sábado, 12 de mayo de 2012

EL BURRO, EL PERRO Y EL CUERVO.



                              EL BURRO, EL PERRO Y EL CUERVO.


Tres animales diferentes y sin embargo, tan iguales. El burro, un animal usado como medio de transporte y trabajo desde siempre; el perro, un compañero feliz donde los haya, al que nadie tiene que decirle quién es su dueño, no habla pero intuye, un ladrido de él y a menudo el dueño sabe lo que quiere decir; el cuervo, un pájaro que no pertenece a nadie, pero que siempre está dispuesto a acercarse a una carroña para saciar su hambre, a menudo lejos del hombre, pero si le interesa, pegado a él.
El burro  -que de los tres se ve con más derechos que los otros dos-  le dice al cuervo  · He, cuidado con acercarte más a mí, si respetas tú vida mantente lejos, porque como te acerques a mis patas, te quedarás sin plumas desgraciado.  ·
El perro por su parte, que siempre acompaña al burro, porque está donde su dueño se halle, le replica  · Siempre estás igual, al principio te metías conmigo, ahora que he crecido, ya no, y como ves que el cuervo no crece y que también nos acompaña, siempre te metes con él. Chico, pareces un amargado de la vida, no hay razón para que estés siempre así con él, vive y deja vivir.  ·
El cuervo por su parte, solo grazna, con sus patas ligeras y su cabeza, investigando todo lo que hay a su alrededor, le agradece al perro que salga en su defensa  · Gracias amigo, pero no me hace falta ayuda alguna, lo que le pasa al burro, es que no puede hacer lo que yo hago mejor, volar, nadie me ata a un carro para tirar de él, ni nadie me insulta cuando me quedo a media cuesta con el grano encima, en el fondo me da lástima, y luego, lo dejan atado al pesebre hasta que vuelva a necesitarlo el amo, bastante pena tiene.  ·
Sin embargo al día siguiente, las aguas vuelven a su cauce, el burro a su trabajo, el dueño lo apareja y sin decir palabra lo ata al carro, hace mucho calor, y el burro piensa que ya le toca que el dueño le ponga el sombrero de paja,  · Si vamos a hacer trajo duro o me acerca al pueblo a comprar, vale más que se acuerde del sombrero, un día de estos me va a coger un golpe de calor y me muero.  ·  ·  No te preocupes amigo mío  -le dice el cuervo- , si te mueres yo seré el primero en cerrar tus ojos, el perro no puede, pero yo sí, no te angusties que siempre estaré cerca de ti. ·  ·  Venga hombre no empieces ya a malhumorarlo, que luego se lleva más de un palo por culpa tuya, si se para a discutir contigo.  ·  Déjanos tranquilos, por lo menos hoy y lárgate a pasear por esos cielos tuyos, a lo mejor encuentras a algún paisano que te invite a comer de algún animal muerto.  ·
·  Oye a mí no me faltes al respeto, yo como lo que quiero.  ·  ·  Eso no es cierto, tú comes de lo que te encuentras muerto por ahí.  ·  Al final con mala cara el cuervo se va, aunque no será por mucho tiempo, si no encuentra nada para comer, como no come plantas ni flores como el burro, echará mano de la comida del perro y la rematará con el grano que les echan a las gallinas, es decir, volverá. El perro sin embargo, pese a todo, quiere poner paz, porque en el fondo desea que dejen en paz a su dueño, lo quiere, recuerda que se hizo todo grande gracias a los cuidados de su dueño, dentro de un capazo, le puso una vieja manta para que no tuviera frio y extrañara a la madre, lo arrancaron de sus brazos porque eran muchos hermanos, su dueño se fijó en que él no se alimentaba bien, de forma que se lo llevó, y lo crió a golpe de biberón.
Ahora gracias a estos cuidados, se manifestaba como un perro temible, celoso de su dueño y de su casa, un mastín que pesaba sesenta quilos, armado con un collar de púas, por si acaso se tenía que enfrentar a los lobos. Ya lo había hecho en más de una ocasión, y cuando el lobo aparecía, y él se acercaba al extremo del rebaño de ovejas, salían siempre, con el rabo entre las patas, nadie se acercaba a su terreno, el se sentía orgulloso del trabajo que tenía.
En cuanto al asno, hacía unos cuantos años que lo tenía, lo compró en una feria de ganado, el antiguo dueño le aseguró que era muy dócil, que tenía las patas muy fuertes, y teniendo su comida y agua limpia todos los días, podría serle muy útil por mucho tiempo. Se lo acercaron a casa al cabo de tres días, y en cuanto lo bajaron del furgón donde lo llevaban, el nuevo dueño lo acercó donde ahora estaba, le preparó un chamizo para que no se mojara, y dentro de aquel pesebre parecía estar feliz.
Daba las gracias al cielo de no haber nacido toro, porque sabía el destino que les aguardaba, eso en el caso de que hubiera resultado ser toro bravo, de otro modo, su paso por el matadero hubiera sido seguro. Carne de guiso sería entonces u oveja, como todas esas que estaban en el cercado, sacándoles el abrigo cada año  y dejándolas en cueros, para después del tiempo que se le antojara al amo, acabar siendo carne de mercado, ellas y su prole.
Pero… ¿y el cuervo? , de ellos había a cientos por esos parajes, todos iguales, todos con el mismo fin, fastidiar a los demás animales, solo que hubieran unos cuantos como aquel… madre mía, que quisquilloso era, además de ser un depredador de cosechas y carroñas, que asco daba, cuando el perro y el burro levantaban la vista hacia arriba, y lo veían en lo alto del tejado por la mañana, se ponían medio enfermos al verlo. Sabían que el siguiente paso sería, bajar a tocarles las narices presumiendo de sus vuelos,  de su libertad y los logros que tuvo el día anterior.
Claro, el no tenía trabajo alguno, solo saquear a los demás, y si por alguna razón estaba harto antes de tiempo, a incordiar que era lo suyo. · Bueno   -decía el burro- , a lo mejor ya fue creado para eso, si no, no se entiende que actúe así. Mira si no las moscas que me rodean siempre, en el trasero se ponen a pastar no se qué, y en los ojos a beberse los líquidos que salen de mis cuencas, también son un fastidio, y las tengo todo el año.  ·
·  A mi me pasa lo mismo con las pulgas,  -dice el perro- , y no creas que no son molestas, me pellizcan por todas partes, a veces desearía tener ocho patas para poder rascarme, porque hay lugares donde no llego, deben reírse de mi cuando sienten mis patas a diez centímetros de donde están, sin poder llegar a echarlas fuera.  ·
De pronto se oye un graznido, es el cuervo,  ·  Fuera de aquí pajarraco  -el perro- . ·   ·  He que vengo en son de paz, ¿no habéis oído mi graznido?, es el que se hace cuando se quiere parlamentar.  ·   ·  Y ¿qué vienes a decirnos?  -el burro-.  ·  Pues que por mucho que insistáis, voy a estar yendo y viniendo, mi nido lo tengo cerca, así pues, no puedo marcharme lejos, consentid que me quede por aquí y os siga viendo, he  sido padre de tres polluelos, y me necesitan del mismo modo, que yo necesito vuestra compañía.  ·  Felicidades  -dicen los dos-, en lo que podamos ayudarte, nos lo dices, que lo aremos.  ·
Se puede ver por lo tanto, que no importa como uno sea, todos tenemos raíces comunes que pueden hacer que lleguemos al entendimiento. Nuestra madre es La Tierra, de ella venimos y a ella volvemos, seamos grandes o pequeños, sepamos volar o no, nuestro fin es estar sometidos a este espacio magnífico, el sitio donde vivimos.


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