martes, 29 de mayo de 2012

SOIS LO MÁS, LES DIJERON UN DÍA.


                            SOYS LO MÁS, LES DIJO UN DÍA.


Los hijos para muchas familias hoy, son como una maldición, para otros al contrario, aun para otros son seres que visitan sus casas tan solo para dormir y repostar  -en todos los sentidos, se entiende- , creen sencillamente, que el hecho de tener vida, por deseo expreso de sus padres, les autoriza a tener esa actitud, “Yo no he pedido venir a este mundo, de manera que carga con las consecuencias.”
Estos, no se plantean ni por un momento, que harían ellos si fueran padres, así pues, se vuelven tiranos, pierden el respeto a sus mayores, incluso estos les temen cuando los ven acercarse a casa, oyen las llaves en la cerradura de casa cuando abren la puerta y hay padres que se echan a temblar ¡qué horror vivir así…!. El horror nace de la espera impredecible, de la intensa pena de no poder cambiar las cosas, de saber que cualquier día de estos, puede sobrevenirte la muerte que esperas, de mano de quién más quieres.
No siempre tiene que ser la muerte física, también puede ser la muerte de los sentimientos, normalmente, la muerte de sus sentimientos hacia ti, que al contrario no. Los padres queremos hasta el agotamiento de nuestras fuerzas físicas y mentales, hasta el delirio si cabe, pero a los hijos se les quiere sin condicionamientos. Quizás, cabe pensar que cuando ellos sean padres, padres de niños deseados, también hereden esta actitud y dejen de incordios auténticos dentro de la familia.
Los padres necesitamos que los hijos sean un bálsamo para nuestras heridas, nosotros no somos soldaditos de plomo, parados sobre una maqueta para llevar a cabo una batalla, que, jamás vamos, ni a perder ni a ganar, solo decoran un escenario ficticio, irreal, a menudo copias exactas de batallas de antaño, pero eso, simples copias.
Por eso, cuando tus hijos se solidarizan contigo, te defienden a ultranza y manifiestan que son tus guardianes, al contrario de la actitud que acabamos de referir, los hijos son una bendición. Los hijos que no llevan cuenta del daño, que saben que todos fallamos porque somos imperfectos, que se dan cuenta de que los padres como todo el mundo en la vida, tenemos fracasos, causamos daños, que como cualquier humano, necesitamos que se nos reprima, y con ello, que se nos aliente a tirar hacia adelante.
Al contrario de esto, el que piensen  “Si la has hecho, la pagas, que todos debemos pagar nuestras facturas ante la vida.” es desalentador, cruel, amargo. Los hijos como todos en este mundo, crecen, tienen sus propios criterios, se emancipan, y cuando lo hacen, al crear un ente aparte del nuestro  -quiero decir que dejan el hogar donde han crecido-, no deberían ejercer de jueces, de administradores de la justicia moral. Deben buscar el modo y manera de acercarse a sus padres y sentir lo que sienten ellos, no nos queremos referir con esto a auto inculparse de sus fallos, si me apuráis hasta de nuestros desmanes.
Solo estar cerca de ellos, solo eso, si no, los padres estamos desnudos ante su impiedad, atrapados en un cepo en mitad de la plaza pública, hasta que nos llegue la condena o la absolución.
Pues bien, se de unos padres a los que me precio de conocer íntimamente, que cuentan ante una circunstancia de angustia y desasosiego, solo dos de sus hijas, están de pié, firmes ante sus padres con la espada en mano, dándoles la espalda para que nadie se acerque a ellos, sus padres están en el cepo, pero no dejan que los insultos y reprobaciones lleguen hasta ellos, son sus paladines.
Los padres, ante una circunstancia que probablemente han buscado o que uno de ellos ha causado  -ya sabéis como van las leyes medievales-, solo pueden mover la cabeza, y la levantan solo para decirles: “Sois lo más… ¿cómo os podemos agradecer que compartáis vuestra vida con nosotros en estas circunstancias?.”
Ellas vuelven la cabeza cuando la multitud se aparta un poco y les contestan: “Sois nuestros padres, la cuna de nuestra vida, estamos aquí gracias a vosotros padres, ¿cómo esperabais que respondiéramos si formáis parte de nuestra vida, si somos lo que somos, gracias a vuestros desvelos y desasosiegos? , hacemos esto porque nos place, porque lo necesitáis, porque os amamos.”
Mientras los otros hijos, que creen actuar consecuentemente, que piensan que merecen este justo castigo, miran desde lo lejos, asomados a su ventana, impacientes quizás también, pero lejos. Se excusan diciendo: “Si no hubieran faltado a la ley, estarían libres, pero, de cualquier modo, tiempo habrá para rehacer la relación que se perdió, ¡con el tiempo…!.” No se dan cuenta de un hecho, están en el cepo por ellos, ¡si solo en su tiempo hubieran sido más leales y hubieran demostrado más amor…!.
No se imaginan ni por un momento, que si la situación fuera la contraria, sus padres estarían ante la multitud, peleando a muerte por ellos.


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