sábado, 25 de junio de 2016

LA DUEÑA DEL SOFÁ

                                                             LA DUEÑA DEL SOFÁ

Ha sido así desde que la conozco y es más, por sus propios labios me expresó en varias ocasiones la razón del porqué se hizo dueña del sofá. Su sofá forma parte de su vida, es como si estuviera adherida a ella, sin su sofá reconoce que no sería nada o poca cosa, ese mueble le da la confianza y el apoyo que necesita, en momentos en los que el mundo deja de ser poco importante para ella. Entonces se refugia en el sofá, él la comprende, la acoge y la acompaña en todo momento, la escucha aunque parezca que no es más que un mueble ya un poco ajado y viejo.
Para otros, en lugar de ser un sofá el que le da todo esto, es sencillamente un espejo, en él se reflejan y hasta hablan con él, le cuentan cosas que no se atreven a decir a nadie, ni siquiera a nadie de la familia… ¿para qué si no los entenderían? Repiten una y otra vez lo desgraciados que son, no aspiran a ser más ni menos de lo que son, en ocasiones les he escuchado decir que sobran en este mundo, que para lo que hacen… mejor estarían muertos, no lamentarían dejar de existir, no darían que hablar a nadie, la gente haría comentarios sobre ellos pero solo durante determinado tiempo… luego, todo, incluso el sofá y el espejo pasarían al olvido junto con ellos.
Por contraste, la dueña del sofá, que para la mayoría pasa desapercibida porque ya están acostumbradas a verla en esta situación, se aferra a esa pieza de madera y tela, como un náufrago en mitad del hundimiento de un barco hay cosas que son así, no se pueden cambiar. Después de más de treinta años durmiendo, si se le puede llamar dormir, en estas circunstancias… ¿quién puede cambiar este comportamiento? no es nada sencillo en absoluto. Si se encuentra ante un problema, sea el que sea, el sofá es su refugio, ¡y hay de aquel que quiera cambiar esta costumbre, sale de la casa a cajas destempladas, sí te echa, son sus dominios y los defiende como quién defiende su castillo, nadie que ella no quiera que entre, entra en esta fortaleza con foso.
Su sofá y la limpieza de su casa la mantienen no solo entretenida, la mantiene ocupada, las malas olores son lo peor para ella, de forma que todo lo que le huela a polvo, queda eliminado de manera automática, lejías, desinfectantes, ambientadores, lavadoras que a menudo se ponen porque sí, mucha de las prendas que lava están perfectamente limpias.
Después de eso, sofá, queda rendida, se emplea tan a fondo y le enseñaron desde pequeña a ser tan pulida, que el sofá vuelve de nuevo a ser de nuevo su salvación. Es su dueña y tiene todo el derecho de usarlo como quiera, pero en lo que se refiere a la cama, un colchón con su canapé nuevo de trinca, están ahí en una habitación que parece una especie de santuario al que nadie tiene el derecho de entrar salvo ella.
He hablado a menudo con ella dándole razones de por qué debería cambiar de hábitos en este sentido, más que nada para su mejor descanso, para ganar en salud… argumenta que no sería capaz de dormir en una cama después de todas las cosas que le han pasado en la vida. Nada, su sofá es su reino, su refugio y por abundar en el tema, cierra la conversación tapándose con una manta y no dejando ver ni su propia cabeza. La quiero porque es una excelente persona, solo eso hace que me distancie un poco de ella, la tozudez con que ve este asunto… lo digo porque poco a poco, se está destruyendo.

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