ESCUELA PARA FLORISTAS
Parece
que hasta para esto, para ser un buen florista se necesita título, ¡he que la
gente va en masa a aprender de que va el tema este! Comprendo por ejemplo, que
la curiosidad o la necesidad de ocupar tiempo en llevar a cabo un hobby lleve a
personas muchas de ellas con tiempo libre, a aprender a criar un bonsay, un
ciencia biológica que lleva muchos desarrollándose y haciendo que de pequeños árboles
salgan auténticas maravillas. Puede quién no crea que he comido higos de bonsay
que tienen cientos de años de antigüedad… pues es cierto, el maestro que
cuidaba de él decía que no había fruto mejor que aquel, el que sale de los bonsáis.
De
estos árboles puedes cosechar de todo, en lo referente a frutos me refiero,
otro forofo de los bonsáis, me dio a probar un día con cierto recelo, es
comprensible tienen a estos árboles como si fueran hijos suyos, una diminuta
granada. No podía creer el sabor y el olor que despedía aquel diminuto manjar,
fruta apreciadísima por reyes y sabios con una cantidad de cualidades
curativas, proteínicas y vitamínicas difíciles de encontrar en otros frutos.
El
negocio es de un amigo de escuela, del colegio quiero decir, se pasó veintidós años
en Japón por asuntos de trabajo, ya
sabéis, cuando comenzaba a desarrollarse el asunto de las computadoras y los
ordenadores. El trabajo le permitía mucho tiempo libre a diferencia de otros
que trabajan más horas que un reloj, hay relojes japoneses que señalan treinta
y seis horas en lugar de las habituales veinticuatro…, es broma, pero que
curran lo suyo si quieren ganar pasta y vivir en un apartamento de quince
metros cuadrados, eso es cierto como tres y dos son veinticuatro.
Que
paso un día por delante de una herboristería y veo una floristería, me llamaron
la atención las orquídeas entre otras muchas plantas, tenía que hacer un regalo
y pensé que el mejor modo de complacer a la mujer de mi amigo, era regalarle
una de esas extrañas y hermosas flores. Tras el mostrador donde atendía una
mujer algo mayor muy bonita, se intuía un biombo de cañas de bambú, y mesas
todas ellas juntas, donde casi en absoluto silencio, unas cuantas personas
sentadas con pequeñas herramientas, parecían ser todas ellas personalizadas, alicates,
pinzas, alambres de aluminio de diferentes colores, saquitos de tierra
fertilizada especialmente para este tipo de plantas tiestos cerámicos también
de diferentes colores medidas y formas.
Le
hice una señal a la señora para indicarle si podía mirar lo que estaban
haciendo aquellas personas, hombres y mujeres indistintamente, trabajaban, esa
fue la expresión que se me ocurrió, podaban, daban forma a sus plantas, pinos
extraños, ficus de todas las especies imaginables, me quedé parado, cuando la
señora que adquirió un ramo, seguramente para un regalo o evento importante
porque el ramo era inmenso, la dueña de la tienda se me acercó. ¿Sabía usted
que el cuidado de los bonsáis es toda una ciencia que a menudo se transmite de
padres a hijos y así hasta generaciones? Venga conmigo por favor quiero
mostrarle algo. Pasamos a una habitación con pinta de ser una exposición, que
era precisamente lo que era y me enseñó el árbol más maravilloso que jamás
había visto, un olivo de cientos de años, parecía muerto pero nada más alejado
de la realidad, su madera parecía carcomida por el tiempo, pero en muchos de
los extremos, a pesar de los huecos que presentaba el tronco, el olivo estaba
más vivo que yo, todo él era belleza pura, hasta el recipiente que lo sostenía
inmenso estaba todo él craquelado, su marido estuvo parcheando el tiesto, si
así se le podía llamar, para no tener necesidad de ser cambiado por otro. Sin
duda era el centro de atención de todos los afortunados que tenían oportunidad
de entrar en aquel templo lleno de vida vegetal y hasta se podría decir que
milenaria.
Sí
amigos, eso fue lo que me decidió a ser un cultivador de bonsáis, de pronto
sonó la campanilla de aviso que indicaba que alguien entraba en la tienda.
Señora, si le parece paso mañana y me cuenta cómo y de qué manera puedo formar
parte de esa familia de cultivadores de bonsáis.
Perfecto,
si viene usted a eso de las siete de la tarde tendré tiempo sobrado para poder
explicarle todo lo referente al tema de estas maravillosas joyas vivientes. Hablaba
de los bonsáis con solemnidad, con reverencia incluso, y entre tanto, al salir
de la tienda, olvidé recoger el regalo que tenía seleccionado para mi mujer, un
precioso reloj de pulsera que llevaba buscando desde hacía más de un año y que
ni por Internet había sido capaz de encontrar. Tuve que mentirle y decirle que
hasta mañana no lo tendrían preparado, el vendedor estaba tan triste como yo
pero ya no se podía hacer nada más que esperar que llegara la tarde siguiente.
Sabiendo que iba a cumplir con mi promesa se quedó un poco desilusionada pero
la cosa no pasó de ahí, salimos a cenar
a una pizzería y después de la primera botella de vino el asunto quedó zanjado.
Desde
entonces, que me apunté a aprender a cuidar bonsáis, mimarlos como algo
preciosísimo para mí, entendió que comenzaba a ir a una nueva universidad, la
de aprender a saber respetar lo que todos deberíamos apreciar como algo grande,
universal y hasta puede que eterno, el aprecio por lo que la naturaleza nos
regala a diario a pesar del desprecio que la mayoría sentimos por ella. “Tratamos
a la Tierra como mera basura y ella nos recompensa regalándonos flores” Sabias
palabras las de Confucio, que animan el espíritu de todos los que descubrimos
que hay muchas más cosas en el exterior, a nuestro alrededor, que lo que
meramente vemos como meros objetos.
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