lunes, 25 de junio de 2012

ES BUENO LLORAR CADA DÍA UN POCO.


                             ES BUENO LLORAR CADA DÍA UN POCO.


Todos, una procesión fúnebre caminan acompañando al féretro. Los coches siguen al muerto hasta su última morada, todos callados, algunos casi desfallecidos son sujetados por los familiares más allegados. Finalmente todos se paran ante una parte del gran cementerio, se preparan las cosas para que los operarios suban el ataúd hasta el lugar indicado de antemano.
Todos los presentes saben las circunstancias que han llevado a la muerte súbita de Manuel, un accidente de tráfico. Luis su amigo íntimo, todavía va con muletas, era el copiloto de Manuel, la velocidad y la confianza en el conocimiento de la carretera, hizo que Manuel se confiara demasiado, saliendo de una curva que conocía con los ojos cerrados, hizo que otro coche mucho más grande y potente se le viniera encima sin darse ni cuenta.
El resultado estaba a la vista ese día, la muerte lo atenazó, empezando a vivir la vida. Algunos lloran por dentro, intentando en vano tragar la angustia que los tiene conmocionados, ¡vaya forma de morir! se dicen unos, otros no pueden reprimir las lágrimas, acongojados esconden sus rostros, no quieren que les vean llorar, son hombres de edad, no está bien que se les vea así, ¿qué pensará la familia de ellos si los ven?.
Terminado el acontecimiento, se van dispersando, dando el pésame, estrechándose las manos. Carmelo e Isabel los padres de Manuel están deshechos, Isabel casi no se sostiene, ¡su único hijo…!. Carlota, la mujer de Manuel con seis meses de embarazo, está con la mirada perdida entre la gente y el nicho donde han colocado a su marido. Está bastante serena, pero es solo un espejismo, de pronto, temblando, se echa a llorar desconsoladamente retorciendo entre sus manos el pañuelo con el que seca sus lágrimas ¿qué estará pensando en ese momento?.
Estas cosas traen mucha incertidumbre a los que quedan con vida, a la familia primero y luego a los amigos, todavía lo recuerdan riendo en sus salidas a la playa. Moreno, de estatura media y siempre hablando de coches, reuniéndose con los amigos en la temporada de carreras de coches de fórmula 1, hasta recuerdan la vez que fueron al circuito de Montmeló, donde ganó Fernando Alonso cuando estaba en la escudería Renault.
¡Como se lo pasaron ese día!, llegó afónico a casa, de los gritos que había dado en el circuito cuando veía pasar a los bólidos por meta a trescientos por hora. Luis su amigo, se le abrazó como si los dos hubieran ganado la carrera. Manuel recordaba que hasta lloró cuando oyó el himno de España, eran lágrimas de alegría, luego de vuelta casa, le dijo a su amigo Luis que se encontraba realmente bien,  “¿Qué cosas no Luis?, en un mismo momento hemos reído y llorado, parce mentira, ¿de qué pasta estamos hechos los humanos?, me lo pregunto más veces… me pasó lo mismo cuando Carlota me dijo que estaba embarazada, me vino a buscar al trabajo, me dijo: Vamos a tomar algo, y en el bar me lo dijo, la levanté del suelo, bailé como un poseso con ella en casa, y luego me dio la risa, estuvimos así dos horas. Y no te digo nada de cuando fuimos a casa de mis padres, en cuanto se lo dijimos, bueno, más bien le dije a Carlota que se lo dijera ella, mi madre se puso a llorar como una Magdalena, mi padre la  besó y luego a mí, pero ese día nos montamos una fiesta que para que te cuento.”
Y ahora lo estaban enterrando, ¡que paradojas…!, parecía mentira que esto les pudiera estar pasando, pero estaba pasando, era cierto, no era ningún sueño, era una cruda realidad que destruía a todos los que le rodeaban, por lo menos un poco, porque  de estas cosas uno se cura, empieza a pasar el tiempo, la vida continua y las nuevas circunstancias hacen que se vayan cauterizando las heridas.
De ahí que pasado un poco de tiempo, las lágrimas de pena se volvieran en lágrimas de alegría, Carlota dio a luz un niño precioso que se llamó como su padre, aunque él no hubiera querido que llevara su nombre, para él tenían pensado el nombre de Germán como su bisabuelo. Por otra parte, la madre creyó oportuno que llevara su nombre en memoria de él, toda la familia estuvo de acuerdo, se derramaron muchas lágrimas de felicidad por esta cuestión. Esta vez, el padre de Manuel, Carmelo, no pudo por menos que soltar algunas lágrimas, mezcla de pena y de alegría.
Luis su amigo íntimo, con el tiempo se fue encariñando de la criatura, un par de veces en semana se llevaba al pequeño al parque de al lado de las viviendas, hasta en una ocasión que hacía mucho calor, se bañaron en la fuente del delfín, era grande y además muy segura, la limpiaban con regularidad de modo que el suelo no resbalaba y la profundidad era tan solo de unos cincuenta centímetros, ¡cuánto se reían con el crío Carlota y Luis…!, ese verano Luis arregló los asuntos para que fueran los cinco al apartamento de un amigo que no iba a usarlo ese año y que se lo prestó a él. En primera línea de mar, fantástico, espacioso y seguro para el niño Manuel.
Uno de los primeros días de playa, el abuelo Carmelo bajó antes para poner la sombrilla y las toallas en el suelo, a la hora bajaron el resto de la familia, Luis sabía que iba a haber discusión, no sabía hasta que punto, pero que se discutiría era seguro. Todos tomaron su sitio, Luis sobre una toalla grande, donde estaba estampada la imagen del Renault que pilotaba Fernando Alonso, Carlota como siempre que iba a la playa se despojó de la parte de arriba del bikini y se aplicó crema de protección.
Isabel se quedó mirando a su nuera y luego miró a Carmelo, este, estaba leyendo la prensa sentado en su silla de playa, su suegra no pudo por menos que decirle  “Pero chica, ¿dónde vas con las tetas al aire?.” Carlota se sorprendió por aquella pregunta  “Siempre he tomado el sol así, por qué debería taparme ahora?.” La mujer no quiso insistir, pero era evidente que le molestaba. Entonces Luis cogió al niño después de remojarse un poco y se sentó con él en la orilla, de pronto vino una ola y lo volcó hacia atrás, se dio un susto de aúpa y se puso a gatear hacia su madre. Cuando ésta lo vio, le entró la risa, de hecho todos rieron a costa del trago de agua que se había dado el crío, su madre le dio agua dulce y todo pasó en un momento, le costó convencerlo para que volviera a la orilla, esta vez acompañado de su madre que aprovechó el momento para bañarse.
Las siguientes lágrimas, se derramaron cuando Carlota se casó con Luis al cabo de un año, habían pasado casi tres desde que su amigo Manuel murió, se casaron en el juzgado de Aras de los Olmos en la provincia de Teruel, luego celebraron en una casa rural un pequeño banquete para la familia y amigos íntimos. Se derramaron lágrimas recordando viejos tiempos y también tiempos que se esperaban felices, todo el mundo sin excepción estuvo de acuerdo con la boda, era lo mejor decían, si era el caso de que se quisieran. Hasta donde sabemos así fue, pero tanto el uno como el otro, por diferentes razones claro, no se olvidaban de llorar un poco cada día.


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