viernes, 8 de junio de 2012

SUEÑOS Y LETARGOS.

            
                             SUEÑOS Y LETARGOS.


Te acuestas y sueñas, entras en el momento mejor de tú vida. El espíritu se apacigua y se transforma, te reclama el silencio necesario, para poder despertar con ánimos renovados.
Te das cuenta entonces que tus sueños te han engañado, desearías que fuera verdad, alguna de las cosas que se instalaron en tú mente durante aquellos instantes, minutos, horas, ¿quién sabe?.
Puede incluso que sean pesadillas, que sueñes que pierdes tú casa, entonces, el corazón, dormido se acelera, te despiertas sudando, miras a tú alrededor y ves a tú marido a tú lado, a tus hijos durmiendo en un sofá cama, tranquilos, la más pequeña agarrada a la mayor, chupándose el dedo pulgar, y sonríes.
Estamos bajo techado, en casa de nuestros padres, ¿qué estarán soñando ellos, estarán sin pegar ojo, o estarán llorando en silencio?.
En otra parte del mundo, un señor que ha estudiado económicas, y que en su tiempo soñaba con chicas que lo perseguían porque es de buena familia, sueña con guerras, se ve luchando contra espartanos aguerridos, dirigiendo una batalla contra masas pequeñas, cada vez que logra sitiarlos, los rechazan, y eso que ellos van con tanques y cañones, sus tropas con fusiles modernos, pero aun así no pueden con ellos.
Se despierta dando golpes, con los puños cerrados, de pronto se echa a llorar, su mujer, a su lado lo despierta pero él se niega, le han encargado ganar esta guerra. No tiene más que órdenes que cumplir, es un soldado, un soldado con un sueldo que le permite dormir en una cómoda cama, en una gran casa, con un gran coche y unas grandes vacaciones.
El adormecimiento y la insensibilidad se apoderan de él. Una modorra súbita en el trabajo, le hace a menudo abandonar la oficina e ir al coche para dormir un rato, se excusa delante de los compañeros, diciendo que tiene que salir unos minutos, pero el letargo no desaparece, va con él donde quiera que sea.
Su corazón le da a menudo palpitaciones fuera de lugar, ¿cómo es eso si yo he estado siempre sano?, siempre hay tiempo para un infarto que súbitamente te deje clavado en el sitio. Eso debe ser porque he perdido la batalla. Necesito dormir, mi mente me lo pide, quiere desconectarse de toda esta farsa, todos a mi alrededor me tratan como un estafador, como un ladrón, estoy maldito.
Las cosas no andan bien en casa, mi esposa e hijos ya no me tratan igual que antes, ¿por qué si lo tienen todo?, será que esperan más de mí, todo el mundo espera más de mí, los que están arriba, los que están abajo, mi familia…
No puedo cambiar las reglas del mundo, la cosa es así, ¡si pudiera lo haría, lo juro!.
¡Va!, déjalo ya, no puedo ser un pobre sensiblero, no me lo puedo permitir, debo acabar con esos malditos espartanos. El caso es que no se achantan con nada, tienen clara su posición, ¡dios mío, que torpeza, que dolor me embarga!.
Ahí los tienes, a los otros, a los espartanos, lo han perdido todo menos la dignidad, luchan desde la oscuridad de setenta metros cuadrados por los suyos, salen y recogen cartones, limpian casas, y aunque no huelan a colonias caras, siempre van limpios, se duchan con poco agua caliente para que alcance para todos, y se frotan la piel con jabones de pastilla, no pueden comprar otras cosas, pero ¡míralos como ríen todos alrededor de la mesa a la hora de comerse un arroz con cuatro patatas!.
Siguen teniendo sueños, es verdad, a veces poco agradables. Pero el otro, además de sueños y pesadillas tiene letargo, y ese, no se lo quitará de encima hasta que sea pobre.


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