonriendo, solo observando las caras serias
que ponen cuando se enzarzan en “peleas” que no llevan a ningún lado. Al cabo
de un par de horas o tres, cuando llega la hora de la comida en la sala
comedor, todo ha terminado. Hay que reconocer que las asistentas deben tener
una paciencia infinita en ocasiones, los
árboles milenarios no tienen más que pasar el tiempo mirando los jardines o
viendo pasar a la gente cerca de ellos.
Cuando se organizan juegos para ellos, a mí particularmente, nunca me
han gustado estos juegos de mesa como el bingo o las cartas y el dominó. A
ellos les gusta discutir de política, de fútbol, de corrupciones dentro de los
partidos políticos, y de ese modo van haciendo crecer raíces casi invisibles
que de alguna manera los adornan, salvo aquellos que no hablan, y hasta a veces
dudo que vean como los demás. Pero en su día contribuyeron a hacer crecer
árboles que hoy dan algún fruto, de forma que eso me ayuda a pensar que todavía
se les debería apreciar más, por lo menos, sus familiares tendrían que
reflexionar en que si son algo hoy, es gracias a que esos árboles crecieron, y
en ocasiones bajo circunstancias bastante penosas.
No pueden hacer un resumen de sus vidas, la memoria ya no les da para
tanto, deben pues solo remitirse a repetir una y mil veces lo mismo a las
mismas horas, y a las mismas personas que en este caso concreto somos los
cuatro que compartimos la misma mesa a la hora de las comidas. Anécdotas os
podría contar a cientos, pero la mayoría serían repetidas, aburridas, algunas
trágicas.
De manera que pienso estar de forma provisional aquí, si las
circunstancias lo permiten y mientras tanto, enriquecerme de todo lo bueno que
me rodea, sí ya sé que no es mucho, que la mayoría desearían estar disfrutando
en un balneario atendidos a cuerpo de rey. No, no es eso yo que yo espero, mi
cuerpo en algunos aspectos está diciendo que afloje el paso, hay que admitir
que esta realidad no se puede cambiar, la ciencia, los médicos, estudian el
modo de paliar estas plagas que en forma de enfermedades asolan a la humanidad,
confío como no puede ser de otro modo, que me ayuden como a millones de
personas en todo el mundo, a hacer en lo que nos quede de vida, un lugar bajo
el sol, que nos ayude a hacer que esas raíces milenarias, llenen la tierra para
hacer de este lugar maravilloso donde vivimos, un lugar deseable donde reposar.
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