lunes, 4 de junio de 2012

UN DÍA CUALQUIERA.... I PARTE.


           UN DÍA CUALQUIERA, EN CUALQUIER LUGAR, A CUALQUIER HORA.                        


Podría haber sido un martes y trece, a las doce de la noche. Pero no, tuvo que ser un sábado ocho a las diez y media, cuando todo el mundo desalojaba el estadio, con la sangre hirviéndole dentro del cuerpo, su equipo perdió el partido y bajaban a segunda.
Había quién lo llevaba bien, gente de todas las edades, discutían con más o menos fragor, la pérdida de categoría, la categoría reina, primera división. Unos llevaban la bandera de su club como capa, orgullosos de ser de los que habían perdido, otros sin embargo, estaban esperando que alguien hiciera un comentario acerca de las excelencias de los que habían ganado.
 Se encuentra de todo en un acontecimiento así, hasta gente que no les importa demasiado el futbol, que solo han asistido porque les han facilitado entradas, por medio del amigo de un amigo que no podía asistir al espectáculo. Veintidós hombres como la copa de un pino, corriendo tras un balón, con el fin de meterlo entre tres palos en campo contrario.
Dos amigos salían en busca de su automóvil, iban con paso presuroso, habían quedado, tenían plan para esa noche, lo tenían todo calculado. De allí recogían a sus chicas y se marchaban a cenar, luego a terminar la fiesta en algún sitio donde los cuatro decidieran, un buen plan sin duda. Van hablando, cerca de la verja que los lleva al parking donde tienen el coche, oyen un ruido detrás, y gritos, vuelven la cabeza y uno de ellos nota un escozor entre las costillas, en la parte lateral derecha, cae al suelo, quiere levantarse pero no puede, quiere respirar pero tampoco lo logra.
Mientras, por su lado, pasan cinco o seis jóvenes que van a la carrera, el que está de rodillas al lado del amigo, puede ver que uno de ellos lleva un cuchillo, va con la cabeza casi rapada, pero no puede identificarlo. En el suelo, todo lo largo que es su amigo, comienza a notar temblores en su cuerpo, el herido, lo coge de la cazadora, con los ojos muy abiertos, le pregunta sin decir nada, que es lo que ha pasado, la gente los rodea.
“¡Llamen a una ambulancia por favor, rápido!.” Ya hay tres o cuatro con el móvil en la mano, dan indicaciones de donde está el herido, que es urgente, han apuñalado a alguien. El amigo se saca la chaqueta y se la pone de almohada, mientras el amigo comienza a temblar, su cuerpo da sacudidas unos instantes.
Cuando llegan las asistencias, comienzan a reanimarlo, ha perdido mucha sangre, apartan a todo el mundo, necesitan espacio para poder trabajar, con un desfibrilador portátil le dan descargas para poner en marcha su corazón, un gran corazón, el de un amigo que le encontró trabajo en su empresa, que siempre estaba de broma, un amigo que quería a todo el mundo, que era amigo de todos los de su barrio.
Igual que sus padres y hermana, gente legal, cofundadores del barrio donde viven, respetados y por tanto felices de ser bien considerados, todos en la casa trabajan, y no es por suerte, es sencillamente, porque nunca han dicho que no a ningún trabajo que se les haya ofrecido, el padre a estado diez años haciendo de barrendero. Hasta que alguien apreció los muchos valores que se escondían tras ese traje fluorescente, con su carrito y sus trastos, recogiendo hojas de los árboles y cagarrutas de los perros, no le importaba nada con tal de estar trabajando.
Ahora, su amigo estaba de pié, mirándolo desde una distancia prudencial, sujetándose la cabeza con las manos llorando. Nadie sabe salvo él lo que pasa por su mente, si son los recuerdos vividos, los que puede que todavía vivan, o piensa en su novia y familia, pero el verlo de aquel modo, y diez minutos después, como lo cubren con una manta térmica más arriba de la cabeza… le trae un mal presagio.
Rompe el cordón que se ha puesto en derredor de la gente y pregunta “¿Está muerto oiga?.” Sí, es la respuesta que recibe.  “¡Hijo de p..a, ¿porqué te has ensañado con él, que te ha hecho?.” ¡Nos has robado la vida a todos!.”
Luego la policía, y… se derrumba como si de un castillo de naipes se tratara. Amanece en un hospital, en un box de urgencias, se pregunta qué ha pasado, como ha llegado allí, abre poco a poco los ojos tratando de sacarse esta resaca de encima, los sedantes lo han dejado fuera de combate. A su lado su madre, como siempre sujetándole la mano dulcemente, acariciándolo pero cayéndole intensos lagrimones por las mejillas. Su novia a los pies de la cama, llora también, ¿qué ha pasado, porqué está todo el mundo así?, él solo sabe que ha soñado, con que apuñalaban a su amigo a la salida de un circo, que un payaso con cara maliciosa, le atravesaba el corazón con una lanza medieval, mientras él mismo, caía a un río empujado por el mismo payaso, y se iba corriente abajo hasta caer por una inmensa catarata.
A su alrededor, todavía dentro de esta neblina que le produce los efectos de los medicamentos, ve a su familia, su madre, un tío suyo y su padre, parece que está colapsado por el acontecimiento. Con la mirada recorre el lugar donde se encuentra, se escuchan voces y un ir y venir constante de gente más allá de la cortina, para los que están ahí afuera la vida continua, están hablando de los planes para el fin de semana próximo, él se echa a llorar. Ahora es consciente de todo lo acontecido y de que su gran amigo ha muerto.
Estaban en el lugar equivocado, en el momento equivocado, y él, impotente, saldría de allí esa misma mañana para volver a su casa, a su trabajo, echando de menos a J.P, que trabajaba a su lado.


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