NO RIAS PORQUE SÍ.
No entiendo a la gente que siempre va riendo por la calle, que parece que seamos todos muy felices, mientras la ruina se cierne sobre nuestras cabezas. A veces puede ser una ruina pasajera, pero otras, es una ruina que nos atenaza hasta el punto de dejarnos apeados de la razón.
Se pudiera comparar a una vía de agua que se hace en el casco de un barco, puede ser reparada, incluso sellada permanentemente, sin embargo, no sabemos a qué condiciones de tiempo nos enfrentaremos, unas millas más adelante, pudiera que el mar siga en calma hasta puerto seguro, entonces no hay más que sacar el barco al dique seco y reparar a conciencia el casco.
Se pudiera traducir con el hecho de que en un momento de la vida, las circunstancias nos dan un respiro, entonces, la risa llega, pero no debemos olvidar que es momentánea, y que ha sido gracias a todo lo que nos rodea -incluida familia y amigos- que podemos sobrellevar el problema de nuestro barco, nuestra persona, nuestra vida.
No se debe regatear esfuerzos en hallar soluciones a estos problemas, de lo contrario con el barco parcheado sobe la marcha, nos podemos encontrar con problemas de tal magnitud, que nos hagan naufragar.
Por eso, se puede reír, pero con comedimiento, sin echar jamás las campanas al vuelo, sin dar por sentado que somos los mejores, porque tenemos una nave segura. Cualquier otro día navegando, se puede romper el timón, o el motor falle y nos deje a la deriva sin posibilidad de huir de la tormenta que se ve a lo lejos.
No se puede ser ocioso en la manera de hacer las cosas, debemos medir cada centímetro de nuestro barco, hay todavía mucho mar que navegar, muchas tormentas por las que debemos pasar.
Reír es bueno, sano y rejuvenecedor, lo mismo que el llorar, cada cosa en su justa medida tiene su tiempo y lugar, no vayamos a pensar que porque creamos que somos felices ahora, siempre vamos a estar acompañados de la risa y el jolgorio, no, nada de eso.
La vida nos depara… ¿quién sabe qué? y hasta cuándo. Saber disfrutar los momentos buenos es realmente enriquecedor para el espíritu, es algo contagioso, sano, amable, pero ese disfrute, ante todo debe ser sincero. Solo así, podemos acceder a la risa en su justa medida.
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