miércoles, 16 de mayo de 2012

CUAL ES MI NOMBRE.


                            CUAL ES MI NOMBRE.


“Es mejor tener un buen nombre que el mejor aceite.” Así es como define un sabio rey de la antigüedad el valor de tener un buen nombre. Con ello, no se refería a los ancestros o cual era la importancia de ese nombre, que a menudo iba acompañado de un escudo de armas. Se refería sencilla y llanamente, a la calidad de la persona que llevaba ese nombre.
En la antigüedad, el tener un buen nombre, se contemplaba, como una garantía de que los acuerdos a los que se llegaba con esta persona eran garantía de acuerdo seguro, inamovible, estos se sellaban de palabra y esa palabra era como un contrato que no se podía pasar por alto; su nombre estaba en juego, su reputación, su casa cabría decir.
No importa pues, cual es nuestro nombre, si tiene o no muchos títulos nobiliarios, lo importante es, que en nuestro entorno, nuestro nombre, suene siempre para bien. Es muy fácil que suceda lo contrario si no nos esmeramos en hacer de él, un estandarte, una bandera respetable. Pasar desapercibido, es a menudo lo mejor, con tal de que no se nos vea envueltos en riñas, venganzas y peleas morales sin sentido con tal de que estas, que a menudo son inesperadas, nos sorprendan de forma tal, que nuestro nombre pretenda ser manchado, por cualquier persona.
Hay quien piensa que esto para él es una doctrina  -el tener un buen nombre-,  y hace bien, siempre que sea consecuente con ello, para ello no hace falta ser religioso, o vestir un traje talar e ir descalzo.  Sin embargo hay que estar preparado en mitad de un mundo agitado, lleno de incomprensiones y desafíos, siempre nos veremos en mitad de un torbellino, nos consideran personas vulnerables, débiles, y en consecuencia, dianas en las que practicar con arcos y flechas.
No hace falta para esto ser personas de apariencia enclenque o achacosa  -aunque a menudo también se utiliza  a estos como blanco de distracción-, cualquiera puede estar al alcance de estos descorazonados. Ese es el motivo por el cual se debe prestar mucha atención a estos dardos envenenados, de los que pudiéramos pensar  “Este no viene para mi, va en otra dirección.”
También los tiros al aire pueden hacer blanco, sin pensar en las consecuencias, hay quien sin saber hacer uso de las armas, las toman entre sus manos la primera vez, y llegan a matar a alguien. Si eso sucede, que puede pasar, se nos tiene que hallar siempre limpios, con un buen nombre, eso es lo que hace que los ánimos se refuercen, y que el corazón lata como el primer día de nuestra vida. Por eso, al enfrentarnos a situaciones que van más allá de lo imaginable, lo mejor es, no perder nunca la calma, esperar y esperar, quien quiera ultrajar las virtudes de nuestro nombre, se verá pronto descubierto.
Nadie puede esperar, ir tirando piedras a su propio tejado sin que este le caiga encima en un momento u otro de su vida. Es triste ver entonces, a esos pobres ensayistas de tiro al blanco, agazapados y temblorosos, en cualquier rincón, esperando tener la suerte de que alguna de esas flechas cubiertas de “curare”, que ellos mismos han estado preparando con tanto celo, no los atrape y los mate moralmente. Es absolutamente triste   -aunque cueste decirlo-, que personalmente siento pena de esos tiradores. Frecuentemente hay más de uno envuelto en el asunto, el que fabrica el arco, el que enseña a hacer las flechas y el veneno, y el que enseña a tirar al neófito, dejándole entrever que ya es un gran tirador y que está preparado para salir a la selva a cazar monos.
Quizás sea la misma persona la que lo haga todo copiando lo que ha visto de otros de la tribu, pero tiene que reconocer los errores a base de  -pecar, que es errar el blanco- , y echar a perder la comida de los demás de esos días futuros.
Sea quien fuere, si quiere mancillar nuestro nombre con esas torpes maniobras, pronto se encontrará aislado dentro de sí mismo, su orgullo y su egoísmo lo denunciará como una persona anónima, porque está luchando contra un muro infranqueable, el muro que puede ser una fortaleza, y es el de un buen nombre.


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