TODOS IGUAL DE NECIOS.
Todos somos iguales pero no; todos con razones expuestas u ocultas, pero caminamos sobre dos piernas y tenemos una mente, todos con colores más o menos distintos pero que nos distinguen, casi todos con las mismas reivindicaciones aunque por diferentes motivos, todos con odios y amores diferentes pero conjuntados en su aplicación.
Árabes, franceses, gallegos, israelitas, escoceses e italianos, formando un conglomerado de culturas, llenos de pasiones y deseos de que determinadas cosas cambien. Unos reivindican el derecho a vivir en paz -bueno, eso lo deseamos todos- , pero unos lo exigen y los otros solo lo piden a base de negociar y esperar.
Las banderas, manifiestan a menudo que clase de pueblo es el que gobierna, estrellas, águilas, medias lunas, franjas de colores anchas o estrechas, hay de todo y sin embargo, si es necesario, se venden al mejor postor, es entonces, cuando si algún acuerdo es pasado por alto –que es casi siempre-, empiezan los problemas y la manifestación de la estupidez de los hombres. Nadie sabe cómo ni por qué, determinada facción se arma hasta los dientes, alegando que se quieren llevar las gemas de su país, o el petróleo, el gas natural o cien mil otros pretextos.
Lo peor de todo es, que esto sucede de la noche a la mañana, sin previo aviso, y sin pensar dos veces, comienzan los bombazos y los tiros de francotiradores contra gente desarmada. ¿Pero qué es esto, qué sucede…?, nadie tiene respuestas porque nadie da explicaciones, los hospitales se llenan de familias rotas, unos porque tienen parientes heridos, otros porque no saben quiénes son los que han muerto.
No pueden comer porque las tiendas están vacías o desvalijadas, los niños corren despavoridos sin saber donde están sus padres, no entienden, porque no pueden todavía discernir qué es lo que está pasando.
En la otra punta del mundo, la gente sale a las calles a felicitar a su ejército, “Les hemos vencido.”, dicen, pero ni ellos saben a quién y por qué. Solo siguen instrucciones de hombres orgullosos que les hacen saber que esa batalla la han ganado -no la guerra-. Quieren convencerlos de que sí, y ellos lo creen a pié juntillas, -en ese momento es lo conveniente-.
Los otros aunque están lejos contraatacan, matan a militares y civiles, y la bola se hace más grande. En el ínterin, todos tienen su parte de razón, pero ahora es tarde para arrepentirse, estamos todos, todos sin excepción, en una tercera guerra mundial de diferentes colores.
¡Que a nadie de ellos se les ocurra apretar el botón rojo!. Estúpidos estadistas, el dinero no os va a salvar, si acaso, ayudará a que vuestro propio infierno sea más grande, vuestras joyas se os fundirán en el cuello y las muñecas, haciendo que vuestro dolor sea insufrible. Pensad que habéis roto todas las fronteras de la moralidad, que antes que nosotros otras civilizaciones más grandes cayeron, y lo hicieron con mucho estrépito, dejando lagos de sangre, dejando culturas aniquiladas, millones de muertos tras de sí, ¿todo por qué?.
Por haber levantado muros donde tendría que haber campos de trigo, por simpatizar a cambio de alguna riqueza oculta por intereses propios. ¡Qué ridículo es obrar así…!, es como si los que hacen esto, se presentaran desnudos en medio de una gran plaza, para que todos lo vean.
Entonces se agachan contra el suelo, sienten vergüenza de que los vean, todos se ríen de ellos, “Mira aquel que era tan grande, mira el que nos gobernaba hasta ahora…!. Menos mal que se han roto todas las fronteras, no necesitamos ninguna credencial para rondar por la tierra, así da gusto andar por ella.
Sin importar color, bandera ni creencia, ahora se dan cuenta todos de que más que estúpidos, estos pobres hombres son unos necios, creo que es el nombre que merecen.
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