LA DUEÑA DEL SOFÁ
Ha sido así desde que la conozco
y es más, por sus propios labios me expresó en varias ocasiones la razón del
porqué se hizo dueña del sofá. Su sofá forma parte de su vida, es como si
estuviera adherida a ella, sin su sofá reconoce que no sería nada o poca cosa,
ese mueble le da la confianza y el apoyo que necesita, en momentos en los que
el mundo deja de ser poco importante para ella. Entonces se refugia en el sofá,
él la comprende, la acoge y la acompaña en todo momento, la escucha aunque
parezca que no es más que un mueble ya un poco ajado y viejo.
Para otros, en lugar de ser un
sofá el que le da todo esto, es sencillamente un espejo, en él se reflejan y
hasta hablan con él, le cuentan cosas que no se atreven a decir a nadie, ni siquiera
a nadie de la familia… ¿para qué si no los entenderían? Repiten una y otra vez
lo desgraciados que son, no aspiran a ser más ni menos de lo que son, en
ocasiones les he escuchado decir que sobran en este mundo, que para lo que
hacen… mejor estarían muertos, no lamentarían dejar de existir, no darían que
hablar a nadie, la gente haría comentarios sobre ellos pero solo durante
determinado tiempo… luego, todo, incluso el sofá y el espejo pasarían al olvido
junto con ellos.
Por contraste, la dueña del sofá,
que para la mayoría pasa desapercibida porque ya están acostumbradas a verla en
esta situación, se aferra a esa pieza de madera y tela, como un náufrago en
mitad del hundimiento de un barco hay cosas que son así, no se pueden cambiar.
Después de más de treinta años durmiendo, si se le puede llamar dormir, en
estas circunstancias… ¿quién puede cambiar este comportamiento? no es nada
sencillo en absoluto. Si se encuentra ante un problema, sea el que sea, el sofá
es su refugio, ¡y hay de aquel que quiera cambiar esta costumbre, sale de la
casa a cajas destempladas, sí te echa, son sus dominios y los defiende como
quién defiende su castillo, nadie que ella no quiera que entre, entra en esta
fortaleza con foso.
Su sofá y la limpieza de su casa
la mantienen no solo entretenida, la mantiene ocupada, las malas olores son lo
peor para ella, de forma que todo lo que le huela a polvo, queda eliminado de
manera automática, lejías, desinfectantes, ambientadores, lavadoras que a
menudo se ponen porque sí, mucha de las prendas que lava están perfectamente
limpias.
Después de eso, sofá, queda
rendida, se emplea tan a fondo y le enseñaron desde pequeña a ser tan pulida,
que el sofá vuelve de nuevo a ser de nuevo su salvación. Es su dueña y tiene
todo el derecho de usarlo como quiera, pero en lo que se refiere a la cama, un
colchón con su canapé nuevo de trinca, están ahí en una habitación que parece
una especie de santuario al que nadie tiene el derecho de entrar salvo ella.
He hablado a menudo con ella
dándole razones de por qué debería cambiar de hábitos en este sentido, más que
nada para su mejor descanso, para ganar en salud… argumenta que no sería capaz
de dormir en una cama después de todas las cosas que le han pasado en la vida.
Nada, su sofá es su reino, su refugio y por abundar en el tema, cierra la
conversación tapándose con una manta y no dejando ver ni su propia cabeza. La
quiero porque es una excelente persona, solo eso hace que me distancie un poco
de ella, la tozudez con que ve este asunto… lo digo porque poco a poco, se está
destruyendo.
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