LA VIDA AL DÍA.
Es un caballo al galope, un golpe de mar inesperado, un sueño sin retorno, un océano sin horizonte. Eso es la vida, el caballo que desbocado, pisa todo cuanto encuentra a su paso, sin respetar edades, colores de piel, ni cunas.
El golpe de mar inesperado, que sale del mar como una lengua tumultuosa, y te pilla cuando estás pescando tranquilamente en el roquedal, con el único afán de comer ese día. No sabe a quién golpea, no tiene ojos, es devastador y naturalmente salvaje, nadie le enseñó a medir sus fuerzas dentro de su seno.
Ese sueño sin retorno, que te caza sin saberlo y te atormenta por dentro sin razones aparentes, que te vincula a los locos y te desarraiga de los cuerdos, que te mina por dentro a base de química y excesos médicos; ellos no saben lo que es estar soñando permanentemente, ver el mundo en colores cuando vas despacio por la calle, oler a muerto después del baño.
Un océano en el que todo el mundo rema a tú lado con diferentes destinos, y tú, sin saber dónde vas, alargas los brazos, para que el remo se hunda en el agua y que el embrujo de su ruido, te lleve donde ella quiera, te vas adentrando en el mar, y cuando te das cuenta, apareces en una isla, que no es más que sol que ilumina el mar.
Dicen los sabios que la vida es el día a día; otros críticos de esta doctrina dicen que cada día es vida, ¿para qué conjeturar tanto si las dos cosas son ciertas?.
La vida nos permite vivir cada día, y cada día que vivimos, engendramos nuevas vidas.
Conformarse con cada paso que damos, debería ser suficiente, para darnos cuenta de que con él vivimos el día a día.
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