viernes, 22 de junio de 2012

EL HOMBRE DE DOS CABEZAS.


                               UN HOMBRE CON DOS CABEZAS.


Dicen que es imposible que haya seres así. Yo creo, después de lo que me contó Ricardo, que sí, que puede que los haya. Respeto el que la mayoría, si no todos, crean lo contrario, pero es absolutamente lógico que haya hombres con dos cabezas.
Tener dos cabezas exige mucho, siendo que hablo que un mismo cuerpo, las sensaciones, deseos, ambiciones, y vida en general, tiene que ser muy difícil de equilibrar. Hasta a la hora de comprarse unos simples calcetines, tienen diferentes criterios de colores, alturas y compuestos de los tales. Y ya no te digo nada de cuando tienes que entrar a una tienda a comprarte un traje, con su correspondiente camisa y corbata…, entonces, esas dos cabezas entran en unas polémicas y discusiones que no se las deseo a nadie.
Pero el caso es ese, Ricardo me cuenta que él ha conocido a un hombre de dos cabezas, claro está que esto es una mera alegoría, sin embargo, si se hubiera dado el caso de que hubiera tenido dos cabezas, físicamente hablando, no habría sido tan extraño como lo que me contó.
“En casa es un primor, lleva una vida de lo más natural, es un hombre amantísimo se los suyos, a su esposa la quiere con locura, eso se manifiesta por el modo de cogerla cuando van por la calle, cuando salen de vacaciones  -que a menudo les acompañamos- y todo cuanto se te pueda ocurrir en lo relacionado al cariño y amor que se tienen. Pero… cuando sale solo al ir al trabajo… amigo… cuando sale al trabajo se transforma, es su otra cabeza la que manda. Se conoce, que se dan alternativamente poderes la una a la otra, para no vivir en un caos constante. Pero Mario, te lo digo con el corazón en la mano, cuando veo a Eusebio y a Eustaquio salir juntos por la puerta de su casa, tiemblo; son seres completamente diferentes, se ponen a pelear sobre quién conduce el coche al trabajo, cuando están allí, se discuten sobre lo que cada uno quiere desayunar, uno café solo, el otro con leche, es un suplicio verlos así y trabajar a su lado.
-Pero oye Ricardo, ¿de verdad es cierto eso que me cuentas, no serán imaginaciones tuyas?. Si es verdad que ves esas cosas en una sola persona, yo de ti iría a un psicólogo, es que es muy fuerte lo que me dices  he…
“¿Qué es fuerte… y si te digo que después del trabajo los dos se pelean en el ascensor de la empresa porque uno quiere ir a ver a su familia y el otro a la suya?.  ¿Qué, como se te queda el cuerpo?.
-Chico, esto debe de ser un infierno ¿no?. Se lo podrían repartir equitativamente. Un día vamos a tú casa y el otro a la tuya, punto.
“Claro tú lo ves muy fácil, pero piensa que son dos cabezas que conducen un solo cuerpo. Ya han tenido que ir al traumatólogo un montón de veces por huesos descoyuntados… piénsalo, yo tiro para aquí, el otro… pues yo quiero ir para allí. Los médicos no saben qué hacer, lo último fue ir a ver al psiquiatra. Mira, les cogió a cada cual un mal rollo, que el médico que es muy católico él, llamó a un exorcista oye. Acabaron dándose de puñetazos hasta dejarse KO mutuamente, y de allí al hospital de nuevo.
-Bueno haber si me aclaro… ¿pero de verdad tienen dos cabezas físicas, quiero decir que tienen cuatro ojos y…
“No hombre que va, tienen dos cabezas figurativas, tú los ves y tienen un solo cerebro y dos ojos, dos orejas, de todo tienen un par, no dos. El rollo, es que el comportamiento de este ser se podría decir que es bicéfalo, porque una parte de él hace lo que debe hacer, mientras qué el otro, hace, dice y piensa lo que le sale de las narices. Ese es el caso, no creas, tiene miga el tema ¿he?.
-Va, pues si solo es eso, yo también soy un fenómeno de esos, y mi hermano, y mi cuñado, y… yo que sé cuantos más. Bien pensado la humanidad entera entra dentro de esos parámetros, una parte de nosotros somos como los lobos, atacamos a todos y a todo cuanto se nos pone  por delante, aunque en el fondo después, sintamos remordimientos. Por otra parte, hay muchos momentos de nuestra vida que nos comportamos como debiéramos, aunque eso lo deben de juzgar los demás, nunca nosotros mismos.
“Pues va a ser que tienes razón Mario. Ahora que lo pienso…, jobar, si yo he sido siempre así… Que fastidio chico, y yo que creía que ese tipo era un caso excepcional…


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