lunes, 28 de mayo de 2012

EL PARAGUAS DE DANIÉL.


                                            EL PARAGUAS DE DANIEL.


Él siempre dice que un paraguas siempre es útil. Sobre todo para la lluvia claro, al ser impermeable, te protege del agua que cae del cielo, pero el caso es que Daniel  -que en su tiempo debe haber sido un dandi- , no sale de casa sin él, dondequiera que sea va con su para guas colgado del brazo, casi todos los que lo conocen, no prestan atención a este hecho, una persona entre la multitud, con un paraguas en la mano, no llama jamás la atención de nadie.
Y del modo que él lo lleva menos, a manera de bastón, sale y entra de las tiendas, de algún café, en el parque, allí habla con los amigos mayores, de todo y de nada, del tiempo, de política, religión o economía. Algunos de ellos llevan bastón, ya sabéis, esas garrotas con la punta de goma para no resbalarse, son bastones todo terreno, en lugar de cuatro por cuatro, se podría decir que estos abuelos son dos más uno, igual a tres. Dos piernas, más la pierna móvil que puede ponerse en cualquier posición.
Daniel dice, que es mejor llevar paraguas porque en caso de que llueva, ya vas preparado, desatas el corchete que sujeta la tela, deslizas la anilla que sujeta las varillas hacia arriba y… ¡Ale hop!, ya estás protegido, mientras te ríes sin malicia, de toda la gente que va buscando balcones bajo las fachadas, o los que se tapan la cabeza con el periódico.
Personalmente le doy toda la razón a Daniel, aunque haya a hay a quién le guste mojarse, dependiendo de la época del año que estemos y donde vivamos. Daniel, tiene toda una filosofía en relación al paraguas, asegura que éste, sirve para mil cosas diferentes, por ejemplo también protege del sol, las mujeres, creen que para el sol hace falta una sombrilla, pero ¿a cuántas ves tú por la calle con sombrilla? , a ninguna, utilizan los paraguas, esos que son plegables y que se pueden llevar metidos en el bolso.
De manera, que una vez más hay que reconocer la versatilidad de este aparato. Daniel cuenta, que en una ocasión fue a un museo del paraguas, acompañaba a un amigo con el que después irían al museo del tren. No pudo por menos que comentar, las excelencias de los ingenios que allí se presentaban, vino gente de casi todo el mundo a este acontecimiento, todos traían piezas que eran verdaderas joyas en el campo de la construcción del paraguas. Se fijó sobre todo, en un paraguas que usaban los pastores en Austria, estaba construido todo absolutamente de madera con el pomo recto, era una maravilla, en el interior llevaba dobles varillas de madera que sujetaban la tela, esta era de lona, casi indestructible, y grande… ni te puedes hacer una idea, decía que parecía una tienda de campaña. Desde la punta del pequeño pararrayos de latón a manera de casquillo hasta el suelo,  hasta la punta del mango, medía un metro treinta. Increíble, y resulta que no era un invento nuevo, hacía decenas de años que se usaba por aquellas tierras altas.
El paraguas, es un invento colosal, de desarrollo en todas las culturas. Comenzando por los egipcios que hicieron uso de ellos, hasta los diferentes modelos que conocemos hoy día. Un amigo de Daniel que es maestro armero, le hizo saber que tenía un paraguas excepcional.
-¿De qué se trata?, me interesa mucho saberlo, de verdad.
· Pues mañana, te espero a tomar café en casa y te lo enseño. ·
-Ahí estaré como un clavo, ¿a qué hora quieres que venga?.
· Después de la siesta, a eso de las cuatro, nosotros comemos temprano.
-De acuerdo, entre las cuatro y las cuatro y media, ¿te vale?.
· Sí claro, a partir de esa hora cuando tú quieras, ahora no te presentes a las seis, a esa hora no me encuentras, estoy jugando al bingo con los amigos.
-Claro hombre ya me hago cargo de que eres un hombre de buenas costumbres.
Al otro día, llamaba al timbre a las cuatro y cinco, le abrió Alfonso. Subió y tomó con él un combinado de café y brandy, charlaron del oficio de Alfonso un rato, mientras que su mujer se dedicaba a limpiar unos geranios que tenía en el balcón.
· Ven que quiero enseñarte algo.
Lo llevó a una habitación habilitada como taller, en las paredes, pequeños cajones hechos a mano, formaban parte de un estante a lo largo de toda la pared, al fondo un pequeño banco, junto a la ventana, armas y planos estaban clasificados de forma muy ordenada. En un rincón, tres paraguas, más bien grandes en lo que respecta a longitud, pero eran paraguas. Se llevó uno de ellos al patio trasero, no quería abrirlo en casa. Allí lo abrió al abrigo de vecinos curiosos, el patio estaba techado con cañizo, no entraba el sol más que cuando él quería.
Abrió el paraguas  · “Voilá.” ·  dijo cuando se abrió de forma automática, ¿qué te parece?. ·
-Muy bonito, pero de estos hay a montones en las tiendas…
· No, como este no, ahora te lo acabo de enseñar.
Cerró de nuevo el paraguas, dio un cuarto de vuelta al mango y salió del interior del eje, una espada de sesenta centímetros. La hoja de la espada, quince milímetros, de manera que el eje tenía veinte.
-Chico esto es una maravilla, ¿qué te llevó a hacer esto?.
· La simple curiosidad, hay bastones que contienen una hoja como esta en el interior. Yo me he limitado a hacer un paraguas armado ¿qué te parece, no es bonito, y útil a la vez?. La tela es de una calidad excepcional, está hecha a prueba de rasguños, te diría que es casi indestructible.
A partir de entonces Daniel sigue con el paraguas, pero no se lo cuelga al brazo, este lleva empuñadura de plata que representa a un delfín, dentro del alma del paraguas…


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