jueves, 24 de mayo de 2012

LA LARGA ESPERA DEL VERANO.

                        
                      LA LARGA ESPERA DEL VERANO.


Ya estaba todo dispuesto, y tanto el hijo como su novia a punto de casarse, solo esperaban  -aparte de llegar a ser un matrimonio-, que el padre de él se decidiera a aceptar ir a vivir con ellos. Pocos matices que añadir a lo que ya se había hablado muchas veces durante ese último año. Los compradores de la casa, -magnífica por cierto-,  ya habían concretado el precio con su hijo, la visitaron en varias ocasiones, tomaron medidas de diferentes espacios, con el fin de trasladar las ideas de las reformas al arquitecto que habían escogido.
-Bueno Julio, espero que no tengamos que hacer venir muchas más veces, pero gracias, nos has sido muy útil, se nota que esta casa es entrañable para ti. Cada vez que Soledad, te ve coger en las manos uno de esos retratos que tienes sobre la chimenea, cuando volvemos para nuestra casa me dice “¿Has visto que carita de pena se le pone a Julio cuando coge el retrato de su madre?.”
-Es cierto Hernando, ¡tengo tantos recuerdos de esta casa y de todo su entorno!.
A punto de subir al coche, Hernando le dice como cada vez que se ven para el tema de la venta, “¿Así que no puedes ajustarte más en el precio?, ¿Seguro?. Que no, hombre, tú ya sabes en cuanto está tasada, su precio es su precio, ya sabes que al final incluimos todos los muebles que hay, los espejos y muchas otras cosas que le encantaron a Soledad, eso vale lo suyo, reconócelo. La calesa de la entrada, que está perfectamente conservada, incluso las botas de vino, en activo, que dos de ellas sacan un vino único.
Liberado lo oía todo sentado bajo la higuera que estaba en la entrada, había construido un banco todo en derredor de ella con respaldo. Masticaba una raíz de regaliz, y miraba por el rabillo del ojo, enfundado en sus pantalones de pana y su faja de algodón negro, con los dedos pulgares metidos en la cintura. No decía nada, a sus setenta y dos años, poca capacidad de decisión tenía, incluso sobre sus bienes. Su hijo le insistió mil veces, que se iría a vivir con ellos, que no lo dejaría solo en aquella casona, ni hablar, iría con ellos y punto.
-Si hemos comprado una casa apareada grandísima, en un barrio de primerísimo orden. Está equipado con todos los servicios que cualquiera pudiera desear, hasta una pequeña clínica a dos manzanas de casa, por si es necesario que tengas alguna atención médica, y luego está El Casal, ahí se reúnen para jugar a las cartas y el dominó, hacen bingos todas las tardes…
-Vamos que voy a estar a cuerpo de rey ¿no?.
-Por mi padre lo que haga falta, sabes que te quiero. Haría cualquier cosa por ti.
-Ya, bueno eso es según se mire, porque cuando murió tú madre, no te diste ninguna prisa en venir a su entierro, llegaste dos días tarde.
-Pero papá, sabes que estaba en Bilbao cerrando un negocio de millones para la empresa, no podía irme en ese momento, además aunque hubiera podido venir de inmediato, no habría evitado la muerte de mi madre.
-Si es verdad, pero para mí, habrías sido un gran consuelo. Hea, ya está dicho.
Julio estaba de pié a su lado, pasándose la mano por la frente en señal de paciencia. Era muy paciente. Por otra parte Liberado, se sentía cansado, más que eso, abatido. Estaba perdiendo el apetito, especialmente desde que su hijo a base de ponerse pesado, lo había convencido de que él solo no podría seguir viviendo en aquellas condiciones. No vivía mal, cada día venía a echarle una mano, una vecina viuda del pueblo contiguo le traía la ropa limpia, le dejaba comida preparada en el frigorífico y le mantenía la casa. Por supuesto no toda la casa, ésta tenía del orden de doscientos metros cuadrados, pero se las arreglaba para ir limpiando poco a poco, las partes más necesarias.
En cuanto al jardín y el cercado de los animales, Liberado hacía todo lo posible para que estuvieran en condiciones, además le gustaba oír cada día, el ruido del tractor de Eugenio, que tenía concedida, la parte de huerta, no le faltaban patatas de temporada, cebollas, verduras y otros alimentos que formaban parte de su dieta diaria. Ahora que se empezaban a recoger las cerezas, él se comía las primeras, y hasta en ocasiones ayudaba a Eugenio en labores que no eran demasiado pesadas.
De cómo quedaría todo aquello arreglado, no tenía ni idea, solo había oído de refilón, que los nuevos dueños querían montar un picadero de caballos, hacer cuadras y montar un negocio relacionado con ellos. Le hervía la sangre solo de pensar en el giro que le darían a toda la finca, se negaba a pensar que su amigo Eugenio sería desterrado de allí, que la señora Virtudes se quedaría sin ese quehacer diario y que por ello, establecieron también una buena amistad.
Como quiera que fuese, cedió al propósito de su hijo, la propiedad se vendió y Liberado fue llevado un día a casa de un notario, donde se firmaron los documentos de venta a los nuevos propietarios.
-Hijo, si no es mucho pedir, me gustaría que me trajeras, cuando ya viva con vosotros, agua del pozo de casa, no creo que los nuevos dueños te pongan pegas a esto.
-No te preocupes, no te faltará agua del pozo. Si hace falta, iré cada día a buscarla, si no yo, Alba se encargará de esto.
Cuando se trasladaron a la nueva casa, Liberado recogió todas sus cosas además de la ropa, sobre todo fotografías enmarcadas de sus abuelos y padres, de una hermana que murió en la guerra civil, y unas cuantas cosas más, candeleros, una cubertería de plata que perteneció a sus abuelos, unas sábanas de raso de cuando estuvo casado con su mujer y que habían tenido muy poco uso, y una radio de válvulas antigua.
-Tantas cosas te llevas?, pues tendré que alquilar un furgón, yo creía que nos cabría todo en el maletero del coche.
Su padre se volvió como un rayo, no le dijo nada, pero ahora lo miraba con unos ojos llenos de ira, había visto los gestos que su futura nuera le hacía a Julio, su actitud no le gustaba, ella pensaba que las personas de cierta edad, no ven mucho y que tampoco escuchan, pero estaba equivocada. Las personas mayores son como los ciegos, a medida que pasan los años, se les desarrollan otros sentidos, sentido que no son apreciables, pero que sin duda tienen, los más jóvenes atienden solo a los sentidos normales de cualquier persona, pero en el caso de la gente mayor, son más tolerantes y discretos. No se manifiestan como cuando eran jóvenes, en consecuencia esperan y retienen en su mente cada gesto, a menudo cada frase que oyen a su alrededor, si sacar conclusiones, lo que no significa que sean tontos.
-Por la tarde vendrá un furgón y te llevará a ti y tus cosas a casa ¿de acuerdo?. No creo que esté para cuando llegues pero estará Alba, te enseñará tú habitación.
Eso fue todo, con un “hasta luego papá” quedó definida la mudanza. Eugenio estaba con él, comieron juntos, también estaba Virtudes, ese día dejó en mano de sus hijos, el ir a buscar a los niños al colegio, querían estar en su compañía. Comieron en silencio, ninguno de ellos quería sacar el tema relucir, su hijo necesitaba el dinero de la venta de la casa, para tapar determinados agujeros que tenía. Además la boda iba a costar un buen pico, y con sus recursos no llegaban, por lo que se ve, la boda iba a ser de esas que aparecen en la revista HOLA.
Cuando se casaron, Liberado no se encontraba bien. Se lo dijo el día anterior a su hijo, empezaba a hacer mucho calor, él, en la habitación que ocupaba entre el baño, al lado de la cocina, y un trastero en la parte baja de la casa, sentía una opresión en el pecho difícil de explicar. Tres por cuatro, ese era su espacio, le pidió a su hijo que le pusiera unas alcayatas para colgar sus fotos, este le dijo que ya se las pondría, que ahora estaba muy ocupado. Así que todos sus recuerdos, excepto la cubertería de plata de ley, estaban almacenados en dos cajas de cartón bajo la cama. Liberado se hizo una especie de gancho de hierro que encontró en los alrededores, con el fin de poder tirar de las cajas hacia afuera, así se recreaba con sus recuerdos, se transportaba a otras épocas, a otros acontecimientos para él gozosos, que le ayudaban a vivir de aquel modo.
Un día de agosto, llamaron a la puerta, temprano a eso de las nueve de la mañana, estaba desayunando en la cocina unas tostadas con miel de un apicultor amigo suyo que le regaló. Cuando abrió la puerta, se encontró a Eugenio y Virtudes, en el momento que iba a saludarlos, empezó a sonar la alarma de la casa insistentemente, al punto bajó con un batín Alba.
-¿Pero es que se ha vuelto usted loco?, esta casa tiene alarma antirrobos, ahora en la central se creerán que nos han entrado a robar…
-¿Quién, estos?...
Los tres rieron a más no poder, se abrazaron y hasta a Virtudes le dio dos besos. Los hizo pasar al interior, mientras Alba hablaba por un aparato anclado en la pared, con una voz que le pedía unos datos. Sin saludar a los recién llegados, le soltó…
-Haga el favor de no salir de la casa hasta que no esté desconectada la alarma, menudo susto nos ha dado. ¡Julio baja, por favor!.
Su hijo le explicó pacientemente que la alarma se dejaba conectada porque en las casas habían entrado ladrones estando la gente dentro, y eso era muy peligroso.
-Ya, bueno, te acuerdas de Eugenio y Virtudes ¿verdad?, pues mira tú por dónde me han venido a visitar. Los llamé por teléfono y les ha faltado tiempo para venir, ¡qué alegría!, ¿habéis desayunado ya?.
-Sí, por el camino en una gasolinera. ¿Qué tal estás?.
-Pues ya veis, metido en este cubil, ¡como extraño la casa!, esto es como una mazmorra comparado con la finca. Pero bueno, las circunstancias mandan, que quieres, creo que a medida que vaya conociendo el barrio y a las genes que viven aquí, me iré adaptando.
-Te he traído cosas de la huerta, lechugas, coles, y un poco de fruta, ah y también un garrafón de aceite oliva, que la cosecha del año pasado se dio bien.
-Muchas gracias Eugenio, yo también he pensado mucho en vosotros, sobre todo desde que respiro estos aires tan diferentes, a veces me siento como un pájaro metido dentro de una jaula de oro, digo esto porque mis hijos me cuidan, pero por mucho que lo quieran hacer… ¡extraño tanto aquello…!.
-Oye y si es así, ¿porqué no te vienes a vivir con nosotros, en mi casa no estarías igual que aquí?.
Hay que ver, que francas son estas gentes, sin pensar en nada más que los intereses de su amigo, le hacen la propuesta de vivir con ellos. Y lo dicen de corazón, sin pensar en intereses materiales ni nada por el estilo, de verdad. Pero como dice Federado, está encerrado en una jaula, será difícil que su hijo lo deje marchar de allí, contrario a lo que sucede con los dueños de los pájaros, que son los que los atienden y alimentan, en este caso, es el pájaro el que les da vida a ellos. Su paga de mil cien euros al mes, de la pensión que cobra como antiguo soldado  republicano, es un plus añadido a lo que han sacado de la venta de la casa, un pastón ganso.
Está claro que él puede hacer uso del dinero también, no faltaría más, pero la libreta de ahorros va a nombre de él y su hijo, -por si le pasara algo-, pero está claro que el dinero no ve las arcas del banco. Como no actualiza la libreta ni se lo pide a su hijo, la cosa sigue en plan confianza, tampoco es que le preocupe el dinero, pero de un tiempo a esta parte, se quejan de cualquier cosa que hace. Cuando come una sopa, sorbe, y eso les incomoda, cuando come pollo porque coge los muslos con los dedos, cuando se suena, porque lo hace con pañuelos de toda la vida, de algodón, y a Alba le da asco tenerlos que poner en la lavadora.
Demasiadas cosas para soportar, y si el asunto es que pone la radio en la habitación, llaman en seguida a la puerta porque tienen que andar subiendo el volumen de la tele, en fin, la vida así no es vida, por lo menos para esta pareja que son modernos, y están acostumbrados a escuchar los aparatos de radio, con pinganillos metidos en los oídos. En esta casa todo es moderno, hasta a él le han convencido para que se deshaga de su apreciada faja.
-Si me quito la faja me encuentro desnudo, ya me la quitaré más adelante, dame un poco de tiempo para que me acostumbre a vuestro modo de vida.
-No puede ser papá, a partir de ahora va a venir gente importante a casa, de ellos depende nuestro futuro. Son clientes potenciales de la empresa, no puedes andar haciendo la tuya, hay que cambiar con los nuevos tiempos; si me apuras te diré, que incluso hay que corregir no solo costumbres, si no maneras de pensar.
-O sea que con tal de que firmen esos contratos que necesitas, si tienes que vender tú alma al diablo, la vendes. Estoy deseando irme de vuestra casa, esto parece más un tugurio que un hogar.
Liberado levantó la mano cuando su hijo fue a contestarle, no quería oír nada más. Al día siguiente se acercó a la clínica que había cerca, en los días que estuvo viviendo en casa de sus hijos, vio a abuelos y abuelas que paseaban por los alrededores del recinto, parecían pequeños gorriones que se juntaban en el jardín trasero donde una fuente, alimentaba sus ánimos de vida.
Bien se dijo en su interior, soy una persona a la que le ha llegado la hora de vivir en paz, sin que nadie le haga faenas como la que le ha hecho su hijo. Entró y se informó de los requisitos que eran menester para estar viviendo allí, después de eso, salió en dirección a casa de su hijo y le expuso la determinación a la que había llegado.
Los dos se echaron las manos a la cabeza, como si hubiera ocurrido un desastre, como si un terremoto sacudiera los cimientos del mundo. Liberado pensó que exageraban; que va, nada de eso, se hallaban en un compromiso serio, cuando su padre les pidiera la libreta de ahorros, se daría cuenta de que lo habían expoliado, chupado la sangre hasta la última gota, esa era la verdad.
-Pero papá, ¿cómo vas a irte de nuestra casa…?, eso es una barbaridad, has perdido el juicio.
-Precisamente por eso me voy, porque he perdido el juicio y nadie tiene que pagar las consecuencias, y menos vosotros que lleváis una vida encaminada al éxito. No quiero ser un estorbo a esas metas que tenéis.
No hubo forma racional de convencerlo, comenzó a hacer las maletas. Entre tanto pensaba en la dinámica de la vida, una rueda imparable que cual ruleta, se para donde quiere, en ese sentido, no es que él hubiera apostado por determinado número, era solo, que la ruleta no paraba de girar, y para bien o para mal, en el mismo momento que uno ganaba, otro perdía. Eso es lo que ciertamente pasa, y mientras te decides, ya está rodando de nuevo.
La ruleta es impersonal, no entiende de estaciones, ni invierno, ni veranos, gira y gira y marca y marca, te hace ganar pero al mismo tiempo te hace perder, es un eje, alrededor del cual se extinguen las esperanzas de unos y da oportunidad a otros. El verano estaba en su zénit, ahora es el tiempo, pensó Liberado. Ni que decir tiene que se llevó otro chasco cuando vio los números de su cartilla, pero no dijo ni una palabra, lo esperaba, de modo que, con un carrito de la compra fue pasando todas sus cosas a la nueva residencia.
Se llevó una buena sorpresa cuando vio a casi toda la gente esperándolo, fue un recibimiento bonito, entrañable, ¡cuántos de estos ancianos estaban en sus mismas circunstancias!, pero estaban felices, sobre todo porque no eran una carga, más que para ellos mismos. Comenzó a recibir hasta seis visitas cada mes de parte de su hijo, luego se fueron espaciando hasta llegar a dos visitas por mes, y en una de ellas, siempre para pedirle dinero.
-No te puedo dar más dinero a partir de ahora, tengo mis propias necesidades, tú trabaja con ahínco y verás el fruto de este trabajo, de otro modo te irás sumergiendo en un pozo de maldades, del que no puedas salir.
-¿Qué quieres decir con eso papá?, explícamelo, soy tú hijo.
-Hay cosas en la vida que son inexplicables, que sencillamente pasan y cuando esto sucede, lo único que uno puede hacer es afrontarlas. De otro modo, te vuelves insensible y mala persona. Por cierto, ¿has notado el calor que hace hoy?, ¡vaya verano más largo vamos a tener!.


                                                                     -.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-





No hay comentarios:

Publicar un comentario