sábado, 30 de junio de 2012

UN RÍO LLENO DE VIDA Y COLOR.

                                   
                                  UN RIO LLENO DE VIDA Y COLOR.


En la montaña, uno se sustrae de todo lo fatuo y confuso. Sea que te sientes a contemplar las riquezas de sus aires, sea que camines por sus sendas, todo está lleno de vida. Llegado un momento crees… que es pecado pisar determinadas sendas, hay debajo de tus pies diminutos animales que hacen sus labores, desde hormigas a todo un surtido de bichos, que lejos de ser nocivos, tienen su misión, su lugar en ese su espacio.
Es sorprendente lo que se puede aprende si te sientas al lado de un camino de montaña, atender a cada ruido que llega de un lado, sobre la copa de un árbol. De una pequeña fuente, que de forma suave, discurre por entre tus pies, calma pero constante. Ahora parado ahí, se ve a una lagartija pasar a toda velocidad, ¿vendrá de comer insectos, o se apresura a ir en pos de ellos por ser la hora de comer?.
Bellísima forma de entender la supervivencia, hermoso modo de entender cómo se sobrevive en un espacio hostil para nosotros, los humanos. Claro que sería mucho mejor si tuviera alguna formación en este campo, el de la biología por ejemplo, quizás  disfrutaría más y mejor de todo lo que me rodea ahora.
Pero con toda franqueza, para los neófitos en estas materias, el campo, el bosque, el monte, es para disfrutarlo a pulmón abierto. Cuando sus preciosos aires inunda tus pulmones, te olvidas de las formalidades de la ciudad, pisotearías las corbatas y trajes que esa otra civilización te obliga a usar. Somos tierra y de la tierra venimos, no es extraño que civilizaciones actuales, la adoren, en muchos lugares de centro América le llaman “Pachamama” –la tierra madre-, la adoran como otros adoran en sus inútiles templos a santos y cruces.
Llevados por los beneficios de esta, adoran a los ríos, fuentes de vida y alimento para los suyos, y los tratan con el mismo  mimo que nosotros tratamos a nuestros hijos.
Ríos de aguas caudalosas, con torrentes que cambian de color, que salen de las entrañas de la tierra para alimentar con su fruto, igual que lo hace un árbol, a las familias que viven a su alrededor, y estos los complacen en cuanto echan una red al agua de cualquiera de ellos, o a alguno de sus lagos de alta montaña.
Saben que el rio, bien tratado, les seguirá dando todo aquello que deseen. Lo mismo que esos tubérculos que también explotan de forma cuidadosa. Ojalá supiéramos nosotros igual que ellos, usar los ríos de igual manera, no como estercoleros, donde después de determinado tiempo, tienen que llegar máquinas y voluntarios a desenterrar de ellos, coches, motos, frigoríficos, baterías de coche, neumáticos viejos.
Todo por no acercarnos a los lugares debidos, a basureros legales, donde tratan todo ello con el fin de hacer que los ríos y bosques sigan sirviendo para lo que están destinados, hacernos felices, a nosotros y a nuestros hijos.
Hace poco, cuando las personas éramos menos civilizadas, los bosques y ríos estaban más limpios, pero con la civilización ha llegado la cordura, el entendimiento de que estos sitios deben ser lugares de culto. Para esquiadores, para foráneos sin escrúpulos que dejan a los lados del camino plásticos y rodadas de coches todoterrenos, surcos que luego desvían de forma natural las aguas, haciendo que las lluvias se dirijan a lugares inconvenientes, que hacen que los desprendimientos se lleven la montaña abajo, que esos riachuelos se lleven la riqueza del suelo montaña abajo.
Desprendimientos, sedimentos ricos en minerales, que acaban en el fondo de los ríos sin razón natural alguna, pero que hacen ricos a aquellos que invirtieron en estas instalaciones, donde grandes y pequeños disfrutan del corto invierno, si es que nieva lo suficiente, cuando no lo hace, maldicen a la montaña, como si esta tuviera la culpa de lo que cae o no de los cielos.
Obtusos, miopes que no somos capaces de ver en su conjunto los beneficios de ser humanos, animales inteligentes, los únicos con capacidad de raciocinio, para leer entre líneas, las consecuencias de las heridas de nuestra particular guerra, la guerra entre nosotros mismos. Una que se lleva a cabo en lugares oficiales y que tiene como objeto, ver quien tiene más poder, el poder del dinero, dinero que sale de los árboles que derriban, con el único objeto de ser más grandes y fuertes.
Seguramente que a la hora de negociar con todo este papel –el dinero no es más que eso-, no quieren ver, cuántos árboles han hecho falta talar para dar forma a esos billetes que solo se embolsarán los más grandes y que nosotros los que vamos a pié, deberemos reconvertir en sendos beneficios para ellos, eso por lo que nos pagan y con lo que nos pagan, con papel de los adorados árboles que admiramos en nuestras vacaciones.
Pero hay una cosa que ignoran, o que va más halla de sus pomposos discursos, que la tierra nos da, los ríos nos prestan todo cuanto hay en él, pero luego nos pasará cuentas de todo el esfuerzo que está haciendo por recuperarse por sí mismo.


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viernes, 29 de junio de 2012

AMABLE Y PODEROSA.


                                            AMABLE Y PODEROSA.


Desde siempre, hasta cuando era pequeña tenía metas presentes, quería ser esposa y buena madre.
Muchos pudieran pensar que ese es un deseo normal; no es así siempre. Pero Emilia tenía metas, algunas desplegadas delante de todos “Me gustaría ser enfermera, y si no, ser maestra de escuela…”, ¡tantos deseos insensatos tenemos cuando somos inmaduros…!. Pero claro, a diferencia de otras mujeres, en griego, su nombre significa “bondad, amable”, y esa corona la adorna, rezuma por entre sus poros estas cualidades propias de su nombre.
Emilia, mientras otras buscan belleza física, ella se viste de hermosura, hermosura propia de diosas que son inalcanzables para simples humanos. No le hacen falta aloes ni pinturas, que ensalcen lo que de por sí lleva como seña de identidad.
¡Pobres fatuas figuras las que se quieran comparar con ella…!, ¿adónde van a acudir para que se las compare con ella, que tribunal, que jueces creen que les van a dar el visto bueno a su lado?.
Me enorgullezco de ella, la tengo como amiga en este santo templo, que mide las cualidades de las gentes, no su apariencia.
Preguntad si no a los que están a su lado, nadie, ninguno de ellos, os dirán de sus defectos, todos conocen los argumentos con los que va por la vida, esposo, hijos, nietos… todos están de acuerdo.
A nadie deja indiferente, la bondad, la amabilidad, que es al fin y al cabo su nombre, es como un estandarte, una bandera distintiva que por donde pasa triunfa. De lejos se ven sus colores, los tambores que tocan los suyos advierten, que con ella llega la paz, la concordia y el buen hacer que van ligados a su nombre, Emilia. “Aimilios”, amable, la gran trabajadora. “Aemilius” en latín,  -la que se esfuerza en su trabajo, la que hace de lo viejo cosas nuevas, la que se enfrenta sin miedo a los grandes retos.-
Germá meu, puedes estar contento de tener este baluarte, de tener esa plaza fuerte que siempre te ha defendido ante todos y todo.
Si de mí dependiera, estaría desenterrando más cualidades de ella, tú compañera, pero esa es la porción que a ti te toca. En mi caso solo puedo decir de ella, que sus cualidades son grandes como su risa.
No me corresponde a mí, este antiguo amigo, ensalzarla más. Solo invitaros a que la conozcáis, si después de lo dicho pensáis que os engaño, o que he exagerado la nota respecto a ella, pedirme responsabilidades a mí, que la conozco de veras.


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ESE LARGO INVIERNO CALUROSO.


                                        ESE LARGO INVIERNO CALUROSO…


Comenzó por ser tibio, las gentes de las ciudades, atribuían ese calor poco común a la contaminación del aire, a la falta de lluvias, que hacía que en determinados momentos, el aire fuera irrespirable.
Vecinos de mi escalera, discutían sobre qué era lo que hacía que ese invierno se presentara de forma tan anormal y curiosa. Incluso, algunos, todavía huían los fines de semana a los lugares más cercanos de la costa para refrescarse. Lo cierto es que las temperaturas, subían de forma alarmante y entre semana, más de la mitad de la población salían a la calle en mangas de camisa, los operarios de las obras públicas, con el torso desnudo, paleaban tierra, trabajaban con las máquinas compresoras de aire vibradoras, y grupos electrógenos.
De otro barrio de la ciudad todavía más caluroso, sin embargo, las mujeres salían a la compra con sendos abrigos, gorros de todo tipo, botas de abrigo y bufandas. Esto, en una gran ciudad pasa desapercibido, nadie se fija en nadie, mientras unos se secaban la sudor que manaba de sus frentes, otros y otras iban abrigados hasta las cejas.
En el cruce de una rambla de pronto se oyó un estruendo, dos coches habían chocado, a cuál de ellos quedó peor, el que conducía la mujer quedó destrozado, subido en la acera y arrollando las mesas de una terraza donde había gente disfrutando de unos refrescos.
“Señora, ¿se puede saber que le pasa?, se ha saltado el semáforo en rojo, mire usted la que ha liado.”   -Eso digo yo, que puñetas haces conduciendo así, yo tengo el semáforo en verde y tú vas y te lanzas a la carrera, ¡habrase visto!, eres  un peligro público, o estás bebido o estás loco una de dos.-
La mujer casi no se podía mover dentro del coche de la ropa que llevaba encima, mientras, el hombre que conducía un coche de reparto, solo vestía una camiseta y un pantalón fino con unas sandalias ligeras. Llegado el coche de atestados de la policía, no pudo sacar conclusiones de que era lo que había sucedido, el sargento con una parca de invierno y guantes, bajó del furgón muerto de frio, se acercó a los conductores con los hombros encogidos por el frio.
“Vamos a ver ¿qué ha pasado aquí?”
Los dos exponían sus razones al mismo tiempo, gritaban, el sargento levantó la mano en señal de calma “Por favor señores, vamos a ver si aclaramos las cosas que no está el horno para bollos. Hable usted señora.”
-Este hombre que se ha saltado el semáforo en rojo. No he podido hacer nada por evitarlo, se me ha echado encima como un misil.-
“He oiga, la que se ha saltado el semáforo ha sido usted, era yo quién lo tenía verde, la prueba es que todos los que venían por los diferentes carriles de la calle circulaban conmigo, y a la misma velocidad, ya sabemos todos que en cien metros llega otro semáforo.
Al final, un parte amistoso era lo más conveniente. Pero ninguno de los dos quería reconocer la invasión de ese espacio sagrado marcado por los semáforos. A su alrededor, la gente circulaba con toda tranquilidad, estaban demasiado acostumbrados a ver situaciones como esa. Además, nadie quiere  verse involucrado en un hecho de ese tipo, luego llegan mandatos de los juzgados para declarar que es lo que han visto, y eso, no le interesa a nadie, bastante tienen con aguantar ese difícil invierno caluroso.
La cosa no pasó a mayores, se tomó declaración a los dos conductores, y las grúas llegaron para retirar a los vehículos para llevarlos a las direcciones que se les indicaran.
En un banco de la acera, había un hombre mayor, ojeaba un periódico de la semana anterior, él sí que vio todo lo sucedido, negaba con la cabeza, paraba, ojeaba el diario, levantaba la vista, observaba y volvía a su periódico, una chica joven se sentó a su lado dejando cierta distancia entre los dos.
-¿Qué pasa chica, por qué lloras, te puedo ayudar en algo.?
-¿Disculpe…?, no creo conocerle, ¿por qué me pregunta si lloro, que sabe usted?.-
-Es verdad, no sé cómo se me ha ocurrido preguntar, disculpa, pero de cualquier modo sé que has estado llorando. ¿Te das cuenta del desatino que vivimos?, gente que va medio desnuda por el calor, otros por el contrario van abrigados a más no poder, ¿no te parece que eso es suficiente para que estemos todos deprimidos. Sé que tú también lo notas, y seguramente te estás preguntando, cómo hemos llegado a este estado de cosas. Ya no sabemos de cierto, si hace frio o calor, cómo debemos comportarnos con los demás, a quién buscar que sea como uno quiere, todo esto deprime mucho.-
La muchacha, comenzó a prestarle atención, pasó un brazo por el respaldo del banco que les servía de asiento.
-Tiene razón, ¿cómo podemos salir de este laberinto?.-
-No podemos, o nos aclimatamos o morimos. Cuando yo era joven, nada de esto pasaba, la gente aceptaba los cambios con total normalidad, creo que nos hemos vuelto demasiado rebeldes, demasiado exigentes, la prueba la tienes ahí, mira a toda esta gente que está esperando cruzar el semáforo, todos estos peatones tienen diferentes objetivos, ilusiones, y todos y cada uno de ellos creen tener razón en su interior, es por eso que confunden los intereses de sus vidas, a ti te ha pasado algo parecido, estoy seguro de ello.
-Sabe usted, le digo con toda franqueza, que ya no me interesa nada ni nadie, no sé si soy extremista en este razonamiento pero es así como me siento ahora.-
-Pues si te encuentras así ahora… imagínate cuando seas un poco mayor, probablemente acabarás como yo.
-¿Cómo ha acabado usted si puede saberse.?
-Pues mira, voy desnudo, no tengo prenda que me tape, ya no sé que ponerme ni cuando hacerlo.-
-¡Es verdad, no me había fijado…!.
-¿Lo ves?, es como te digo, no hay más. Si me aceptas una sugerencia, procura ser tú misma sin temer a nadie, camina así por la ciudad, seguramente encontrarás a alguien que saque las mismas conclusiones que estamos discutiendo aquí, entonces aprovecha estos momentos, son instantes irrepetibles en nuestra vida. Lo demás, lo trae o se lo lleva, el viento.


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miércoles, 27 de junio de 2012

ESCAPEMOS AL OTRO LADO DE LA FURIA.


                      ESCAPES AL OTRO LADO DE LA FURIA.


Tomo el sol, me apeo del trajín del tiempo, vuelvo a casa y vuelvo a ver las caras de estupor y desconcierto de los míos.
No pueden disimularlo, a pesar de tener motivos sobrados para ser felices, por el simple hecho de estar vivos, se les ve tristes, se les nota inquietos, ¿por qué nos ha pasado esto a nosotros?, se preguntan, llevan razón en algunas cosas.
Teníamos una buena casa, no era gran cosa, pero era nuestra. Del banco mejor dicho, porque son ellos los que administran las razones de las cosas, por decirlo de otro modo, te dicen como debes gastar tú dinero, el que tú ganas, el que sudas con el esfuerzo del trabajo a menudo mal pagado.
Te sugieren, te aconsejan y al final te exigen de una manera u otra, como puedes usar lo poco que te queda. Solo les falta hacer de dietistas, y poner en la entrada del banco, a alguien que entienda de estos temas.
Quieren mandar sobre nuestros dineros y ahora sobre nuestras barrigas, que ellos ven que todavía están demasiado gordas, bien desarrolladas.
“Nada, a estos hay que exprimirlos un poco más, todavía están por encima de los cánones de la miseria… vamos a seguir así. ¡Oye Leopoldo, si viene fulanito a pedir dinero… nada de nada!, les dices que no podemos, que no tenemos ni un duro, y si hace falta, les pones esa cara de penita que tú sabes poner como nadie, al fin y al cabo para eso se te ha contratado.”
Y la furia va creciendo, en tú interior se acumulan como en una batería, fuerzas que llegan a confundirte, que si se desatan pueden causar una catástrofe, pero toda esta gente, está ausente de ese probable cataclismo que puede estallar en cualquier instante.
Como somos buena gente, personas conscientes, que vivimos el drama diario de personas que son desahuciadas, miramos de parar los ánimos destructivos, iconoclastas, de aquellos que ya están hartos de sufrir, o que ya no tienen nada por lo que sufrir, logramos apaciguar las malas actitudes de este pueblo que tiene toda la razón del mundo, que están furiosos.
Se les debe apartar de estos pensamientos antes  de que sea demasiado tarde, pero ¿cómo?. Lo mejor será crear una nueva sociedad dentro de esta, que esté apartada pero dentro, y se me ocurre la idea de ir a un pueblo de estos, que hace veinte años que está abandonado.
Casi todos lo aceptan, salvo unos cuantos, estos son los más temerosos, pero siguen al resto porque, parte de sus familias aprueba la idea, y no quieren dividir la familia.
Al principio todo va bien, como una seda, todos trabajamos unidos porque todos estamos afectados por igual, por las mismas miserias, y el cuerpo así como el alma tiene sus límites. En el mayor de los secretos, los que estamos involucrados dentro del proyecto, nos afanamos para dar comodidad aunque sea relativa, primero a nuestros pequeños, ellos son los que en el futuro hablarán de lo que hicieron sus mayores, el milagro de levantar por decirlo así, una nueva nación.
Todo ha sido una utopía, nada ni nadie puede escapar o aislarse del sistema. Uso esta expresión “sistema”, por la razón de que hasta en el lugar más perdido del mundo necesitas documentos que te acrediten, estos están en manos del estado.
Dicen los tecnócratas que eso es realmente para que se consiga un orden, pero ¿qué orden puede haber en el momento que te llega una carta certificada que te comunica que te echan de tú casa?, has perdido el trabajo, has perdido las subvenciones que el estado de derecho te asiste, te despojan de la dignidad que mereces y además, le sigues debiendo dinero a los bancos que dicen  “Usted firmó unos documentos que lo comprometían hasta terminar de pagar su casa.”
Lo peor es, que les han quitado la casa a tus mayores que ya la tenían pagada y la dieron como garantía para que yo comprara la mía. En el trabajo cuando hicieron el ERE, nos quedamos fuera de cualquier arreglo con la empresa. Todos los que levantamos nuestro pequeño mundo nuevo, estamos en la misma situación. La solución solo pasa por ser como los antiguos numantinos, hacemos una gran hoguera en el centro de la plaza y allí que vamos todos, personas, sentimientos y emociones, porque cosas no nos quedan más que las que llevamos puestas encima.
Termina el drama, los primeros en entrar a la ciudad después de la policía, son los banqueros, quieren saber si hay algo que puedan rescatar de la quema.
Solo encuentran las cenizas de gente que quisieron escapar de la furia del sistema. Encima, lo único que se les ocurre decir es: “¡Serán desgraciados…!, se han ido sin pagar, ahora que los teníamos localizados.”


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lunes, 25 de junio de 2012

S.O.S


                                                    S.O.S


Estoy lleno de vacios, de recuerdos de personas y cosas que me hacen pensar en que Zeus me tiene en sus manos irremediablemente. Son sentimientos que se solapan unos sobre los otros, y que me dejan cas sin aliento, digo sin aliento porque estos sentimientos te ahogan, te catapultan sin poder evitarlo más allá de los infiernos conocidos.
Entonces, cuando estás en este estadio, se hace difícil pensar con acierto, solo se me ocurre encender un fuego grande en mitad de la playa donde he ido a parar, me hiero las manos arrancando ramas bien floridas de la jungla próxima para trazar con ellas un símbolo, SOS, estudio el modo y manera de hacer las letras grandes pero proporcionadas, que se vean claramente desde el espacio.
¡Seré estúpido…!, llevo días aquí y todavía no he oído un solo avión, ni grande ni pequeño, ¿para qué tanto esfuerzo?.
Hablo con los míos, les transmito mi angustia pero de pronto lo dejo, ¿entenderán el cómo y el porqué hago esto?. Ponen interés, sin duda, es entonces cando llega el capítulo del consejo. Lo mejor que puedes hacer es esto y lo otro, olvídate de momento, no te apresures, deja que corra el tiempo.
Todo esto está muy bien, pero… es que me estoy muriendo… muriéndome por volver a estar en las cuentas de todos.
Estoy harto de que mi corazón golpee mi pecho como si fuera una maza que me puede matar de pena, para los demás es fácil dar consejo, ellos tienen acceso a todo y a todos, mientras estoy en un paréntesis constante.
De poco o de nada sirve revelarse, alimento el fuego para que me vean, pero nada, siguen pasando las semanas, me alimento de lo que puedo, temo llegar a ser un animal sin razonamiento.
La marea, que yo desconozco hasta que punto sube y baja, se está llevando mis últimos consuelos, ahora solo cabe volver a empezar, un poco más lejos de la orilla.
Pero… las fuerzas, las pocas que tengo, sirven solo para que me arrastre por el suelo.
Ahora lo único que se me ocurre, es coger una hoja seca de plátano y con un carbón escribir sobre ella… “A mi familia: Estuve aquí esperando mucho tiempo, perdón por haber naufragado tan lejos, no me lo tengáis en cuenta.     
P.D. Si alguien me encuentra, no se lo diga a nadie, no soy nadie, ni a nadie pertenezco. Si no les entretengo mucho con esta petición por favor quémenme, solo les pido esto.


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ES BUENO LLORAR CADA DÍA UN POCO.


                             ES BUENO LLORAR CADA DÍA UN POCO.


Todos, una procesión fúnebre caminan acompañando al féretro. Los coches siguen al muerto hasta su última morada, todos callados, algunos casi desfallecidos son sujetados por los familiares más allegados. Finalmente todos se paran ante una parte del gran cementerio, se preparan las cosas para que los operarios suban el ataúd hasta el lugar indicado de antemano.
Todos los presentes saben las circunstancias que han llevado a la muerte súbita de Manuel, un accidente de tráfico. Luis su amigo íntimo, todavía va con muletas, era el copiloto de Manuel, la velocidad y la confianza en el conocimiento de la carretera, hizo que Manuel se confiara demasiado, saliendo de una curva que conocía con los ojos cerrados, hizo que otro coche mucho más grande y potente se le viniera encima sin darse ni cuenta.
El resultado estaba a la vista ese día, la muerte lo atenazó, empezando a vivir la vida. Algunos lloran por dentro, intentando en vano tragar la angustia que los tiene conmocionados, ¡vaya forma de morir! se dicen unos, otros no pueden reprimir las lágrimas, acongojados esconden sus rostros, no quieren que les vean llorar, son hombres de edad, no está bien que se les vea así, ¿qué pensará la familia de ellos si los ven?.
Terminado el acontecimiento, se van dispersando, dando el pésame, estrechándose las manos. Carmelo e Isabel los padres de Manuel están deshechos, Isabel casi no se sostiene, ¡su único hijo…!. Carlota, la mujer de Manuel con seis meses de embarazo, está con la mirada perdida entre la gente y el nicho donde han colocado a su marido. Está bastante serena, pero es solo un espejismo, de pronto, temblando, se echa a llorar desconsoladamente retorciendo entre sus manos el pañuelo con el que seca sus lágrimas ¿qué estará pensando en ese momento?.
Estas cosas traen mucha incertidumbre a los que quedan con vida, a la familia primero y luego a los amigos, todavía lo recuerdan riendo en sus salidas a la playa. Moreno, de estatura media y siempre hablando de coches, reuniéndose con los amigos en la temporada de carreras de coches de fórmula 1, hasta recuerdan la vez que fueron al circuito de Montmeló, donde ganó Fernando Alonso cuando estaba en la escudería Renault.
¡Como se lo pasaron ese día!, llegó afónico a casa, de los gritos que había dado en el circuito cuando veía pasar a los bólidos por meta a trescientos por hora. Luis su amigo, se le abrazó como si los dos hubieran ganado la carrera. Manuel recordaba que hasta lloró cuando oyó el himno de España, eran lágrimas de alegría, luego de vuelta casa, le dijo a su amigo Luis que se encontraba realmente bien,  “¿Qué cosas no Luis?, en un mismo momento hemos reído y llorado, parce mentira, ¿de qué pasta estamos hechos los humanos?, me lo pregunto más veces… me pasó lo mismo cuando Carlota me dijo que estaba embarazada, me vino a buscar al trabajo, me dijo: Vamos a tomar algo, y en el bar me lo dijo, la levanté del suelo, bailé como un poseso con ella en casa, y luego me dio la risa, estuvimos así dos horas. Y no te digo nada de cuando fuimos a casa de mis padres, en cuanto se lo dijimos, bueno, más bien le dije a Carlota que se lo dijera ella, mi madre se puso a llorar como una Magdalena, mi padre la  besó y luego a mí, pero ese día nos montamos una fiesta que para que te cuento.”
Y ahora lo estaban enterrando, ¡que paradojas…!, parecía mentira que esto les pudiera estar pasando, pero estaba pasando, era cierto, no era ningún sueño, era una cruda realidad que destruía a todos los que le rodeaban, por lo menos un poco, porque  de estas cosas uno se cura, empieza a pasar el tiempo, la vida continua y las nuevas circunstancias hacen que se vayan cauterizando las heridas.
De ahí que pasado un poco de tiempo, las lágrimas de pena se volvieran en lágrimas de alegría, Carlota dio a luz un niño precioso que se llamó como su padre, aunque él no hubiera querido que llevara su nombre, para él tenían pensado el nombre de Germán como su bisabuelo. Por otra parte, la madre creyó oportuno que llevara su nombre en memoria de él, toda la familia estuvo de acuerdo, se derramaron muchas lágrimas de felicidad por esta cuestión. Esta vez, el padre de Manuel, Carmelo, no pudo por menos que soltar algunas lágrimas, mezcla de pena y de alegría.
Luis su amigo íntimo, con el tiempo se fue encariñando de la criatura, un par de veces en semana se llevaba al pequeño al parque de al lado de las viviendas, hasta en una ocasión que hacía mucho calor, se bañaron en la fuente del delfín, era grande y además muy segura, la limpiaban con regularidad de modo que el suelo no resbalaba y la profundidad era tan solo de unos cincuenta centímetros, ¡cuánto se reían con el crío Carlota y Luis…!, ese verano Luis arregló los asuntos para que fueran los cinco al apartamento de un amigo que no iba a usarlo ese año y que se lo prestó a él. En primera línea de mar, fantástico, espacioso y seguro para el niño Manuel.
Uno de los primeros días de playa, el abuelo Carmelo bajó antes para poner la sombrilla y las toallas en el suelo, a la hora bajaron el resto de la familia, Luis sabía que iba a haber discusión, no sabía hasta que punto, pero que se discutiría era seguro. Todos tomaron su sitio, Luis sobre una toalla grande, donde estaba estampada la imagen del Renault que pilotaba Fernando Alonso, Carlota como siempre que iba a la playa se despojó de la parte de arriba del bikini y se aplicó crema de protección.
Isabel se quedó mirando a su nuera y luego miró a Carmelo, este, estaba leyendo la prensa sentado en su silla de playa, su suegra no pudo por menos que decirle  “Pero chica, ¿dónde vas con las tetas al aire?.” Carlota se sorprendió por aquella pregunta  “Siempre he tomado el sol así, por qué debería taparme ahora?.” La mujer no quiso insistir, pero era evidente que le molestaba. Entonces Luis cogió al niño después de remojarse un poco y se sentó con él en la orilla, de pronto vino una ola y lo volcó hacia atrás, se dio un susto de aúpa y se puso a gatear hacia su madre. Cuando ésta lo vio, le entró la risa, de hecho todos rieron a costa del trago de agua que se había dado el crío, su madre le dio agua dulce y todo pasó en un momento, le costó convencerlo para que volviera a la orilla, esta vez acompañado de su madre que aprovechó el momento para bañarse.
Las siguientes lágrimas, se derramaron cuando Carlota se casó con Luis al cabo de un año, habían pasado casi tres desde que su amigo Manuel murió, se casaron en el juzgado de Aras de los Olmos en la provincia de Teruel, luego celebraron en una casa rural un pequeño banquete para la familia y amigos íntimos. Se derramaron lágrimas recordando viejos tiempos y también tiempos que se esperaban felices, todo el mundo sin excepción estuvo de acuerdo con la boda, era lo mejor decían, si era el caso de que se quisieran. Hasta donde sabemos así fue, pero tanto el uno como el otro, por diferentes razones claro, no se olvidaban de llorar un poco cada día.


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domingo, 24 de junio de 2012

LOS TRES MERLONES DE MI CASTILLO.

                   
                   LOS TRES MERLONES DE MI CASTILLO.


Todos los castillos son vulnerables, no importa cuán grandes sean, ni el ancho de sus murallas. Los grandes estrategas, cuando se encuentran ante un desafío importante, aparte de contar con sus tropas, cuentan con los lugares más débiles de la fortaleza.
Miran desde lo lejos, introducen espías dentro de la ciudadela, toman en cuenta todos los detalles que puedan ser importantes por absurdos que puedan parecer. Por donde pueden incendiarlo, con cuántos soldados cuentan… no dejan nada al azar, las almenas o merlones son puntos estratégicos sin los cuales, una fortaleza sería indefendible.
Pues mira, mi castillo tiene tres merlones, cada uno de ellos igual de importante, se complementan y siempre están de guardia, es decir, siempre están vigilados por personas responsables. Estas guardas dan la voz de alarma en caso preciso, ya sea tocando el cuerno, o haciendo sonar los tambores de guerra en caso de invasión.
Son vitales para mi vida actual, ellas, -excelentes vigilantes-, no duermen cuando hay posibilidades de asalto, no comen si es preciso, solo vigilan, saben que sin su ayuda, este castillo caería más temprano que tarde. Me anima verlas siempre dispuestas, a su vez, hace que yo esté confiado, de que nada se escapa de su aguda vista.
Mi esposa, mi hija y su compañera, hacen un trío perfecto a la hora de materializar esta vigilancia. Entre ellas hay muy buena comunicación, y es precisamente eso, lo que hace que me mantenga en pié.
Estas guardas son envidiables ¡cuántos nobles y tiranos las querrían para ellos…!, pero hoy por hoy, prefieren estar junto a mí, sin sueldo alguno, incondicionalmente, a mí lado, ¡como agradecer tanta deferencia, tanta disposición, tanta entrega!. Sufren cuando ven que alguien, desde la lejanía, quiere acercarse sin permiso a este castillo que también lo es suyo.
Todos los que vivimos dentro de estas murallas, están seguros, y se nota, por la tranquilidad que se respira entre el patio de armas y el cuartel de la guardia, cuando las gentes caminan por el camino de ronda. Y cuando al pasar admiran la torre del homenaje, se sienten seguros al ver que en lo alto, siempre una de ellas está vigilante, con la mano sobre su frente para que el sol no la engañe.
Otra desde su merlón, está atenta siempre a que el puente levadizo esté despejado, por si acaso algún enemigo quisiera cruzarlo sin permiso, sin dar el santo y seña. El adarve cubierto, siempre bien pertrechado de elementos de rechazo, están atentos siempre a la señal que reciben desde las almenas principales. No fallan nunca, por eso son tan deseables, por eso les confío mi vida.
¿Qué pueden fallar un día de estos…?, claro está, pero no por ello voy a prescindir de ellas. ¿Acaso no fallamos cualquiera de nosotros?, cometemos errores, muchos por cierto, somos humanos, soldados, pero humanos. De manera que, quién quiera convencerme de que prescinda de estas magníficas soldados, no lo logrará, están aquí en su puesto porque han entendido que es la mejor postura, pueden cambiar, por supuesto que sí, pero no por ello se les debería tachar de traidoras.
No sirven por intereses ocultos, me consta que es así, forman parte de mi consejo de ministros de la región, de nuestro campo de visión. Si algún día por la razón que sea cambian de dueño, no podré menos que seguir estándoles agradecido, porque durante el tiempo de su servicio, lo han hecho con profunda convicción. Eso es lealtad.


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sábado, 23 de junio de 2012

LA MANTA EN EL TENDEDERO.


                         LA MANTA EN EL TENDEDERO.


-¿Quiere que la ayude Agapita?, esta manta pesa mucho, y más mojada. –Esta mujer es Maruja la vecina-
-No quita, vas a subir ahora a casa solo por eso, ya la tiendo yo solo me queda esta manta que secar, gracias.
Maruja es de estas mujeres que cuando se levanta ya lo tiene todo hecho, su marido se levanta a las cinco de la mañana, baja al bar se toma un coñac, y coge el todoterreno de la empresa, para recoger al resto del personal que trabaja con él en la cantera. No vuelve hasta las siete y media o las ocho, deja al personal en sus casas y él se recoge en la suya. Atiende la cena que su mujer la ha preparado, aunque ella no cena, ha estado picando de aquí y allá mientras estaba cocinando, que su marido quiere comida de cuchara, no esas bobadas que come la mayoría que no es más que comida basura.
Maruja le pregunta que tal ha ido el día  “Pues como siempre harto de tragar polvo, hoy nos hemos retrasado al volver porque al nuevo le ha caído un útil de la máquina excavadora en el pié, lleva dos semanas trabajando y tiene la desgracia de un accidente, pobre chaval, tiene para rato, lo echarán a la calle, el “ciego” no quiere a gente parada.”
Roberto come como una lima, termina y se va al bar hasta la hora de acostarse. Parece mentira lo que puede llegar a hacer una persona en un día cualquiera.
“¿Qué tal la vecina de arriba, tú crees que se habrá dado cuenta de que le faltaron mil pesetas el día que subiste a ayudarla?.”  “No creo, siempre va por la casa que parece un fantasma pobre mujer, a mí, ¿qué quieres Rober?, me da pena, con las piernas vendadas hasta las ingles con esas tiras de sábanas viejas que se pone encima de la pomada para la trombosis.”
Gertrudis, la nuera de doña Agapita llega a toda prisa a casa de su suegra, trae en las manos un par de bolsas de plástico del supermercado de la autovía, que está más allá de los bloques de pisos. Es mujer de pocas palabras, más bien parca hasta en el saludo, debería ser más consciente de que casi todo el bloque, se preocupa de su suegra ¡mira si no Maruja, la mujer de Roberto!, siempre dispuesta a hacer lo que haga falta con tal de echarle una mano.
Es que hay gente que son desagradecidos por naturaleza, mira que se encuentra vecinos que van arriba y abajo con el ascensor cuando viene a traerle la compra, pues nada, le dan los buenos días y ella contesta de forma  seca siempre lo mismo “Hola”. Puede ser que su comportamiento se deba a que su marido Santiago, casi nunca está en casa, hace más de un año que la empresa lo trasladó a cien kilómetros de casa, eso o se quedaba sin trabajo, por insistencia de ella, él aceptó las condiciones, ahora gana más dinero pero a costa de no parar en casa. Gertrudis es una de esas mujeres que se hace ver a un kilómetro de distancia, usa perfumes caros, vestidos que más que vestirla la desnudan, solo tiene momentos de calma cuando está en casa, lejos de las miradas de los hombres, aunque en honor a la verdad, le gusta que se fijen en ella.
Leopoldo, el dueño de la panadería de enfrente de casa de su suegra, le da el pan gratis, dice que le gusta colaborar con una vecina que se sabe que tiene lo justo para pasar el mes, además Gertrudis, se lleva el pan que ella come a casa, pastas y otras delicadezas que se hacen en el obrador de Leopoldo, ¿veis como siempre hay almas caritativas?. Llega Gertrudis a la tienda y después de pedir lo que sea que le apetezca le dice a Leopoldo… “¿Me lo apunta por favor?.”  “Claro, faltaría más, ¿cómo está tu suegra Gertru?.”  “Bien dentro de lo que cabe… gracias por todo.”  “No hay de que, nos vemos.”  ¡Que buen hombre este, favores de este tipo hace a tres o cuatro del barrio! Es una persona como se tiene que ser, solidaria, altruista y honrada.
Agapita por su parte tiene un buen retiro, de RENFE cobra una paga vitalicia que le hicieron a manera de seguro de vida a su marido, además de la viudedad, lo que son las cosas, un ferroviario que murió arrollado por un tren, es que tiene tela el asunto…, jefe de estación en Mataró, sale con la bandera para dar vía libre a un tren de mercancías y oye, lo absorbió como si fuera una hoja de periódico hacia las vías. Lo cierto es que el hombre era delgado, tenía menos carne que una pluma, está claro que en estos oficios no debes confiarte nunca, ¡qué mal trago pasó Agapita cuando se lo comunicaron! se querían mucho, pero cuando su hijo le dijo que había que incinerarlo, fue lo peor. Ella hubiera querido darle un entierro digno, pero todo el mundo se lo desaconsejó, lógico, visto como quedó el cuerpo.
Pero bueno, esto pasó hace mucho, la vida es así, y la muerte también, a veces la ves venir pero otras… te pilla como si fuera un tren a toda máquina. Puede que la comparación no sea la mejor pero es la verdad, ahora Agapita quisiera estar muerta, sufre con las piernas lo indecible, Nicolás el médico que la atiende en casa le ha dicho varias veces que habría que aliviar estas piernas con una intervención que relativamente fácil, pero ella no quiere oír hablar de eso. Dice…  “Cuando me muera, me muero y punto, no quiero dar trabajo a nadie.”   “Pero entonces… ¿por qué cree usted que paga la seguridad social?, es precisamente para personas que como usted necesitan atención médica urgente. ¡Si supiera como tengo cada día el consultorio de personas que vienen a pasar el rato…!
Hace tres días que la panadería no abre las puertas, ningún letrero lo indica, solo las puertas bajadas, Gertrudis a desaparecido, no viene por casa, dicen por ahí que se han fugado juntos, de Santiago, el hijo de Agapita no se ha tenido noticia, un amigo de él que ya está de vuelta de esta especie de destierro que lo mantuvo fuera de casa seis meses más o menos, dice que vive en pareja con una chica separada con dos hijos.
Maruja la vecina de abajo, se ha tenido que desplazar a casa de una hija cerca de la ciudad temporalmente. A su marido le han encontrado en una revisión rutinaria algo feo en los pulmones que hay que tratar en un hospital oncológico, o sea que está en el paro, el “ciego”  -así llaman al dueño de la cantera por sus ojos, que parecen dos pinchazos en una cara grande como un armario ropero, es expeditivo con los trabajadores que no curran, ya sea que lleven allí dos meses o diez años como Roberto.
Y la manta sigue en el tendedero de alambres del patio, está acartonada ya, de Agapita no se sabe nada desde hace semanas, hasta que un día, baja por la escalera Augusto con sus dos Yorkshire, se ponen a ladrar delante de la puerta de Agapita, pero no hace caso, Augusto ya está acostumbrado a los ladridos de estos perros que ladran continuamente. Baja por la escalera porque el médico le ha dicho que le conviene hacer un poco más de ejercicio, que es bueno para el corazón.
Después del paseo vuelve a subir, esta vez más despacio, se ahoga un poco, el sobrepeso que lleva encima es importante, de nuevo pasa por delante de la puerta de Agapita, los perros vuelven a ladrar, esta vez de forma vehemente, los tiene que arrastrar con los arneses. Llega a casa cansado y le dice a su mujer lo que acaba de pasar. Enriqueta baja, llama a la puerta de Agapita, nadie responde, vuelve a insistir y nada. Nati sale a recoger a los niños, Enriqueta se lo comenta,  “Hace un montón de días que no se oye nada, no sé, a lo mejor se a marchado con familia que tenga por ahí.”
“Por dios que peste,  -apunta Enriqueta-.”  “Oye sí que es verdad, ¿qué hacemos?.”   “Llamar a la policía, a ver si le ha pasado algo a la pobre.”
Cuando al final la policía abre, todos tiran hacia atrás la cabeza, “Buuufff, venga chicos pasad haber que encontráis.”  “¡Aquí mi sargento, venga!.” Sí, allí está Agapita, muerta, no se sabe muy bien desde cuando, lógico, después de tantos días.
“Que desgracia señor, se ha muerto sola y sin recibir los santos sacramentos…”  “Señora, ayer nos encontramos a un señor que llevaba tres meses muerto, nadie lo echó de menos, es una pena que a la gente mayor se las considere en determinadas ocasiones como si fueran una prenda de ropa que hay que echar a la basura.”  “Una prenda de ropa o una manta, que Agapita la tiene colgada desde hace un mes largo y nadie la ha retirado del tendedero.”


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viernes, 22 de junio de 2012

SABER SER LIBRE.


                                   SABES SER LIBRE, AUTÉNTICA.


Saber hablar de política, opinar sobre deportes, tener charlas sobre personas del sexo opuesto o del propio, eso, muchos de nosotros lo sabemos hacer. Es fácil, hasta excitante diría yo, pero saber hacer todo eso y más en completa libertad… eso, es más difícil.
Conozco a una mujer así, Elisabet es su nombre, y como su nombre indica, es una persona de fuerte personalidad con tendencias a ayudar a los demás. Es altruista, no está preocupada excesivamente por el dinero, frágil emocionalmente, hipersensible.
Es fácil adivinar, que cuando la conocí me cautivó; siempre callada, una mujer que transmitía fortaleza, pero que por falta de confianza con ella no podía llegar a conocerla bien, aunque estaba entusiasmado con la idea. De pronto, un día, la saludé, salió a la terraza de su casa, fueron diez o doce palabras las que intercambié con ella. Su hermano me la presentó, a partir de entonces, se fue haciendo en mi mente una figura más concreta de ella.
Desde entonces, ¡se la quiere tanto en casa…!, mi  mujer me dice a menudo, que le pese a quién le pese es definitivamente alguien con quién vale la pena tratar. Le cuesta aceptar la postura de ciertas personas que parece que quieran destruir esa amistad, cuando es el caso de que sin ella, o personas como ella, el mundo sería un lodazal.
Eli, es una amiga fiel, alguien con quien compartir sentimientos que a menudo no compartirías con nadie más.
Es pausada y altruista, aunque, cuando alguien quiere pisotear sus libertades, se revela como una auténtica guerrera. Eso es saber der libre, ausente de parcialidades entre quienes saben apreciarla como es, sin más.
Ella es así, esforzada y trabajadora, sin importarle cuánto va a sacar de ese esfuerzo. El porqué es fácil, le gustan los valores humanos y lucha por defenderlos. Vive en remansos de paz, se adhiere a los que la participan de las cosas buenas, y si es el caso que alguien le reclama trabajo en cualquier proyecto, allá que va con todo el ímpetu que sus fuerzas le permiten.
Quiero tener su amistad, de hecho sé que la tengo, pero quiero conservarla, si no me apegara a personas como ella, mi propia vida sería un fracaso, sería como negar que después de la primavera llega el verano. Tengo muchos años, quizás demasiados para hablar en estos términos de una persona de veintitantos, pero si no lo hiciera… negaría que soy sensible, que soy humano, algo que entre otros, ella me ha ayudado a apreciar con mayor sensatez.
¡Eli!, sigue siendo como eres, y a ser posible, refina más estas cualidades, te hacen única, deseable, te respeto y te quiero, porque ser libre pero sabiendo porqué lo eres no está al alcance de cualquier persona.


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EL HOMBRE DE DOS CABEZAS.


                               UN HOMBRE CON DOS CABEZAS.


Dicen que es imposible que haya seres así. Yo creo, después de lo que me contó Ricardo, que sí, que puede que los haya. Respeto el que la mayoría, si no todos, crean lo contrario, pero es absolutamente lógico que haya hombres con dos cabezas.
Tener dos cabezas exige mucho, siendo que hablo que un mismo cuerpo, las sensaciones, deseos, ambiciones, y vida en general, tiene que ser muy difícil de equilibrar. Hasta a la hora de comprarse unos simples calcetines, tienen diferentes criterios de colores, alturas y compuestos de los tales. Y ya no te digo nada de cuando tienes que entrar a una tienda a comprarte un traje, con su correspondiente camisa y corbata…, entonces, esas dos cabezas entran en unas polémicas y discusiones que no se las deseo a nadie.
Pero el caso es ese, Ricardo me cuenta que él ha conocido a un hombre de dos cabezas, claro está que esto es una mera alegoría, sin embargo, si se hubiera dado el caso de que hubiera tenido dos cabezas, físicamente hablando, no habría sido tan extraño como lo que me contó.
“En casa es un primor, lleva una vida de lo más natural, es un hombre amantísimo se los suyos, a su esposa la quiere con locura, eso se manifiesta por el modo de cogerla cuando van por la calle, cuando salen de vacaciones  -que a menudo les acompañamos- y todo cuanto se te pueda ocurrir en lo relacionado al cariño y amor que se tienen. Pero… cuando sale solo al ir al trabajo… amigo… cuando sale al trabajo se transforma, es su otra cabeza la que manda. Se conoce, que se dan alternativamente poderes la una a la otra, para no vivir en un caos constante. Pero Mario, te lo digo con el corazón en la mano, cuando veo a Eusebio y a Eustaquio salir juntos por la puerta de su casa, tiemblo; son seres completamente diferentes, se ponen a pelear sobre quién conduce el coche al trabajo, cuando están allí, se discuten sobre lo que cada uno quiere desayunar, uno café solo, el otro con leche, es un suplicio verlos así y trabajar a su lado.
-Pero oye Ricardo, ¿de verdad es cierto eso que me cuentas, no serán imaginaciones tuyas?. Si es verdad que ves esas cosas en una sola persona, yo de ti iría a un psicólogo, es que es muy fuerte lo que me dices  he…
“¿Qué es fuerte… y si te digo que después del trabajo los dos se pelean en el ascensor de la empresa porque uno quiere ir a ver a su familia y el otro a la suya?.  ¿Qué, como se te queda el cuerpo?.
-Chico, esto debe de ser un infierno ¿no?. Se lo podrían repartir equitativamente. Un día vamos a tú casa y el otro a la tuya, punto.
“Claro tú lo ves muy fácil, pero piensa que son dos cabezas que conducen un solo cuerpo. Ya han tenido que ir al traumatólogo un montón de veces por huesos descoyuntados… piénsalo, yo tiro para aquí, el otro… pues yo quiero ir para allí. Los médicos no saben qué hacer, lo último fue ir a ver al psiquiatra. Mira, les cogió a cada cual un mal rollo, que el médico que es muy católico él, llamó a un exorcista oye. Acabaron dándose de puñetazos hasta dejarse KO mutuamente, y de allí al hospital de nuevo.
-Bueno haber si me aclaro… ¿pero de verdad tienen dos cabezas físicas, quiero decir que tienen cuatro ojos y…
“No hombre que va, tienen dos cabezas figurativas, tú los ves y tienen un solo cerebro y dos ojos, dos orejas, de todo tienen un par, no dos. El rollo, es que el comportamiento de este ser se podría decir que es bicéfalo, porque una parte de él hace lo que debe hacer, mientras qué el otro, hace, dice y piensa lo que le sale de las narices. Ese es el caso, no creas, tiene miga el tema ¿he?.
-Va, pues si solo es eso, yo también soy un fenómeno de esos, y mi hermano, y mi cuñado, y… yo que sé cuantos más. Bien pensado la humanidad entera entra dentro de esos parámetros, una parte de nosotros somos como los lobos, atacamos a todos y a todo cuanto se nos pone  por delante, aunque en el fondo después, sintamos remordimientos. Por otra parte, hay muchos momentos de nuestra vida que nos comportamos como debiéramos, aunque eso lo deben de juzgar los demás, nunca nosotros mismos.
“Pues va a ser que tienes razón Mario. Ahora que lo pienso…, jobar, si yo he sido siempre así… Que fastidio chico, y yo que creía que ese tipo era un caso excepcional…


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jueves, 21 de junio de 2012

LA CONEJA Y LA GATA.


                                         LA CONEJA Y LA GATA.


Era muy temprano, el conejo salió de su madriguera, con él tres gazapos. Los pequeños conejos, seguían a su madre en el quehacer diario de comer  brotes de plantas que estaban frescas por el rocío de la noche, de forma paciente, les enseñaba cual era la mejor comida para que sus cuerpos crecieran, para que estuvieran sanos.
Cerca, entre unos abrojos espinados esperaba un gato. Sigiloso y atento a cualquier movimiento, bien camuflado con su piel rayada, agazapado en un rincón del camino donde sabía que diariamente cruzaban los conejos, iban del otro lado porque la coneja sabía qué lugar era más seguro para sus crías. Los conejos son animales de costumbres, sobre todo cuando el caso es  -como ese día-, que tenía que prestar atención a sus pequeños hasta que pudieran valerse por ellos mismos, hasta que estuvieran bien entrenados en la compleja vida salvaje del bosque.
Los conejos están muy bien dotados de herramientas, aparte de sus dientes, para escuchar y apercibirse de cualquier ruido del bosque. Sus largas orejas, esas que les sirven a los humanos para cogerlos y transportarlos, son como parabólicas que escuchan en todas direcciones, ¡y como escuchan…!. Comen casi de todo, cuando en el bosque no encuentran lo deseado, se adentran en los campos de cultivo y comienzan a roer todo cuanto se haya a su paso. Sí es un fastidio, pero ellos no ponen fronteras al hombre cuando queman territorio, de donde desde hace muchas generaciones, se han alimentado.
Para ellos no hay fronteras, entran bajo un cercado comen lo que les apetece y se van, más temprano que tarde. Pero ese gato se la tiene jurada, se ha propuesto cazar alguno de los pequeños, es un depredador, y como tal, manifiesta sus cualidades cazando desde pájaros a ratones, y de paso, si algún conejito cae en el saco pues mejor.
Se relame los bigotes, esos que se tensan y se arquean adelante, cuando está a punto de lanzarse sobre una presa. ¡Qué paciencia la de este animal…!, recogido de ese modo, en su escondite preferido, los ve pasar cada día, se mueven a solo un par de metros de él, dando pequeños saltos cambian de escenario, los conejos son imprevisibles y por lo tanto, estudia sus movimientos sin precipitarse, es una gato de campo y gracias a él sobrevive, es por eso que es paciente.
Si hace fala esperar tres días, espera, acecha y observa, luego se vuelve a su cubil y atiende las necesidades de las ocho crías que tuvo hace solo quince días. Cuando la oyen llegar, sus pequeños, se pisan los unos a otros con el fin de mamar de su madre y ella se echa, para que todos se satisfagan de la leche que lleva en su interior, luego, se quedan dormidos de nuevo.
“Mañana por la mañana será el día”, se refiere a que ya tiene las suficientes referencias para dar caza a unos de los gazapos. Todos se quedan dormidos, dejan que la luz del crepúsculo les vaya dando la paz y el descanso que todos necesitan, que reponga las fuerzas de ella, que mañana sale de caza para intentar cobrarse una pieza
Por la mañana, a eso de la siete, la gata sale de su cubil y justo cuando sale su cabeza a la luz de la mañana, se encuentra en la puerta de su casa con la coneja y cinco de sus gazapos, nadie sabe si tuvo más, lo cierto es que esos son los que le quedan. Todos pegados al cuerpo de la madre, temerosos, respiran de forma agitada, mientras que su madre saluda a la gata que se queda petrificada con una pata delantera levantada sin saber reaccionar.
Saluda a la gata  “¿Qué tal señora gata, como están sus muchachitos?. Espero que bien, porque el bosque es traidor ¡trae tantas desgracias entre los nuestros!.”  -Pues…mire usted, tiene razón en lo que dice  (sus palabras son entrecortadas), pero… que le vamos a hacer, la vida es así, difícil, cruel si me apura, todos tenemos que convivir entre auténticos desafíos.-   “Que me va usted a contar, nuestra raza, los conejos, parece que tengamos imán para los problemas, cuando no estamos huyendo de otros animales, estamos huyendo de los humanos que a golpe de escopeta nos cazan sin piedad. ¡Qué crueldad!, nosotros, que lo único que queremos es reproducirnos en paz, ver crecer a nuestros hijos que como estos míos, ya aprenden a seleccionar las plantas que deben comer. ¡Cuánto gozo el verlos así, hay días que se me sale el corazón del pecho, del orgullo de ser madre!.
-Pues ya ve…, es lo mismo que deseo yo para los míos, los auténticos gatos de campo, somos depredadores, va con nuestra raza y nuestros instintos. De otro modo ¿cómo podríamos sobrevivir?.   “Pues mire, ya que lo dice, yo siempre he tenido en mente que ya que los humanos son más fuertes que nosotros, y que no se les puede combatir fácilmente, porque hasta usan perros para seguir nuestro rastro hasta que nos abaten, pensé una vez, que lo mejor era vivir entre ellos, hacernos animales domésticos en sus fincas y sus granjas, pero creo que al final acabaríamos cogidos por las orejas y muertos para acabar en algún plato cocinado. Pero los gatos son considerados de diferente forma, en las granjas siempre hay ratones a montones, comida fácil que hay que eliminar para que no acaben con el grano y cosechas de todo tipo, los gatos sois animales muy apreciados, mimados diría yo. En el fondo me dan envidia ¡ojalá hubiera nacido gato de campo!.
-¿Ve usted?, en eso no había pensado, es verdad, y además deben dormir bajo techo siempre, eso es lo que siempre he deseado. ¿Sabe usted de alguna granja próxima?.  “Claro, hay una con muy buena gente que está solo a mediodía de aquí. ¿Porqué no se acerca usted a verla?, yo si fuera usted iría con una carta de presentación, una de mis crías en la boca, creo que es el modo que tienen ustedes de transportar a sus hijos.   –Ya, pero ¿y mientras hago esto debo de dejar a mis otros cachorros abandonados?, no creo que lo pueda hacer.  “No se preocupe, me comprometo a cuidarlos yo mientras usted vuelve,  (sentada sobre sus posaderas, con la pata derecha levantada, le dio su palabra de que encontraría a sus hijos en buena salud, a su vuelta).
-Voy a intentarlo. No pierdo nada con probar, si me echan trataré de encontrar algún otro sitio. Muchas gracias, me hace usted un favor inmenso, me fio de usted, al fin y al cabo si la hubiera atacado a usted o a alguna de sus crías hoy no hubiera podido hacer nada por defenderse, sin embargo aquí está.
Después de las indicaciones oportunas, la gata emprendió camino con una cría que ya empezaba a abrir los ojos. Mientras la coneja se mantuvo cerca del cubil de la gata con sus hijitos, comían y brincaban despreocupadamente, así pasaron más del tiempo conveniente, para no ser localizados por alguien que estuviera de paso.
Pasado un buen tiempo de todo esto, la coneja llevó a sus pequeños a la madriguera, pero ella se volvió con los gatitos, confiaba en que a una hora u otra la gata aparecería. Se metió dentro del cubil y esperó pacientemente, echada sobre un costado, los gatitos comenzaron a sentir su calor y se acercaron gateando hasta ella. Ahora ya estaban mamando, quizás quedara algún residuo de leche, el caso es que no se apartaban de allí, por fin apareció la gata sin su cría, estaba excitada y parecía querer contarle algo a la coneja que amablemente se despidió, sus gazapos llevaban demasiado tiempo solos. Dejó al gato como quién dice, con la palabra en la boca.
Cuando regresó a la madriguera la coneja se encontró el lugar vacío, salió y buscó desesperadamente a sus crías por todas partes pero no las encontró. Una vecina que tenía su madriguera en otro nivel del campo, se compadeció de ella y fue a su encuentro.  / Llegaron unas zorras, venían desde lejos oliendo el campo, la primera madriguera que encontraron fue la tuya, hurgaron con las patas de delante para abrir tú casa, de modo que les fuera más cómodo llegar hasta tus crías una se llevó a dos en la boca, ya muertas. La otra, se entretuvo más tiempo y aquí mismo se despacho a una de ellas, las otras heridas de muerte no tuvieron ninguna oportunidad, también se las levó del mismo modo que la primera, lo siento mucho.
Los animales no piensan, pero a buen seguro que este drama la dejó fuera de sí un buen rato. Se le notaba en la respiración acelerada, y un nerviosismo que a ella misma le sorprendió. Dando pequeños saltos en mitad de la noche, se acercó al cubil de la gata. Llegada a la puerta del cubil, en voz baja, le hizo saber a la gata lo que había acontecido, esta, sin decir palabra, le mostró su solidaridad, sabía que aquello sucedió por haber cumplido su palabra de proteger a sus gatitos.
La hizo pasar dentro; allí con ella, trató de razonarle que de haber estado ella allí, las zorras también se la habrían llevado a ella, la coneja asintió, pero aun así se encontraba tremendamente sola.  “Bueno ahora estoy sola, te podré ayudar de manera más efectiva en tú tarea de cambiar de lugar, cuenta que tal te fue…”  -Ha sido una bendición la sugerencia que me diste, nos han aceptado fantásticamente, mañana continuo el traslado del resto de la familia.  “Pues cuenta conmigo de nuevo, dedicaré todos mis esfuerzos a proteger a tus gatitos hasta que todos estéis a salvo y en paz.”  -Gracias amiga, jamás imaginé que alguien tan diferente a mí pudiera brindarme tanta ayuda.
Y eso fue lo que sucedió hasta que quedó en el cubil una sola cría de gato, era media tarde, y aunque la gata conocía el camino sobradamente después de tantos viajes, le costaba lo suyo, en algunos momentos, tenía que esconderse con su hijo en la boca, para dejar pasar a otros depredadores que habrían dado buena cuenta de ella y sus hijitos.
La lucha por la supervivencia, hace que a menudo se vean casos extraños. Se ha dado el caso en ocasiones, que un leopardo ha dado caza a una cría de impala y no la ha matado, la ha subido al árbol donde casi siempre reside cuando no está criando, y ha compartido con ella momentos de ternura inconcebibles para los seres humanos, ¿la subió allí para criarla ella…?, nadie lo sabe, pero el impala no está hecho para vivir en un árbol, sin embargo el leopardo no puede alimentarla, debe bajar al suelo a pastar con los suyos, esta es la clave de su supervivencia. La retiene allí dos días enteros, con las patas del cervatillo colgando a lado y lado, pero… ¿qué más puede hacer con ella?. Al final la abandona, y allí con la mejor intención muere, para pasar a ser pasto de los leones que han observado toda la escena.
Las zorras merodeaban de nuevo por aquel lugar lleno de comida fácil, se las oía, aunque no se las veía, entonces de un salto, la coneja salió del cubil de la gata, echó a correr como solo los conejos saben hacer, quería alejar a las zorras del cubil, pero  casi al instante le dieron caza. Se la llevaron en la boca todavía pataleando por el sufrimiento, pero salvó al gatito.
Al cabo de un tiempo la gata volvió, vio a su último hijo, dando vueltas sobre sí mismo nervioso, dando pequeños maullidos, propios de un futuro cachorro de gato.  –Vaya hombre, ¿esta es la ayuda que me iba a dar la coneja, dejar a mi último hijo abandonado?, la próxima vez que me tropiece con un conejo no voy a tener compasión, ¡vaya lianta esa coneja!.


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lunes, 18 de junio de 2012

PESOS Y MEDIDAS INTERNAS.


                                   PESOS Y MEDIDAS INTERNAS.


Tengo amigos a los que no les cabe el corazón en el pecho. Son personas que saben escuchar, que no esconden su opinión acerca de cualquier asunto que me implique. Esa es una razón por la cual los quiero, no me alagan ni me regalan los oídos, algunos no saben de letras, saben escribir su nombre y basta ¡pero los admiro tanto!.
Saben estar en el lugar justo en el momento adecuado. Puedes contar con ellos para cualquier asunto a cualquier hora, no son proclives a decirte continuamente que te quieren, quizá esa sea la razón de que los quiera tanto. Y si por ello, su corazón siguiera creciendo, creo que estallaría dentro de su cuerpo.
Llegan a casa y quieren compartir lo que tengo con ellos, no son exigentes, vienen porque saben que necesito desplegarme, como si de un mapa de carreteras se tratase, sostienen mi alma por las puntas cuando me desdoblo, lo hacen en silencio, sin hacer averiguaciones oscuras, sin tratar de ver más allá de mi ánimo.
Si tienen algún prejuicio, me lo hacen saber, y ¡eso es tan hermoso!, no me miden ni controlan, tratan solo de ver en que pueden ayudar, casi siempre, eso es escuchando, haciéndose cargo de situaciones que a menudo son incomprensibles para ellos.
Entre ellos hay algunos que son jóvenes, a menudo les pido opinión de lo que oyen, algunos se contraen, deben pensar “¿cómo le voy a decir mi opinión si podría ser mi abuelo?. Insisto en que lo hagan, poco a poco, con toda la cautela del mundo, algunos me dicen francamente que no se atreven a opinar, otros dan su parecer, y entre unos y otros, establezco criterios que me ayudan a hacer más llevadera la vida.
¡Me hacen tanta falta…!, a veces cuando estoy a punto de una crisis de identidad me paran los pies, me dicen que no me castigue, que sepa tener paciencia. Es difícil, os doy mi palabra, pero cuando pongo en práctica esas sugerencias, me siento aliviado. Me recuerda las deseadas lluvias de primavera, esas que hacen que se estabilice la sangre dentro del cuerpo, que vaya renovándome por dentro, que reverdezcan los brotes de mi propia vida.
Todos nos merecemos tener amigos de esa clase, todos necesitamos amigos. Sí, es cierto que entre ellos, unos sean más perspicaces que otros, que sean más agudos a la hora de ver las cosas. Cada uno de nosotros, al fin y al cabo, tenemos nuestra propia medida de las cosas, lo que para uno son cien centímetros, para otro son ciento diez, y para otros ochenta. Eso no es malo, sencillamente son opiniones diferentes que pueden hacer que entre todos leguemos a ajustarnos a una medida común para todos.
¡Qué placer tener amigos así!, lo contrario también es  cierto. Hay otros que nos tienen en un paréntesis, esperando haber como reaccionados ante situaciones, dando tiempo al tiempo, quizás no sepan que con su alejamiento, no nos ayudan en nada. Muy al contrario, hacen que nuestra percepción sea más confusa, que nuestro carácter se vaya aclimatando a su ausencia, los echamos de menos, ¡vaya si los echamos de menos!, pero hasta en eso nuestros buenos amigos nos disuaden, hacen que con sus consejos, con esa vara de medir particular que cada uno de nosotros tenemos, sigamos viviendo sin alterar demasiado nuestros planes.
“Eso no es bueno  -nos dicen-, dale tiempo al tiempo, pero ya se sabe que los humanos, somos la mayoría, un poco desesperados. La mayor parte de las veces queremos medir sin ser medidos, queremos establecer nuestros propios pesos. Aunque… la verdad es, que no estamos siempre nosotros en lo cierto. Sí, es verdad, que a menudo eso nos quita el sueño, pero…¿qué podemos hacer ante estas eventualidades?, nada, nada es para siempre, y si lo es, entonces, debemos buscar a nuestros amigos.
En la misma medida que ellos nos dan también debemos saber dar. Entre amigos, las acciones siempre son bilaterales, no podemos esperar que siempre nos den, nosotros también tenemos la responsabilidad de pesar y medir las cosas, ellos necesitan de nosotros. Esto, es lo más hermoso de la amistad, saber ofrecerse a lo que haga falta, a pesar de que no se nos venga a buscar. Somos regados, y a su vez regamos, de ese modo nos culturizamos para ser todos en conjunto, un magnífico jugo de pesos y medidas.


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ANÉCDOTAS LLEVADAS POR EL VIENTO.


                             UNA ANÉCDOTA LLEVADA POR EL VIENTO.


Las noches se me hacen muy cortas, será porque los días son muy largos. Ando huyendo de soledades personales pero no lo consigo, van tras de mí como sombras laberínticas que se reflejan por todas partes. Lo peor es que les temo, y cuando eso sucede, según mi propia experiencia, es porque sin darte cuenta huyes más que andar de forma tranquila.
Pero ¡va, es pura anécdota!, porque un día sigue a otro, y las noches cortas se suceden implacablemente.
Despierto, pronto, pero no miro el reloj, no sirve de nada estar pendiente de la mano donde llevo puesta, esa máquina infernal, digo infernal porque a todos nos lleva al infierno, a la muerte, más tarde que temprano debería ser eso, pero ahora no caben los promedios de vida personales, cuando salga a la calle, puedo ser una de las víctimas del tiempo, un accidente, el error de otro, el desafío del cielo.
Hoy estás, mañana no, esta es la realidad, somos anécdotas vivientes, elementos del mundo que se fatiga, y que desprende, cada vez con menos rubor los estigmas de la vida efímera, y a veces hasta catastrófica.
¿Es cierto o no que somos anécdotas del tiempo y la sinrazón?. Hasta esas grandes masas de gentes que mueren en diferentes continentes asolados por la guerra o el hambre, forman parte del mismo compendio de anecdóticas situaciones de la vida. Gobiernos golpistas, teocracias falsas, totalitarismos, democracias, todo es lo mismo. Dicen los entendidos, que esto debe verse en un marco geopolítico determinado, pero da lo mismo, son los habitantes de estos lugares, los que quedamos subyugados a ellos.
Es un dato anecdótico, o lo será dentro de cien años, cuando los hijos de nuestros hijos lean en la escuela como iban las cosas en nuestro tiempo. Lamentablemente, ellos que no vivieron estos acontecimientos, quizás vivan momentos peores, donde el robo de una manzana, se castigue con cinco años de cárcel. ¿Curioso verdad?, que desatino, diríamos nosotros, en nuestro tiempo no pasaba nada de eso.
En nuestro anecdótico mundo, apropiarse de una manzana no se consideraba un delito, tampoco lo era entonces que entraran a robar a tú casa y golpearas al ladrón, si lo hacías, el condenado eras tú. Toda una paradoja, esas cosas son las que hacen que pensemos que cualquier tiempo pasado fue mejor, de eso nada, puro espejismo, el progreso parece que ponga las cosas en su lugar.
Pues bien, creo que algunas sí, pero otras… mancillan los derechos de la mayoría, voces anónimas porque no son oficiales en un parlamento, son oficiosas, y esas no valen más que ser tratadas como basura.
¡Qué vamos a hacer!, no lo pregunto, simplemente me resigno, a que todos los que vivimos ahora en este desaforado mundo, –sin tendencia alguna de que vaya a mejor-  pasemos a ser una anécdota, como los millones de muertos que perdieron su vida sin saber porque, en genocidios maquinados, puestos en marcha como si fuera una maquinaria perfectamente engrasada, y sigue machacando vidas.
Aunque a decir verdad, esas no importan, son vidas anónimas, son datos anecdóticos.


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domingo, 17 de junio de 2012

LAS HORMIGAS SE RÍEN DE MÍ.


                          LAS HORMIGAS SE RÍEN DE MÍ.


Un buen día de primavera, casi entrado el verano, me paseaba por el campo con mi perro, le dije que no se fuera lejos, hacía calor, y en un tramo del camino, vi una balsa de agua, de las que los labradores usan para regar sus tierras. Se oía un rumor, era la bomba que estaba trabajando para subir agua de un pozo subterráneo. Saludé al hombre, vecino del pueblo, este desde lejos levantó la mano, era media tarde yo sudaba profusamente y me eché agua a la cara, ¡qué sensación tan buena! el agua estaba muy fría y lo agradecí mucho, mientras, mi perro daba saltos corría y marcaba los lugares que encontraba de interés para él, levantaba una pata aquí, y luego diez metros en otra dirección, volvía a mear, bueno más que mear,  solo soltaba pequeñas gotas.
Me eché bajo un olivo, con las manos tras la cabeza me quedé adormilado, fue fantástico ese momento. Pero se conoce que estaba estorbando la labor de las hormigas, de manera que se hicieron notar, yo diría que se quejaban, o que me insultaban por haberme interpuesto en su camino, en su autopista, esa que utilizan para transportar la comida necesaria para el invierno. No es nada fácil hacer ese trabajo, en ocasiones las ves transportando semillas que pesan cuatro cinco veces su propio peso, ese día en concreto vi como entre unas cuantas llevaban arrastrando hacia sus viviendas una polilla inmensa, antes la habían matado a dentelladas, todavía viva, la llevaban al lugar donde las piezas grandes eran desmembradas, para ir a parar al almacén de avituallamientos.
¿Qué como supe que estorbaba?, sencillamente se echaron sobre mí por todas partes, hicieron que me revolviera como un poseso en la hierba, tienen un frente de guerreras que a los flancos de las filas de obreras se ocupan precisamente de que su trabajo no sea interrumpido. ¡Qué bocados me daban, qué suplicio, y todo sucedió en un instante!, me tuve que quitar la poca ropa que llevaba y meterme en la alberca, ¡qué alivio señor…! por un momento pensé que se iban a llevar mi pantalón y mi camiseta entre todas, y aunque no fue así, las prendas estaban minadas de ellas.
Me las imaginé riéndose de mí,  “Mira este pobre diablo, retorciéndose como una anguila, jajaja ¡a ver si escarmienta y no viene a tocar las narices a la población trabajadora!, igual se cree que nosotras somos como ellos, esclavos de sus deseos egoístas…”.
Lo cierto es que salí corriendo de allí, cogí la ropa y a mi perro y me acerqué al camino con el único afán de sacudirme las prendas y asegurarme que no quedaba ni una sola de ellas dentro de las costuras. Pasados unos minutos, volví a acercarme a ellas para ver como trabajaban, formaban una fila de ida y otra de vuelta, parecía una anarquía pero lejos de esto, aunque había miles de ellas, estaban flanqueadas por las guerreras, que se ocupaban de que las filas no se rompieran. Hojas, semillas, pequeños animalillos y gusanos, eran transportados con meticulosidad hacia pequeñas montañas de aren que habían excavado anteriormente, parecía que ese hormiguero como tantos otros, tenían varias entradas y salidas, seguramente para darle más fluidez a este trabajo incesante que llevaban a cabo.
Cuando regresé a casa con mi perro, encendí el ordenador; en Google puse “hormigas”, y examinando páginas me di cuenta de la inteligentísima organización que tenían dispuesta, diferentes jerarquías, trabajaban todas en beneficio de otras, todas sumamente organizadas, vi entonces que entre ellas no existe el paro, no trabajan con moneda de cambio alguna, no tienen impuestos, tampoco hipotecas, no echan a nadie a la calle por no pagar determinados cánones, no tienen índice de pobreza.
Dentro de sus comunidades no hay elecciones, partidos mayoritarios, no existe para ellas la palabra huelga, tampoco existe una bolsa que indique que el IBEX está subiendo o bajando, son insectos inteligentes, saben que su labor es acumular alimento para la estación más dura del año. Cuando llega, trabajan en el interior del gran nido subterráneo, reparando lo que alguien con sus pies ha destruido, pero no saben quejarse ¿para qué, si lo importante es volver a dejar las cosas en su lugar?, viven ahí, dentro de sus nidos y hay que cuidarlo, nacen sus pequeñines pronto, y les tienen que ofrecer un lugar cómodo donde hacerse mayores.
¡Ojalá nosotros discerniéramos como lo hacen ellas, las hormigas!, otro gallo nos cantaría, y sin embargo ellas mientras tanto, trabajan sin cesar y disfrutan de su vida. ¡Cómo no se van a reír de mí!. Mil y una razón tienen para hacerlo, y si no, mira como tuve que salir huyendo de ellas.


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sábado, 16 de junio de 2012

ERA UN DÍA DE CIELO CLARO, EN MEDIANOCHE.


                           ERA UN DÍA DE CIELO CLARO, ERA MEDIANOCHE.


Aunque pueda parecer extraño, los dos nos habíamos propuesto llegar a los confines del mundo. Faltaba por decidir si hacia el Ártico o la Antártida, así mismo, como quién va a dedo a Valencia, esperando que algún alma caritativa te recoja de la carretera, y te lleve por ese camino hasta llegar a tú destino.
“Pero oye Jorge, ¿dónde vamos, a Aranjuez?.”  -Puede, pero yo apuesto siempre, por el sitio donde nos lleve el viento.”
Teníamos entonces, veinte años y yo diecinueve. Jorge es un tío formado en la escuela del mundo, ha vivido en comunas hippies desde los dieciséis, sabe cómo funciona el tema de desplazarse, sin depender más que de la aventura. Desde que su madre murió en un accidente de tráfico, volviendo de una fiesta en el coche de otro hombre, y comprobaron que los dos estaban drogados, él continuó  con sus costumbres  -las de su madre-, y se alegraba al verla a la mañana siguiente, hecha polvo por la fiesta del día después.
Le alegraba ver que había vuelto a casa, a pesar del estado en el que casi siempre regresaba. Todo un mundo de fantasías, se abrían ante los ojos de Jorge. Un buen día cogió la mochila y se fue de casa sin advertirle a nadie, no les podía especificar gran cosa acerca de adónde iba ni con quién.
-Le escribí cuatro letras a mi padre desde Burdeos, eso fue a las tres semanas de escaparme de casa. Ya no pintaba nada en esta casa sin mi madre, por eso me fui.
El dejó a amigos en casa, pero en mi caso, dejé amigos, familia y trabajo, que fue peor, mi padre me tenía trabajando para él, en su taller mecánico de coches. Yo les llamé por teléfono, les dije que necesitaba estar un tiempo solo, que no se preocuparan, que volvería. Cogí el dinero que tenía y me fui, eso es todo.
Cuando vas conociendo a otra  gente por el camino, te animas a ti mismo, te impulsas porque has tomado una decisión y quieres intentar llevarla hasta las últimas consecuencias. Además también conoces a chicas, gays y lesbianas, somos toda una comunidad mundial donde el fin casi siempre es el mismo, conocer el mundo y tratar de ser un poco más feliz sin barreras.
Y ahí nos tienes, camino del norte, objetivo, llegar a alguna parte, como, en auto stop. Tiene guasa el asunto, porque se para un coche y te pregunta “¿Dónde vais chavales?.”  -¿Donde va usted?.  “Voy a La Junquera.”  -Ya nos va bien.
Cargamos las mochilas en el maletero y andando que es gerundio, luego te relajas, entablas un poco de conversación y como quién no quiere la cosa, te encuentras en otro mundo,  -quiero decir en otro lugar que no conocías-. Mientras esperas a que alguien pase al interior de Francia, buscas un lugar en la carretera para hacerte bien visible, a lo mejor se te hace de noche, pero ¿qué importa?, estamos de vacaciones y eso no todo el mundo lo puede decir, DE VACACIONES POR EL MUNDO, mola un montón oye. Que tienes que dormir al raso, dormimos, que viajar así también cansa lo suyo. Un buen saco de dormir o alguna casona vieja cerca de la carretera, sirve perfectamente para pasar la noche.
Te despiertas por la mañana y los pájaros te sirven de despertador, ¡qué gozada!, buscamos algún lugar para poder asearnos y vuelta al lio. Armados de esta casi infinita paciencia, nos movemos poco a poco, un furgón de repostería, de un auténtico currante, nos lleva hacia el interior de Francia. Jorge habla francés, ¿qué no sabrá este tipo?, después de unos kilómetros, resulta que el tipo es de familia española y vive en Perpiñán, pero ¿bueno…?, nos ha tomado el pelo, resulta que habla español mejor que nosotros.
Nos deja en el mismo centro, allí conocemos a otros carrileros que hacen ruta hacia otros sitios, uno es catalán, el otro vasco, claro, primos hermanos, me refiero a esto de las autonomías y este rollo, yo paso de estas cosas pero al parecer ellos no, al rato ya estoy cansado de oírles hablar de política. Creo que estas cosas no llevan a ninguna parte, que si el independentismo, que si la soberanía…
Le digo a Jorge  “Oye ¿y si nos abrimos?, este tostón no lo soporto.”  -Sí, será mejor, estos son capaces de llegar a Alemania con el mismo tema.  -¿Es que vamos Alemania tío?, eso no me lo habías dicho.   “A Alemania o donde nos lleve el viento, estamos o por lo menos yo, estoy en un viaje de introspección, necesito reflexionar, que mejor manera que haciéndolo viajando, como lo hacemos nosotros, ¿no te parece?.”   Tuvimos suerte de poder viajar tres horas en tren sin que nadie nos pidiera billete, eso nos llevó a Paris más o menos, atravesamos Clemont – Ferrant e hicimos noche en una granja sin que el dueño se apercibiera, era una propiedad inmensa. A veces era de día y otras  de noche, pero a menudo dormíamos durante el día.
Comencé a tener malos sueños, pesadillas, en las que veía a mi padre tras de mí con una llave inglesa, yo iba en la parte trasera de un tractor con otros y él, corriendo me daba alcance, cuando estaba a punto de hacerlo despertaba, feliz de que fuera un sueño, y preocupado por que lo fuera. Esto se repitió a menudo, en otras circunstancias, entonces decidí que para mí, aquella experiencia había tocado a su fin.  –Jorge, yo me vuelvo a casa, he pasado unos días muy buenos contigo pero… me sabe muy mal decírtelo, echo de menos a todos y todos los que dejé en España, este es el momento de decirnos hasta pronto.-
“¿Cómo que me dejas solo?, hemos pasado unos días de lujo Jaime, no lo estropees ahora hombre.”
Mientras hablábamos vi a lo lejos, una estación de tren. Eso acabó por decidirme, me quedaba algo de dinero y mi VISA, de forma que lo dejé y me encaminé a la estación. Yo me despedí, él no me dijo ni adiós, estaba cabreado lo entiendo,  -Nos veremos a tú vuelta amigo, que te vaya bien.  “Vete a la mierda, tú no eres mi amigo.”
Mis padres no podían creer que estuviera de vuelta, mi hermana que volvía del instituto por la tarde, se echó sobre mí mientras descansaba del arduo viaje, mi madre quiso persuadirla de que me dejara dormir pero entró en tromba en la habitación, y se echó encima de mí comiéndome a besos. Después de eso, por la noche, me preguntaron que hacía, como me transportaba, que comía, donde dormía, ¡tantas preguntas a la vez!, solo supe responderles que cuando viajas del modo que lo hicimos, la mayoría de los días eran de cielo claro, pero que sin embargo, nos alumbraba el sol de medianoche.


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