SABOR A TIERRA
Puede que alguien piense que la tierra no tiene sabor, no es así, la
tierra dependiendo de sus gentes tiene diferentes gustos. Tengo comprobado que
esto es así por las reacciones de las personas con las que trato, en algunas
provincias la gente es cerrada, en otras es abierta, hay diferencias notables
dependiendo de diferentes factores. Uno de ellos, creo yo, es debido a las
necesidades que han tenido estas personas para desarrollar sus vidas, otras,
cuanto más fácil lo han tenido para desarrollar sus vidas, son más huidizas a
hacer favores, a darse a otros, como si el futuro dependiera de lo que poseen y
que estas posesiones los librarán de males mayores.
“Favores a la gente los menos y seleccionar bien a quién los haces…”,
opinan una buena mayoría.
La tierra puede tener, de hecho tiene diferentes tonos, dependiendo de
lo que se quiera cultivar en ellas, pero bajo ningún pretexto se tiene que
cerrar la mano a los necesitados, la tierra al fin y al cabo se cierra, se
mezcla una con la otra, siempre queda algo, algún residuo de ella que hace que
si una parte es fútil, reverdezca gracias a otra pequeña porción, que de forma
invisible contiene minerales que enriquecen lo que uno pensaba que esa tierra
que pensaba que no servía para nada comienza a prosperar.
Eso es precisamente lo que quiero significar con el intercambio de
culturas, de costumbres, de sabores que probablemente nunca hubiéramos podido
imaginar conocer. Mi gente es de lo más, no pasan por alto necesidades que
pueda tener personalmente a pesar de ser para ellos un extraño. ¡Que sabor
tiene esta tierra…! Visitas inesperadas que te levantan el ánimo, apoyos que de
forma silenciosa van fortaleciendo el espíritu, que te dan ganas de luchar
porque somos tierras mezcladas.
Sucede con árboles que no dan el fruto apetecible o que son de poca
producción y que de pronto… al llegar la próxima estación, explotan de flores y
frutos, ¿de dónde ha salido toda esta marea de cambio siendo que el árbol es el
mismo? La Tierra tiene la respuesta, el carácter de la gente que observa con
detenimiento tú comportamiento. Solo hace falta una cosa de tú parte, dejarte
llevar por ellos, son ellos, no tú el recién llegado, el que marca la pauta.
El rey le dijo en una ocasión a su hija, que sería conveniente hacer
determinados planes para poder tener mayor poder y más influencia entre los
pueblos vecinos. La hija no vio claro el planteamiento de su padre a pesar de
ser el rey de modo que se lo expuso de forma clara. El resultado fue que con el
paso del tiempo, la princesa encontró accidentalmente durante uno de sus
múltiples viajes oficiales, a un simple herrero, que era de lo más honrado que
se conocía en la comarca. Fueron sus cualidades las que determinaron la decisión
de la elección de la princesa, su padre, el rey, ante la cordura y buen
criterio de su hija, sin la influencia de nadie, se casó con él.
No quería vivir en un castillo aunque su padre se lo ofreció de buen
grado, la herrería, el cariño con que trataba el herrero a la princesa, que
obviamente quiso dejar de serlo, fue su hogar, el nido donde desarrollaron sus
vidas sin tropiezos y bajo la protección del rey. No hacen falta, ni coacciones
ni lujos, ambiciones ni promesas que frecuentemente son vacías, para que la
tierra te acoja como persona.
Esa pequeña lectura, cuento si se quiere decir así, nos enseña que la
tierra se puede cambiar como todo lo demás en la vida, para ser feliz al margen
del lugar donde uno pueda estar, residir, vivir con el afán de hacer felices a
aquellos que nos rodean.
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