EN UN PUENTE DE MONTAÑA.
Justo cuando todo el mundo, está de vuelta de las vacaciones, es cuando las hago yo, ese día, me planteé como muchas otras veces había hecho, largarme al campo. No planeo demasiado estos pequeños viajes, me dejo llevar, de forma parecida a lo que otros hacen cuando van al mar, se ponen a hacer la plancha y se dejan llevar por las olas, te aíslas así, de los ruidos que hay cerca de ti.
Con los oídos dentro del agua, solo saliendo del agua la nariz y la boca para poder respirar, oyes solo un murmullo, es el mar, que con su sonido quedo, te acompaña en esta pequeña excursión.
El campo, el monte, las pistas de senderismo, son algo parecido, solo que miles de ojos que te ven pasar te siguen, pájaros, insectos, pequeñas culebras y hasta algún que otro mamífero bien camuflado entre las plantas, te ven pero no se dejan ver, los oyes si saber que son, pero te invitan a que disfrutes con ellos, de la paz que ellos tienen.
Esta vez, por cambiar de lugar, me dirigí al mismo lugar de siempre para alojarme. Se alegraron de verme, la gente de campo son hospitalarios y sencillos, y estos, más si cabe. Cada año me presentan a un nieto nuevo, la noticia del embarazo de algún miembro de la familia, me siento casi como en casa con ellos.
Busco en el mapa algún lugar donde no haya estado antes, con el lápiz tomándome una cerveza, señalo algún lugar que pueda ser visitado, pero que sea nuevo para mí, no pretendo ser un descubridor, solo quiero visitar lugares que sean poco transitados, lugares que no denuncien el paso de los veraneantes que van dejando su huella donde quiera que vayan. Es penoso, pero da asco a veces las cosas que te encuentras cuando paseas, y más cuando hace solo cuatro días que se han marchado de ahí los que han venido a “disfrutar de la naturaleza”.
Latas de bebidas, pañales de bebé, fuegos apagados donde está expresamente prohibido hacerlos, de todo, ¡qué pena!. Suerte que, a medida que avanzo, se van diluyendo estos rastros, esta gente, sobre todo si van con niños, se dan la vuelta y regresan a sus campings, u hoteles, donde se hacen de nuevos aprovisionamientos de bebidas y plásticos para dejarlos al siguiente día por el camino.
Ese día -era el tercero-, me dirigí a un cañón bastante profundo, desde el camino se oía bramar el agua a su paso por él, nevó bastante aquella primavera, y llovido mucho durante el verano. De modo que el agua no bajaba amansada, muy al contrario, desde los lugares desde donde se podía ver, pasaba sobre rocas, que durante mucho tiempo estaban secas por la falta de agua. ¡Qué orgulloso me sentí ese día del campo…! , labraba su propias formas, siempre cambiantes, siempre hermosas.
Quise ver más de aquel acontecimiento y crucé el rio por un puente de madera bien construido, justo al cruzarlo, me tropecé con un poste indicativo con cuatro indicaciones diferentes, estaban señaladas debajo con diferentes colores, para que los paseantes no se perdiesen. · Voy a coger este camino, pensé para mí. · Me encaminé a un sendero un poco inhóspito, y me puse a subir, primero un tramo importante, había habido desprendimientos de uno de los lados del camino, se hacía difícil subir, pero no era imposible, tuve que sujetarme a un par de ramas delgadas de árboles, que habían cedido con la caída del terreno, al llegar arriba, una larga y tortuosa bajada indicaba el lugar a seguir.
Bajado un buen trecho, me paré a descansar a un lado del camino, se oía el croar de las ranas mezclado con el piar de pájaros que eran caros de ver y escuchar. Antes de morder el bocadillo que me daría las fuerzas para seguir, me paré a escuchar, se oía el rumor de agua, la señal era débil, pero era agua sin duda. Miré hacia un lugar y otro, no se veía ningún rio, ni riachuelo, nada. Comí inquieto, dentro de mí algo me decía, que debía encontrar el origen de aquel rumor de agua. Devoré la comida, bebí un poco y reinicié la marcha, busqué por los alrededores prestando mucha atención al sonido del agua, bajé por un lugar virgen, nadie había puesto los pies allí desde hacía mucho tiempo, sujetándome bajé, ahora ya no era un rumor, era el sonido claro del agua que transcurría por algún lugar.
Cuando llegué al lugar, oscuro, casi lúgubre por la ausencia de sol, me metí en el agua helada, me llegaba hasta las rodillas, pero las botas y mi decisión me llevaron riachuelo arriba, no atendía ni el tiempo que estaba transcurriendo. En un momento determinado tuve que parar, se interponía en mi paso un puente, minúsculo de apenas dos metros de largo, alguien se entretuvo en algún tiempo, a ir apilando piedra de pizarra primero más grandes, luego más pequeñas, hasta completar aquella sencilla y a la vez complicada obra de ingeniería.
Quedé asombrado, ¿quién habría hecho aquel puente? , no lo sé, pero en ese instante me pareció el más hermoso del mundo, para mí un puente, además de ser un lugar de paso, es un nexo de unión entre dos mundos, siempre hay cosas diferentes de uno y el otro lado de un puente. Pasé con precaución por debajo del ojo, estaba intacto, parecía que fuera ayer cuando lo construyeran, era casi milagroso.
Subí para verlo por la parte de arriba, el paso, lo constituía una base de piedras de rio redondas, cubiertas por arena del mismo lecho del rio, no había rodadas ni huellas, aunque de lado y lado se intuía un camino.
Subí en principio por una parte que me llevó a un gran prado, en el fondo de este, una pequeña casa medio derruida lo presidía. Al lado de la misma, se podía adivinar una cuadra, no pude evitar acercarme, tocar sus paredes de piedra, aunque otras partes de la casa estaban hechas de adobe, me di un paseo por el interior, · Mira aquí estaba el hogar de fuego, allí la cocina, ahí se puede ver que esta parte era el lavabo, anda fíjate, todavía quedan restos de una de las camas en esta habitación, parece mentira, el paso del tiempo no es capaz de destruirlo todo. ·
Miré hacia el cielo, solo seis vigas se veían enteras, el resto cedió a las inclemencias de los elementos de la tierra. La Tierra tiene memoria, respeta a los que la habitan, pero si la menosprecias, es más poderosa que tú, te hunde, te hecha, te vomita de sus entrañas como una comida que es nociva.
De pronto… “debo volver, si llego mucho más tarde de la hora habitual, Jose Luís –el dueño del hospedaje- mandará a buscarme y no quiero que esto pase.” Pero para entonces, había pasado demasiado tiempo, la noche cae pronto en la montaña. Crucé el puente del otro lado, y me encaminé hacia no sabía dónde, caminé con urgencia, acabé llegando a medio correr por el camino, después de un buen rato, ya casi noche cerrada, me encontré con una intersección, no se leía nada porque no había indicador alguno, me decanté por seguir a mi izquierda, más cerca del rio.
Al final, desde lo alto del camino, se podía ver una pequeña aldea, apenas una docena de farolas iluminaban sus calles, me quedé un poco más tranquilo, aproveché el momento para poner a prueba los binoculares que me compré este año, esos que te dejan ver en la oscuridad, muy chulos. Miré a través de ellos y no se apreciaba movimiento alguno por las calles de la aldea, solo pude ver a un par de gatos, esos salen de caza cuando cae el sol, ven mucho mejor que yo a través de esos chismes, porque además ellos tienen bigotes que les ayudan a medir las distancias, a diferencia de los humanos.
Bajé hasta la aldea, llamé en la primera puerta que me encontré al entrar, salió un hombre mayor, equipado con una boina de no sé cuantos años, merecería estar en un museo. · Buenas tardes señor, podría llamar por teléfono… · le expliqué el asunto y me hizo pasar, hacía un olor extraño en la casa, pero era un olor familiar, nada raro, en estas casas de pueblo, entre la matanza, el olor de la leña quemándose en el fuego, y la comida de la cena, ¿qué quieres? , toda una mezcolanza de olores y seguro que de sabores.
Después de llamar a Jose Luís, advirtiéndole de que no iría esta noche a dormir, me quedé mucho más tranquilo. · Oiga buen hombre, ¿saben ustedes donde encontraría por aquí un lugar para dormir esta noche?. · -Aquí, nosotros te ofrecemos nuestra casa, no sé que tal vas a poder dormir, nosotros tenemos colchones de lana, pero creo que estarás cómodo para una noche.- · No sé, me sabe mal importunarles, imagino que no debe haber por aquí ninguna pensión ni alojamiento. · “Cierto, no hay nada de eso, pero aquí no importunas, todo el mundo es bien recibido en nuestra casa.” · Entonces… no vive usted solo. · “No, vivo con mi mujer, murió hace tres años, pero para mí está viva, como si estuviera aquí sentada entre nosotros. No temas, aquí n hay fantasmas ni nada parecido, es solo que la tengo presente, eso es todo.” · Entiendo, eso es muy hermoso, no muchas personas tienen este punto de vista acerca de sus muertos. · “Puedes quedarte aquí el tiempo que quieras.” · Muchas gracias, es usted todo un caballero. · “Yo prefiero decir que soy persona, nada más que eso, si no fuéramos capaces de hacer esto por nuestros semejantes, seríamos peor que las bestias, que hasta ellas tienen el instinto de hacer lo que pueden por los de su especie.”
Al día siguiente volví al hospedaje para pagar y despedirme de Jose Luis y compañía, no le anticipé nada acerca de mi propósito, por si acaso el asunto no resultara bien. Ahora, tocaba dar por finalizadas aquellas vacaciones y poner en marcha el proyecto que tenía en mente. Me fui para casa, pedí el finiquito de mi contrato en la empresa, era comercial de pequeña maquinaria para bricolaje. El gerente se sorprendió, preguntó porqué dejaba la empresa, que si era cuestión de dinero arreglaría algo para que cobrara más, dijo que era un buen vendedor y que se resentiría el negocio sin mi presencia.
Pero estaba todo estaba decidido, me marchaba de aquella jungla, la conversación que tuve con Cristóbal, -el aldeano que me alojó en su casa-, me decidió a tomar una determinación. Quería ser un aldeano, si hacía falta, me calaría una boina como la suya, me convertiría en analfabeto, y aprendería a ser pastor. El descubrimiento de aquel pequeño rio y del “gran puente”, me abrió una nueva dimensión que quería descubrir.
Vendí mi piso, a buen precio, estaba en una zona privilegiada gracias a las infraestructuras que con los años se hicieron en los alrededores, pillé la pasta y me di prisa para volver al lugar donde construir mi sueño.
Cristóbal me felicitó por la decisión, me hizo saber que no me arrepentiría, que temporalmente, mientras reconstruía la casa del otro lado del puente, podía estar con él. “Así, nos haremos compañía mutua, yo te diré como se vive aquí, eso sí que te hará falta. Mañana, a las seis de la mañana vendrás conmigo a ordeñar las vacas, ¡verás que divertido…!.” Así comencé a vivir otra etapa de mi vida, una etapa que me colmaría de encuentros, el primero, el encuentro conmigo mismo, luego, el encuentro con la madre Tierra, y todas las abundancias que nos da, a pesar de todo lo mal que la tratamos.
Fíjate tú, lo que pueden dar de sí unas cortas vacaciones en la montaña, si quieres descubrir con apasionado interés lo que puede significar descubrir un puente.
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