SOMOS HIJOS AJENOS
Oye que yo sé quiénes son mi padre y mi madre no te pases. La realidad
es que nadie discute sobre eso, pero todo el mundo sabe que somos solamente,
moléculas que vienen y van de un lugar a otro, esto es indiscutible y además
cierto. No importa si sabemos de cierto, quienes son nuestros padres, lo que es
dudoso es si nuestros progenitores siempre, y enfatizo siempre, han sido gente
fiel y que han mantenido los valores más elementales de la moral como parte de
sus vidas.
¡Cuántas sorpresas se llevan hombres y mujeres, cuando aparecen en
determinado momento, hijos que no sabían que tenían…! En algunos casos se utilizan
a estos niños (as), para chantajear a supuestos padres por cuestiones de
fortunas o solo, para joder la marrana. Sí, todos somos hijos ajenos, ajenos
cuando es el caso que son pequeños, de no saber de dónde vienen, y porqué de
golpe se encuentran en otro lado de la historia, la que ellos creían que era su
legítima vida.
Ese y no otro, es el motivo por el cual se puede afirmar que somos
hijos ajenos. Otros corren peor suerte, sus padres, al saber que no son hijos
legítimos suyos, pasan de ellos, los tienen con dolores de parto, como
cualquier otra madre, pero se limitan a mantenerlos sin hacerles el menor caso.
¿Has visto cómo juega al baloncesto mi hijo?, el hijo de ves a saber tú quién,
pero se enorgullecen de ellos solo en estos casos concretos, nada más.
Somos hijos ajenos, porque en algunos casos, no nos parecemos en nada a
nuestros padres, eso nos despersonaliza, no es que nos convierta en seres
extraterrestres, solo que algunos padres, lucen a los hijos como quién luce una
corbata nueva o en el caso de la madre, en un prendedor nuevo y caro. Todos
tenemos nuestro valor y eso hace que seamos gente digna de ser apreciada a
pesar de ser ajenos, ajenos a algunos padres, que pasan por alto muchas
características que son muy valiosas.
Hace poco tiempo atrás un niño, con su santa inocencia me dijo tanto a
mí como a mi esposa… “¡Me gustaría tanto que fuerais mis padres, no os
cambiaría por nada del mundo!” Se me calló el alma a los pies, el niño recibió
una bofetada de esas que hacen época, pero no pudo solucionar nada con ese
deseo suyo, pensé en la que se iba a ganar cuando llegara a su casa.
Hijos ajenos… eso es lo que en ese momento sintió este pobre crío, lo
dijo sin vergüenza alguna, lo suyo era pura sinceridad, alegría por esperar que
probablemente la respuesta sería… “A por nosotros os lo podéis quedar, no hace
otra cosa más que enredar…” Penoso e inmoral, no por el hecho de que dijeran
que sí a la propuesta de la criatura, más bien vergüenza ajena de que un niño
pequeño, de no más de siete años hubiera cavilado en su cabezita, esta
conclusión. A veces pienso, que no nos merecemos tener hijos en determinadas
circunstancias, cada vez se dan casos en que los niños son el blanco de las
iras de los padres, tanto madres como padres, en ocasiones, matan a sus hijos
como venganza contra cualquier cosa que les parezca que sus cónyuges les han
hecho, o que solamente sospechan que les han hecho.
Los hijos en estos casos, se convierten en moneda de cambio, por alguna
presunta putada que creen que su esposa o esposo les han hecho.
En este sentido los hijos somos, yo también he sido hijo aunque mis
padres siempre nos han querido a los tres hermanos y hasta nos han defendido,
cuando ha sido necesario, con sus propias vidas. En una ocasión, en la feria
que se organizó cerca de casa, concretamente en la Plaza de las Arenas de Barcelona,
ahora transformado en un espacio lúdico y en unos grandes almacenes, unos
chavales que me llevaban como mínimo cinco años de edad, se metieron conmigo y
mis hermanos tirándonos palomitas de maíz y faltándonos el respeto diciendo que
éramos unos cobardes y yo que sé cuántas cosas más, mi padre se puso en pie, se
acercó a ellos sin armar follón y al instante desaparecieron del banco donde
estaban sentados.
Me felicito de haber tenido padres como el mío, me hizo sentir un hijo propio
de mis padres, no los hubiera cambiado por nada del mundo. Lloré mucho su
muerte, no solo por la enfermedad que los abatió, además de eso, los lloré
porque perdía un castillo protector, siempre los consideré así, aunque la
muerte no es ajena a nadie, me pasé mucho tiempo pensando injustamente, ¿por qué
se los había de llevar a ellos con la falta que nos hacían?
----------------------
No hay comentarios:
Publicar un comentario