viernes, 1 de junio de 2012

VAMOS DE PROCESIÓN AMIGOS.

                       
                                      VAMOS DE PROCESIÓN AMIGOS.

Los cinco tenían en mente, que para semana santa, con doce días de vacaciones por delante, ellos, que eran todos jóvenes y sin sentimiento religioso alguno, iban a pasárselo en grande. Para ello, semanas antes de esta fiestas de pascua, planeaban adonde ir con los escasos medios con los que contaban.
Ya se sabe que con esto de la crisis, hay que saber contar con los medios económicos de los que se dispone, y trazarse vacaciones a medida de estos medios. De lo contrario, uno puede quedar atrapado como si fuera una sardina en una red de pesca, y como el pescador no salía a pescar sardinas, que sea devuelto al mar, debilitado y a merced de otros depredadores más fuertes y vigorosos, por ejemplo terminar en el buche de alguna gaviota o alcatraz voraz.
Su destino, Mallorca.  “Vais a ver lo bien que lo vamos a pasar chavales, aquello es un paraíso para nosotros que somos gente enrollada y que además llevamos a dos que hablan francés y otro que habla y escribe inglés.” Todos se frotaron las manos, esas vacaciones prometían. Al barco de Balearia y camino de las vacaciones, todos contentos, gritando de alegría junto a otros muchos turistas que emprendían este destino.
Un empleado de la compañía se les acercó, “Señores por favor, dejen el consumo de alcohol para cuando estén en su destino, aquí hay familias enteras que tratan de descansar, llevan niños pequeños, vayan ustedes al bar si lo desean pero aquí no pueden estar montando tanto ruido y consumiendo bebidas alcohólicas.”
La primera, en la frente, ya empezaron a ponerse de mal humor, dos de ellos contestaron al empleado que alertó sin dudarlo a otros dos empleados de seguridad, tardaron dos minutos en aparecer por el pasillo donde se alojaban ellos en las butacas de una de las salas. Les conminaron a seguirles y les explicaron las normas de la compañía que estaban contenidas en sus propios billetes de viaje.
Al llegar a destino, y amarrar el barco, comenzó el desfile ordenado de personas y equipaje, la parte de atrás del barco se abrió, y de sus entrañas comenzaron a salir vehículos que habían embarcado en Valencia, algunos de ellos de gran tonelaje, transportaban alimentos y otras muchas cosas que tenían como destino las islas Baleares. Contrario a lo que puedan parecer estas pequeñas manchas de tierra en el mapa de España, las islas aunque no muy grandes, mueven una ingente cantidad de turismo de todas las partes del mundo.
Los cinco amigos formaban ahora parte de una procesión de personas que poco a poco se iban bajando del barco, parecían penitentes aunque no lo eran, solo eran turistas que se suponía serían felices durante unos cuantos días, los que duraran sus vacaciones. “Es increíble oye, esto es peor que un aeropuerto, tanta norma, tanta lentitud, tanto paripé para nada, yo  creo que les fastidia que la gente esté de vacaciones mientras todos estos pringados, trabajan como esclavos.”
El más conciliador de ellos… “Déjalo hombre, ya estamos aquí que es lo importante, a partir de ahora estamos en Mallorca, ahora podremos por fin disfrutar de lo lindo, no te olvides del calendario de diversiones que tenemos, solo pensando en ello ya se me quitan todos los males.” El mayor de ellos, el que tanto se quejaba de esos “pringados” que estaban arriba y abajo con el barco, no es más que un empleado de seguridad, que se pasa las noches dentro de la garita de una fábrica, controlando a todo el que entra y sale del complejo. Pero claro está, él no es un pringado, es un securata de fábrica, ahí es nada.
En un taxi, no caben todos y el equipaje, preguntan y se suben a un bus que los llevará al alojamiento donde tienen reservada habitación. Desde la parada tienen que patear quince minutos más hasta llegar al lugar, no importa, con ellos, en la calle, se ve a muchos otros que se distribuyen por las calles próximas, seguramente para hacer lo mismo, también llevan equipajes y macutos colgados en la espalda que dejan entrever que van en procesión a diferentes lugares, como si pertenecieran cada grupo a diferentes hermandades, dispuestas cada cual a sacar a pasear a su imagen por las calles.
Por su parte, los cinco amigos no pueden esperar más, después de haberse alojado en un hotelito de tres estrellas, alejado de la playa, alejado de discos, alejado de las terrazas y bares de copas, alejados de la civilización como quién dice, según el punto de vista de los jóvenes dispuestos a cualquier juerga, emprenden la marcha hacia los sitios donde hay movida. Se consuelan con el hecho de que no van solos, pequeños grupos ruidosos, van por las calles en dirección al mar, seguro que con el mismo fin, seguro también que vienen como ellos, faltos de recursos, pobres, ricos en deseos de coger buenas tajadas y ligar, o ser ligados, que es lo mismo pero desde otro punto de vista.
Se oye el alboroto desde lejos, ya están llegando, los sitios de más renombre son los más frecuentados, de manera que se ponen en la procesión, en la cola, ni que lo regalaran, y cuidado con pasarse en estos sitios, en este en concreto, hay en la puerta tres armarios roperos de casi dos metros, controlando el cotarro, fuera en la acera, otro vigila para que no haya líos en la cola, que nadie entre con bebidas, latas, ni nada por el estilo. A estos sitios, las chicas son fácilmente controlables porque no llevan casi nada, ni bolsos grandes ni otros apartados personales donde esconder nada de nada. Salvo las que llevan pantalones, que puedan llevar algo, en alguno de los bolsillos.
“¡Ya hemos llegado tíos…!, venga al lío, pero sin meternos en problemas ¿vale?, que parece que no pero en estos sitios, te metes en un follón en menos de lo que canta un gallo.” Los dos más jóvenes, los más callados, asienten lo que dice el mayor de todos, aceptan que meterse en problemas y más el primer día, es perder una oportunidad de oro que no quieren echar a perder. Entran todos y ahí empieza el problema, tienes que ponerte a gritar para darte a entender con el que tienes al lado, la música… pumba, pumba, pumba, ensordece a la gente, con los oídos medio machacados y los cubatas de garrafón, te dejan grogui, además del pastillamen que algunos ya llevan encima, que los deja medio locos. Pero ¡para eso están las vacaciones!, aunque luego se te tengan que llevar con ambulancia  al hospital, a lavarte el estómago, y tengas que estar allí un par de días.
Eso da igual, los jóvenes ya saben que las vacaciones conllevan excesos, y con ello parte de sus días de asueto. De cualquier modo, ya se sabe que ser joven exige estas pequeñas notas de suspense a las vacaciones. Quién llega al hospital de ese modo, también se encuentra allí con otros muchos cofrades que, bien sea por saturaciones etílicas y drogas, o ambas cosas a la vez, hacen cola, están en una procesión sobre camillas, atestados entre los pasillos de urgencias de pequeños hospitales  -porque aquí los servicios de urgencias, no son tan grandes como en otros lugares de mayor población- , de forma que hasta en los pasillos de acceso a estos centros se dejan ver los lavados de estómago y las sondas en las venas de críos que están con los ojos vueltos del revés.
Bien mirado, te encuentras procesiones por todos lados, de un modo u otro, todos estamos en pequeñas procesiones. Esto es solamente a nivel ilustrativo de cómo, nuestra sociedad da por sentado que la vida, para que lo sea realmente, tiene que estar alimentada por esa norma procesionaria.
Los padres de estos chicos y chicas, conocen todos los riesgos a los que se enfrentan, pero ellos en un tiempo fueron jóvenes, muchos de ellos todavía lo son, han tenido hijos desde muy jóvenes, no todos han sido deseados, no todos han contado con el apoyo moral de unos padres responsables, que los han guiado hasta donde se encuentran ahora.
Entonces sucede lo normal para ellos  -para los padres-, los excusan, culpan a terceros que los han envenenado, que los engañaron, sin saber los pobrecitos las consecuencias de lo que estaban tomando, o de los lugares donde han estado hasta las tantas de la madrugada, para luego terminar la fiesta en un after hour, y volver rendidos a casa, para estar durmiendo en ella hasta las tres o cuatro de la tarde del día siguiente, a menudo sin saber con quién han estado, lo que han hecho dejado de hacer.
Nuestros cinco amigos, después de pasar la primera madrugada en Mallorca, vuelven al alojamiento, pero al salir de la disco, se tropiezan con tres tíos con ganas de juerga de la otra, con ganas de pelea, no preguntes porque ni como, pero de pronto, se ven enredados todos, en una calurosa lucha, aquellos les piden droga, ellos dicen que ellos no son camellos, uno de los tres de pronto le suelta un puñetazo en mitad de la cara, otro contesta con una patada, y así entre unos y otros, terminan por subirse a un furgón policial.
Entre gritos dentro de aquellos cubículos metálicos, empiezan a gritar y a darse de golpes contra las paredes de chapa de acero, son bajados en comisaría, ¡jolín si ahí dentro hay muchos más! , claro, que os creíais ¿qué en esta procesión estaríais solos?, de eso nada. Esto, es decir las vacaciones, son pequeñas peregrinaciones, que tienen como objeto el que uno forme parte de un sistema especialmente montado con tal fin. Tendrán suerte si los dejan sueltos por la mañana después de haber declarado ante el juez, sin cargo alguno, así podrán continuar sus esperadas vacaciones, hasta que se agoten los últimos días prescritos.
“Oye,   -dice uno de los más jóvenes- yo paso de volver a tener unas vacaciones como estas, el año próximo me voy a pasar las vacaciones a una casa rural. No tengo porqué pasar por estos líos,  -se puso junto a la acera entre dos coches y devolvió-. ¿Sabéis que voy a hacer ahora cuando llegue al hotel?, aré las maletas y me vuelvo a casa, ya he tenido bastante.


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