domingo, 17 de junio de 2012

LAS HORMIGAS SE RÍEN DE MÍ.


                          LAS HORMIGAS SE RÍEN DE MÍ.


Un buen día de primavera, casi entrado el verano, me paseaba por el campo con mi perro, le dije que no se fuera lejos, hacía calor, y en un tramo del camino, vi una balsa de agua, de las que los labradores usan para regar sus tierras. Se oía un rumor, era la bomba que estaba trabajando para subir agua de un pozo subterráneo. Saludé al hombre, vecino del pueblo, este desde lejos levantó la mano, era media tarde yo sudaba profusamente y me eché agua a la cara, ¡qué sensación tan buena! el agua estaba muy fría y lo agradecí mucho, mientras, mi perro daba saltos corría y marcaba los lugares que encontraba de interés para él, levantaba una pata aquí, y luego diez metros en otra dirección, volvía a mear, bueno más que mear,  solo soltaba pequeñas gotas.
Me eché bajo un olivo, con las manos tras la cabeza me quedé adormilado, fue fantástico ese momento. Pero se conoce que estaba estorbando la labor de las hormigas, de manera que se hicieron notar, yo diría que se quejaban, o que me insultaban por haberme interpuesto en su camino, en su autopista, esa que utilizan para transportar la comida necesaria para el invierno. No es nada fácil hacer ese trabajo, en ocasiones las ves transportando semillas que pesan cuatro cinco veces su propio peso, ese día en concreto vi como entre unas cuantas llevaban arrastrando hacia sus viviendas una polilla inmensa, antes la habían matado a dentelladas, todavía viva, la llevaban al lugar donde las piezas grandes eran desmembradas, para ir a parar al almacén de avituallamientos.
¿Qué como supe que estorbaba?, sencillamente se echaron sobre mí por todas partes, hicieron que me revolviera como un poseso en la hierba, tienen un frente de guerreras que a los flancos de las filas de obreras se ocupan precisamente de que su trabajo no sea interrumpido. ¡Qué bocados me daban, qué suplicio, y todo sucedió en un instante!, me tuve que quitar la poca ropa que llevaba y meterme en la alberca, ¡qué alivio señor…! por un momento pensé que se iban a llevar mi pantalón y mi camiseta entre todas, y aunque no fue así, las prendas estaban minadas de ellas.
Me las imaginé riéndose de mí,  “Mira este pobre diablo, retorciéndose como una anguila, jajaja ¡a ver si escarmienta y no viene a tocar las narices a la población trabajadora!, igual se cree que nosotras somos como ellos, esclavos de sus deseos egoístas…”.
Lo cierto es que salí corriendo de allí, cogí la ropa y a mi perro y me acerqué al camino con el único afán de sacudirme las prendas y asegurarme que no quedaba ni una sola de ellas dentro de las costuras. Pasados unos minutos, volví a acercarme a ellas para ver como trabajaban, formaban una fila de ida y otra de vuelta, parecía una anarquía pero lejos de esto, aunque había miles de ellas, estaban flanqueadas por las guerreras, que se ocupaban de que las filas no se rompieran. Hojas, semillas, pequeños animalillos y gusanos, eran transportados con meticulosidad hacia pequeñas montañas de aren que habían excavado anteriormente, parecía que ese hormiguero como tantos otros, tenían varias entradas y salidas, seguramente para darle más fluidez a este trabajo incesante que llevaban a cabo.
Cuando regresé a casa con mi perro, encendí el ordenador; en Google puse “hormigas”, y examinando páginas me di cuenta de la inteligentísima organización que tenían dispuesta, diferentes jerarquías, trabajaban todas en beneficio de otras, todas sumamente organizadas, vi entonces que entre ellas no existe el paro, no trabajan con moneda de cambio alguna, no tienen impuestos, tampoco hipotecas, no echan a nadie a la calle por no pagar determinados cánones, no tienen índice de pobreza.
Dentro de sus comunidades no hay elecciones, partidos mayoritarios, no existe para ellas la palabra huelga, tampoco existe una bolsa que indique que el IBEX está subiendo o bajando, son insectos inteligentes, saben que su labor es acumular alimento para la estación más dura del año. Cuando llega, trabajan en el interior del gran nido subterráneo, reparando lo que alguien con sus pies ha destruido, pero no saben quejarse ¿para qué, si lo importante es volver a dejar las cosas en su lugar?, viven ahí, dentro de sus nidos y hay que cuidarlo, nacen sus pequeñines pronto, y les tienen que ofrecer un lugar cómodo donde hacerse mayores.
¡Ojalá nosotros discerniéramos como lo hacen ellas, las hormigas!, otro gallo nos cantaría, y sin embargo ellas mientras tanto, trabajan sin cesar y disfrutan de su vida. ¡Cómo no se van a reír de mí!. Mil y una razón tienen para hacerlo, y si no, mira como tuve que salir huyendo de ellas.


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