PAPEL Y PLUMA
No hay nada igual a esos
elementos para poder expresarse. Claro que el ordenador, los teléfonos móviles
han desbancado en cierta medida a estos rústicos elementos de la antigüedad. De
la antigüedad digo, pero no es cierto, miles, cierto, millones de personas han
sustituido el papel y el lápiz por estos modernos aparatos tecnológicos, pero
hace poco tiempo atrás, vi a un hombre sentado en la playa tratando de dibujar
la puesta de sol con solo un lápiz y un papel. Le pregunté si le importaba que
me sentara un rato a su lado para ver lo que hacía, se conoce que al hombre no
le importó que me sentara a su lado, al fin y al cabo ese espacio natural no es
de ninguna propiedad especial.
Los trazos de aquel lápiz eran
sin duda los de un maestro, imposible imitar la que hacía con un ordenador,
cual si fuera un Monet, aquel hombre entrado en años con una cabellera casi
blanca y larga sujeta con una cinta, iba ahora trazando, ahora difuminando con
la punta de sus dedos, lo que él entendía que era la puesta de sol delante del
mar, casi puedo decir que se podía percibir el sabor y el olor del mar en aquel
dibujo que a mi parecer, era perfecto.
Toma me dijo, ya que has tenido
la paciencia de observar ese esbozo, te lo regalo. Al principio lo rechacé con
la mano, pero el hombre, Matías insistió hasta el punto de obligarme a ponérmelo
en las manos me lo llevé para casa pero nunca he tenido la ocurrencia de
enmarcarlo ni esconderlo para que nadie lo vea, muy al contrario, lo tengo
colocado sobre la mesa del comedor de mi casa junto a un retrato de mis padres,
una fotografía de cuando se casaron, ¡Me da gozo verlo allí porqué ellos, los
dos, eran amantes del mar! Ahora, el recuerdo de ellos dos se duplica al estar
tan cerca del dibujo que tan amablemente me regaló aquel maestro dibujante.
La muestra de que siguen usando
estos elementos de escritura clásicos es, que todavía en las escuelas, sobre
todo de estudiantes recién llegados a los párvulos y que les invitan a que
copien del encerado lo que la maestra les dice, lo hacen a lápiz y papel,
también usan lápices a la cera que no son tóxicos porque los niños se lo llevan
todo a la boca, pero el ordenador queda relegado a un segundo término, a no ser
que los padres les regalen uno de juguete para su cumpleaños o navidades.
Incluso cuando hay que tomar
alguna nota rápida de algún boceto de obras por ejemplo o marcar por donde
tiene que bajar determinada línea que señala por donde pasará el agua o la
electricidad, los albañiles lo hacen con lápices especiales, duros, anchos, con
la punta casi plana, pero no deja de ser un lápiz que escribe sobre cualquier
superficie.
Pasando al otro extremo, a los
hombres ilustrados que se niegan a usar otra cosa que no sean estos elementos, usan
la pluma, la tinta, las letras que ya están es desuso, pero que conocen a la
perfección porque lo han hecho toda la vida. Muchas personas se asombrarían de
la destreza con que estos hombres llamados en su tiempo amanuenses, escriben y
asombran a la gente, clásica básicamente, que todavía echan mano de estos
esforzados escritores, para dejar plasmados en versos jamás imaginados de estos
hombres y mujeres, que también las hay, para escribir cartas de amor a sus
queridas personas qué aprecian el valor de estas letras inimitables por las
máquinas modernas.
Todavía hoy día hay personas que
se ganan la vida, mal pagada por cierto, para dar a conocer sus intenciones, a
aquellas otras que no esperan recibir semejantes regalos que les ganan el
corazón, a base de expresiones de cariño semejantes. Siendo sinceros, la pluma
y el papel no se pueden sustituir con nada. A base de usar papel sin cuadricular,
por la práctica que les da el uso de estos sencillos elementos, las gentes,
cada vez menos, que se dedican a escribir valiéndose de estos elementos, son
apreciadísimos por aquellos que saben el esfuerzo que han tenido que practicar
para poder hacer del lápiz y el papel, sus mejores herramientas.
No hay que subestimar pues, la
fuerza arrolladora que tiene estos sencillos elementos tan valiosos que cuando
se inventaron. Enseñar a nuestros hijos a leer y escribir, es lo mejor que
podemos hacer para que estos valores elementales, no se pierdan.
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