EL CAZADOR Y EL PATO.
· Vaya sábado llevo hoy, más de medio día camuflado entre el cañaveral y no hay forma de que le dé a un pato, no sé cuantas postas he gastado pero llevo la canana vacía ya, y todos los ganchos del cinto vacíos, solo hacen ruido entre ellos cuando camino, parezco un cascabelero. · -¿Qué hay señor?, buenos días, ¡qué día se ha levantado!..., da gusto recibir un día así.- · Oye ¿pero tú no eres un pato?... · -Si, ¿tanto se me nota?. - · Yo creía que los patos no hablaban, estoy asombrado. · -Tampoco sabía yo que fueras a contestar a un pato. Los humanos, sois de lo más raro. - · Claro mira, ahora el raro voy a ser yo, porque le contesto a un pato. · -Hombre…que quieres que te diga, ve a casa y dile a tú familia que has estado hablando con un pato y verás… - · Oye, oye, ¿dónde vas tan aprisa?, he venido a cazarte, o ¿crees que estoy aquí por gusto?. · -A no sé eso es cosa tuya, yo debo volver con mis hijos, bueno, si puedo, me están esperando. ¿Cuántos hijos tienes tú?. - · Yo tengo dos, una chica y un chico. · -¡Qué suerte la tuya!... yo tengo siete, ¿Qué te parece?. - · Eso es mucho, si yo tuviera siete hijos, me suicidaba. ·
-Ya, lo comprendo, pero es que vosotros los humanos, no tenéis las mismas miras en eso de la procreación.
· No creas, en mi mundo, quiero decir el de los humanos, hay de todo. Tengo conocidos que tienen más hijos que tú, eso sí, pasan unos apuros de espanto. Criar a siete niños o más, es todo un desafío. Pagar colegios, ropa, darles una buena casa donde vivan sin estrecheces… no quiero ni pensarlo a quién le toque. Y eso que los humanos traemos un niño al mundo cada año, imagínate que dolor de cabeza.
-Oye, ¿quieres venir a conocer a mis hijos?, a mí me resulta más fácil nadar que andar, así que, ¿porqué no me sigues desde tierra y yo nado por la orilla?.
· Bien, de acuerdo. Procuraré ir despacio para que no te canses, tengo curiosidad por ver tú casa y a tú prole.
Después de unos minutos de camino…
-Bueno aquí los tienes, ¿no son preciosos?.
· Si y mucho, que rubitos que son… y que piquitos más dulces…, gracias por traerme aquí, jamás hubiera imaginado que los escondieras tan bien.
-Nuestras casas son sencillas, ya ves, unas cuantas ramitas, un poco de pasto seco para que no estén húmedos y poco más, si llueve los protejo bajo mis alas, no pienses que por mucho tiempo, dentro de un par o tres de días y ya vendrán, detrás de mí. Todos juntos al agua, empezaré a enseñarles, que es lo que deben comer y lo que no, conocerán mis sonidos desde lejos, por si se pierde alguno por causa de la corriente, de hecho esto ya lo hacen desde el primer día, cuando salen del huevo.
· ¡Qué diferencia!... nuestra especie es algo parecida en esto, los bebés conocen la voz de sus madres desde que están en su vientre, pero la diferencia es, que cuando nacen, no saben manifestarlo. Tienen que pasar meses antes de que sigan la mirada de alguien, y hasta un año antes de que comiencen a andar. ¿Quieres tú venir a mi casa a conocer a los míos?.
-Vendría si es que me puedo fiar de que no acabaré en una cazuela o en un horno, aderezado con una guarnición del tipo que sea.
· Tienes mi palabra, al lado de casa además hay un lugar precioso para que puedas criar a tus polluelos sin peligro, y con un pequeño lago. Eso, solo si tú quieres claro.
-Me parece bien, allí decidiré que hago luego ¿de acuerdo?, si quiero volver aquí tú me traerás de nuevo.
Allá que van estos extraños protagonistas de este cuento. Cuando todos bajan del coche, mamá pato se quedó mirando los alrededores, en principio parecía que le gustaba el lugar, su entorno rodeado de montañas, nada demasiado distinto de donde estaba antes.
· Te presentaré a mi familia, ¡mamá sal de la cocina un momento!, chicos venid aquí, tenemos invitados.
-Que familia tan bonita, miren, estos son mis hijitos, no tienen nombre porque en el mundo animal nos bastan las olores y los sonidos que hacemos, para identificar a los nuestros. Creo que en su caso no es así. Más de una vez, escondida entre las cañas, para que no me peguen una perdigonada, oigo que se llaman por nombre unos cazadores a otros, ¡que desasosiego el suyo con tal de matar un pato!.
· Bueno, hay que aceptar que eso es ley de vida, como se suele decir frecuentemente, “el pez grande se come al chico”.
-Puede ser que tengas razón, ¿pero te imaginas que la naturaleza nos hubiera hecho a nosotros los patos, cien veces más fuertes y con picos como espadas, y se nos diera licencia para matar humanos porque hay demasiados en la Tierra?.
· Da que pensar esto, pero la realidad es que los humanos, somos más fuertes que los patos, aunque no me enorgullezco por ello.
-Sí, pero aun así si no fuera por vuestras armas, no conseguiríais atrapar ninguno. Quizás a uno de nuestros pequeños sí, pero nada más.
A todo esto, el resto de la familia alucinaba al oír la conversación que llevaban el padre y el pato. Después de casi todo el día en compañía unos de otros, el pato habló.
-Mira he estado pensando que es mejor que me vuelva a mi lago, dudo que entre humanos, mis hijos pudieran aprender todo lo que deben saber. De cualquier modo muchas gracias por vuestra hospitalidad.
· Espera, te dije que te llevaría de vuelta yo a tú lugar, a tú charca, deja que te acompañe.
-Gracias pero no, desde este lago iremos buscando el camino de vuelta, no te preocupes, lo encontraré, nuestro sentido de la orientación es mejor de lo que imaginas. En cuanto a ti, cazador, piensa que antes de todo, eres padre, no creo que te gustara que nadie fuera detrás de tus hijos para cazarlos.
,.,.,.,.,.,.,.,.,.,.,.,.,.,.,.,.,.,.,.,.,.,.,
No hay comentarios:
Publicar un comentario