ESE LARGO INVIERNO CALUROSO…
Comenzó por ser tibio, las gentes de las ciudades, atribuían ese calor poco común a la contaminación del aire, a la falta de lluvias, que hacía que en determinados momentos, el aire fuera irrespirable.
Vecinos de mi escalera, discutían sobre qué era lo que hacía que ese invierno se presentara de forma tan anormal y curiosa. Incluso, algunos, todavía huían los fines de semana a los lugares más cercanos de la costa para refrescarse. Lo cierto es que las temperaturas, subían de forma alarmante y entre semana, más de la mitad de la población salían a la calle en mangas de camisa, los operarios de las obras públicas, con el torso desnudo, paleaban tierra, trabajaban con las máquinas compresoras de aire vibradoras, y grupos electrógenos.
De otro barrio de la ciudad todavía más caluroso, sin embargo, las mujeres salían a la compra con sendos abrigos, gorros de todo tipo, botas de abrigo y bufandas. Esto, en una gran ciudad pasa desapercibido, nadie se fija en nadie, mientras unos se secaban la sudor que manaba de sus frentes, otros y otras iban abrigados hasta las cejas.
En el cruce de una rambla de pronto se oyó un estruendo, dos coches habían chocado, a cuál de ellos quedó peor, el que conducía la mujer quedó destrozado, subido en la acera y arrollando las mesas de una terraza donde había gente disfrutando de unos refrescos.
“Señora, ¿se puede saber que le pasa?, se ha saltado el semáforo en rojo, mire usted la que ha liado.” -Eso digo yo, que puñetas haces conduciendo así, yo tengo el semáforo en verde y tú vas y te lanzas a la carrera, ¡habrase visto!, eres un peligro público, o estás bebido o estás loco una de dos.-
La mujer casi no se podía mover dentro del coche de la ropa que llevaba encima, mientras, el hombre que conducía un coche de reparto, solo vestía una camiseta y un pantalón fino con unas sandalias ligeras. Llegado el coche de atestados de la policía, no pudo sacar conclusiones de que era lo que había sucedido, el sargento con una parca de invierno y guantes, bajó del furgón muerto de frio, se acercó a los conductores con los hombros encogidos por el frio.
“Vamos a ver ¿qué ha pasado aquí?”
Los dos exponían sus razones al mismo tiempo, gritaban, el sargento levantó la mano en señal de calma “Por favor señores, vamos a ver si aclaramos las cosas que no está el horno para bollos. Hable usted señora.”
-Este hombre que se ha saltado el semáforo en rojo. No he podido hacer nada por evitarlo, se me ha echado encima como un misil.-
“He oiga, la que se ha saltado el semáforo ha sido usted, era yo quién lo tenía verde, la prueba es que todos los que venían por los diferentes carriles de la calle circulaban conmigo, y a la misma velocidad, ya sabemos todos que en cien metros llega otro semáforo.
Al final, un parte amistoso era lo más conveniente. Pero ninguno de los dos quería reconocer la invasión de ese espacio sagrado marcado por los semáforos. A su alrededor, la gente circulaba con toda tranquilidad, estaban demasiado acostumbrados a ver situaciones como esa. Además, nadie quiere verse involucrado en un hecho de ese tipo, luego llegan mandatos de los juzgados para declarar que es lo que han visto, y eso, no le interesa a nadie, bastante tienen con aguantar ese difícil invierno caluroso.
La cosa no pasó a mayores, se tomó declaración a los dos conductores, y las grúas llegaron para retirar a los vehículos para llevarlos a las direcciones que se les indicaran.
En un banco de la acera, había un hombre mayor, ojeaba un periódico de la semana anterior, él sí que vio todo lo sucedido, negaba con la cabeza, paraba, ojeaba el diario, levantaba la vista, observaba y volvía a su periódico, una chica joven se sentó a su lado dejando cierta distancia entre los dos.
-¿Qué pasa chica, por qué lloras, te puedo ayudar en algo.?
-¿Disculpe…?, no creo conocerle, ¿por qué me pregunta si lloro, que sabe usted?.-
-Es verdad, no sé cómo se me ha ocurrido preguntar, disculpa, pero de cualquier modo sé que has estado llorando. ¿Te das cuenta del desatino que vivimos?, gente que va medio desnuda por el calor, otros por el contrario van abrigados a más no poder, ¿no te parece que eso es suficiente para que estemos todos deprimidos. Sé que tú también lo notas, y seguramente te estás preguntando, cómo hemos llegado a este estado de cosas. Ya no sabemos de cierto, si hace frio o calor, cómo debemos comportarnos con los demás, a quién buscar que sea como uno quiere, todo esto deprime mucho.-
La muchacha, comenzó a prestarle atención, pasó un brazo por el respaldo del banco que les servía de asiento.
-Tiene razón, ¿cómo podemos salir de este laberinto?.-
-No podemos, o nos aclimatamos o morimos. Cuando yo era joven, nada de esto pasaba, la gente aceptaba los cambios con total normalidad, creo que nos hemos vuelto demasiado rebeldes, demasiado exigentes, la prueba la tienes ahí, mira a toda esta gente que está esperando cruzar el semáforo, todos estos peatones tienen diferentes objetivos, ilusiones, y todos y cada uno de ellos creen tener razón en su interior, es por eso que confunden los intereses de sus vidas, a ti te ha pasado algo parecido, estoy seguro de ello.
-Sabe usted, le digo con toda franqueza, que ya no me interesa nada ni nadie, no sé si soy extremista en este razonamiento pero es así como me siento ahora.-
-Pues si te encuentras así ahora… imagínate cuando seas un poco mayor, probablemente acabarás como yo.
-¿Cómo ha acabado usted si puede saberse.?
-Pues mira, voy desnudo, no tengo prenda que me tape, ya no sé que ponerme ni cuando hacerlo.-
-¡Es verdad, no me había fijado…!.
-¿Lo ves?, es como te digo, no hay más. Si me aceptas una sugerencia, procura ser tú misma sin temer a nadie, camina así por la ciudad, seguramente encontrarás a alguien que saque las mismas conclusiones que estamos discutiendo aquí, entonces aprovecha estos momentos, son instantes irrepetibles en nuestra vida. Lo demás, lo trae o se lo lleva, el viento.
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