ESCAPES AL OTRO LADO DE LA FURIA.
Tomo el sol, me apeo del trajín del tiempo, vuelvo a casa y vuelvo a ver las caras de estupor y desconcierto de los míos.
No pueden disimularlo, a pesar de tener motivos sobrados para ser felices, por el simple hecho de estar vivos, se les ve tristes, se les nota inquietos, ¿por qué nos ha pasado esto a nosotros?, se preguntan, llevan razón en algunas cosas.
Teníamos una buena casa, no era gran cosa, pero era nuestra. Del banco mejor dicho, porque son ellos los que administran las razones de las cosas, por decirlo de otro modo, te dicen como debes gastar tú dinero, el que tú ganas, el que sudas con el esfuerzo del trabajo a menudo mal pagado.
Te sugieren, te aconsejan y al final te exigen de una manera u otra, como puedes usar lo poco que te queda. Solo les falta hacer de dietistas, y poner en la entrada del banco, a alguien que entienda de estos temas.
Quieren mandar sobre nuestros dineros y ahora sobre nuestras barrigas, que ellos ven que todavía están demasiado gordas, bien desarrolladas.
“Nada, a estos hay que exprimirlos un poco más, todavía están por encima de los cánones de la miseria… vamos a seguir así. ¡Oye Leopoldo, si viene fulanito a pedir dinero… nada de nada!, les dices que no podemos, que no tenemos ni un duro, y si hace falta, les pones esa cara de penita que tú sabes poner como nadie, al fin y al cabo para eso se te ha contratado.”
Y la furia va creciendo, en tú interior se acumulan como en una batería, fuerzas que llegan a confundirte, que si se desatan pueden causar una catástrofe, pero toda esta gente, está ausente de ese probable cataclismo que puede estallar en cualquier instante.
Como somos buena gente, personas conscientes, que vivimos el drama diario de personas que son desahuciadas, miramos de parar los ánimos destructivos, iconoclastas, de aquellos que ya están hartos de sufrir, o que ya no tienen nada por lo que sufrir, logramos apaciguar las malas actitudes de este pueblo que tiene toda la razón del mundo, que están furiosos.
Se les debe apartar de estos pensamientos antes de que sea demasiado tarde, pero ¿cómo?. Lo mejor será crear una nueva sociedad dentro de esta, que esté apartada pero dentro, y se me ocurre la idea de ir a un pueblo de estos, que hace veinte años que está abandonado.
Casi todos lo aceptan, salvo unos cuantos, estos son los más temerosos, pero siguen al resto porque, parte de sus familias aprueba la idea, y no quieren dividir la familia.
Al principio todo va bien, como una seda, todos trabajamos unidos porque todos estamos afectados por igual, por las mismas miserias, y el cuerpo así como el alma tiene sus límites. En el mayor de los secretos, los que estamos involucrados dentro del proyecto, nos afanamos para dar comodidad aunque sea relativa, primero a nuestros pequeños, ellos son los que en el futuro hablarán de lo que hicieron sus mayores, el milagro de levantar por decirlo así, una nueva nación.
Todo ha sido una utopía, nada ni nadie puede escapar o aislarse del sistema. Uso esta expresión “sistema”, por la razón de que hasta en el lugar más perdido del mundo necesitas documentos que te acrediten, estos están en manos del estado.
Dicen los tecnócratas que eso es realmente para que se consiga un orden, pero ¿qué orden puede haber en el momento que te llega una carta certificada que te comunica que te echan de tú casa?, has perdido el trabajo, has perdido las subvenciones que el estado de derecho te asiste, te despojan de la dignidad que mereces y además, le sigues debiendo dinero a los bancos que dicen “Usted firmó unos documentos que lo comprometían hasta terminar de pagar su casa.”
Lo peor es, que les han quitado la casa a tus mayores que ya la tenían pagada y la dieron como garantía para que yo comprara la mía. En el trabajo cuando hicieron el ERE, nos quedamos fuera de cualquier arreglo con la empresa. Todos los que levantamos nuestro pequeño mundo nuevo, estamos en la misma situación. La solución solo pasa por ser como los antiguos numantinos, hacemos una gran hoguera en el centro de la plaza y allí que vamos todos, personas, sentimientos y emociones, porque cosas no nos quedan más que las que llevamos puestas encima.
Termina el drama, los primeros en entrar a la ciudad después de la policía, son los banqueros, quieren saber si hay algo que puedan rescatar de la quema.
Solo encuentran las cenizas de gente que quisieron escapar de la furia del sistema. Encima, lo único que se les ocurre decir es: “¡Serán desgraciados…!, se han ido sin pagar, ahora que los teníamos localizados.”
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