sábado, 5 de mayo de 2012

A PLENO PULMÓN.

                                 A PLENO PULMÓN.

Aguantar el aire dentro del agua es algo habitual cuando vamos a la playa y nos sumergimos, resulta agradable por unos momentos parecerse a un pez, aunque somos más torpes que ellos a la hora de maniobrar y hasta hacer cabriolas como los delfines, pero después de unos instantes tenemos que salir a respirar, obviamente no estamos hechos para esta vida acuática.
Cuando salimos a la superficie respiramos a pleno pulmón, entonces agradecemos el ser humanos. Hinchamos nuestros pulmones y el cuerpo entero lo agradece, el oxígeno llega a nuestra sangre como un torrente que nos llena de la vitalidad, que nos hace falta para seguir vivos.
Aun así, a menudo nos hace falta algo más, respiramos con dificultad cuando nos asaltan los problemas, sean el tipo que sean, entonces… parece que nos están sumergiendo en agua, y que alguien nos empuje hacia el fondo, sin posibilidad de salir a la superficie.
Eso, sucede demasiado a menudo, entonces es, cuando el cuerpo impone sus reglas, es un listado de consecuencias, que miradas desde el punto de vista médico, tienen nombres comunes, “ansiedad”, “crispación extemporánea”, “falta de apetito o lo contrario”, y muchas otros nombres, que los médicos otorgan a desfases de nuestro ser y comportamiento.
Necesitamos una solución, unos se van del bullicio de la ciudad y se destierran a sí mismos, quizás en el bosque o algún pueblo rural, que les induce a pensar que allí serán más felices. Pero si el problema va contigo, no hay lugar donde te puedas esconder, seguiremos respirando con dificultad y nuestros pulmones seguirán a mitad de rendimiento. A veces en estos lugares de, digamos recogimiento, pensamos más, y más radicalmente, de lo que lo hacíamos en nuestra antigua residencia.
Ahora pues, hay que encontrar el equilibrio, y es muy difícil que lo encontremos solos, nuestros paseos por estos nuevos alrededores, nos ayudan solo circunstancialmente, a encontrar alivio parcial, todavía respiramos con un solo pulmón. ¿Qué hacer pues?, ¿ponerse en manos de médicos?.
Un amigo me contaba un día, que para solucionar este problema, a veces, estando saturado, subía a la terraza del bloque donde vivía, y se ponía a gritar como si estuviera en la selva. Bien por él, pero cuando volvía a su piso, bajaba con la misma mochila de desaliento y temor que había subido diez minutos antes, el problema estaba ahí. De manera que, después de visto todo, de examinar los asuntos con microscopio, solo queda una solución.
Esta pasa por ir distraídos por la vida, sin dejar que los pesos de los demás nos atenacen, y tratar de ser ecuánimes, a la hora de tratar los asuntos del día a día. Nada es eterno, nosotros no lo somos, René Descartes escribió una vez: “El bien que hemos hecho nos da una satisfacción interior, que es la más dulce de todas las pasiones.”
Quién sabe, a lo mejor esa sea la clave para poder respirar a pleno pulmón.
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