DESDE QUE ESTOY AQUÍ…
Todo ha cambiado de una forma pasmosa, no estoy acostumbrado a los
encierros, del mismo modo que nadie se acostumbra, a estar sujeto a
determinados horarios, que te indican cuando y como debes de comer y cuando
hacerlo. Es jodido… al principio te acostumbras a deambular por los amplios
pasillos, que te conducen a todas las estancias, la mayoría las vas
descubriendo, poco a poco, cuando algo no te resulta familiar, y hasta te
puedes perder entre tanto pasillo, ascensores, escaleras que llevan a algún
lugar que desconoces pero que en definitiva no te puedes perder.
Se te llega a hacer familiar esta conocida frase “Todos los caminos llevan a Roma”, pues eso
pasa en ese complejo súper gigante, en el que encuentras de todo, en cualquier
dirección que tomes. La mayoría de las personas que estamos residiendo aquí,
somos inválidos de alguna forma. Yo no me tengo por tal, es por eso que tienen
unos precios especiales para los que podemos entrar y salir con toda libertad
de la residencia.
Desde que estoy aquí, he comprendido, que a pesar de las limitaciones
de las personas, todos somos iguales, este hecho me ayuda a ver los viejecitos como personas que solo son
gente mayor que no tienen dónde acudir, es el mejor lugar donde podrían estar
bien vistos. Desde que estoy aquí los abuelitos me caen simpáticos, te repiten
sus vidas sin cesar, cada noche a la hora de cenar, cada mañana cuando hace
cola cuando hacen cola para desayunar, cada mediodía cuando se sientan en la
mesa, te piden que le ayudes a abrir las bebidas precintadas, o ayudarles a
pelar las frutas del postre.
Desde que estoy aquí, todo está adquiriendo un nuevo color en la vida,
aquí las cosas son completamente diferentes de cuando estás en la calle. No es
que estés preso, estás protegido, que es como ellos se sienten, algunos tienen
miedo de salir hasta de sus habitaciones, a los paseos les tienen fobia si no
fuera porqué a determinada hora llegan sus hijos y nietos y los estimulan a que
salgan al hermoso patio que tenemos en el exterior. El rumor de la fuente del
agua, que sale a borbotones en el centro del jardín, nos dan ánimo para poder hacer
más llevadera esta clase de vida.
No es ninguna crueldad tener a los abuelos que no puedas cuidar en
lugares como ese, es simplemente, una cuestión de acostumbrarse y adaptarse a
esta clase de vida, solo los que estamos
ahí, sabemos interpretar de forma normal que tenemos aquello que necesitamos.
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