PESOS Y MEDIDAS INTERNAS.
Tengo amigos a los que no les cabe el corazón en el pecho. Son personas que saben escuchar, que no esconden su opinión acerca de cualquier asunto que me implique. Esa es una razón por la cual los quiero, no me alagan ni me regalan los oídos, algunos no saben de letras, saben escribir su nombre y basta ¡pero los admiro tanto!.
Saben estar en el lugar justo en el momento adecuado. Puedes contar con ellos para cualquier asunto a cualquier hora, no son proclives a decirte continuamente que te quieren, quizá esa sea la razón de que los quiera tanto. Y si por ello, su corazón siguiera creciendo, creo que estallaría dentro de su cuerpo.
Llegan a casa y quieren compartir lo que tengo con ellos, no son exigentes, vienen porque saben que necesito desplegarme, como si de un mapa de carreteras se tratase, sostienen mi alma por las puntas cuando me desdoblo, lo hacen en silencio, sin hacer averiguaciones oscuras, sin tratar de ver más allá de mi ánimo.
Si tienen algún prejuicio, me lo hacen saber, y ¡eso es tan hermoso!, no me miden ni controlan, tratan solo de ver en que pueden ayudar, casi siempre, eso es escuchando, haciéndose cargo de situaciones que a menudo son incomprensibles para ellos.
Entre ellos hay algunos que son jóvenes, a menudo les pido opinión de lo que oyen, algunos se contraen, deben pensar “¿cómo le voy a decir mi opinión si podría ser mi abuelo?. Insisto en que lo hagan, poco a poco, con toda la cautela del mundo, algunos me dicen francamente que no se atreven a opinar, otros dan su parecer, y entre unos y otros, establezco criterios que me ayudan a hacer más llevadera la vida.
¡Me hacen tanta falta…!, a veces cuando estoy a punto de una crisis de identidad me paran los pies, me dicen que no me castigue, que sepa tener paciencia. Es difícil, os doy mi palabra, pero cuando pongo en práctica esas sugerencias, me siento aliviado. Me recuerda las deseadas lluvias de primavera, esas que hacen que se estabilice la sangre dentro del cuerpo, que vaya renovándome por dentro, que reverdezcan los brotes de mi propia vida.
Todos nos merecemos tener amigos de esa clase, todos necesitamos amigos. Sí, es cierto que entre ellos, unos sean más perspicaces que otros, que sean más agudos a la hora de ver las cosas. Cada uno de nosotros, al fin y al cabo, tenemos nuestra propia medida de las cosas, lo que para uno son cien centímetros, para otro son ciento diez, y para otros ochenta. Eso no es malo, sencillamente son opiniones diferentes que pueden hacer que entre todos leguemos a ajustarnos a una medida común para todos.
¡Qué placer tener amigos así!, lo contrario también es cierto. Hay otros que nos tienen en un paréntesis, esperando haber como reaccionados ante situaciones, dando tiempo al tiempo, quizás no sepan que con su alejamiento, no nos ayudan en nada. Muy al contrario, hacen que nuestra percepción sea más confusa, que nuestro carácter se vaya aclimatando a su ausencia, los echamos de menos, ¡vaya si los echamos de menos!, pero hasta en eso nuestros buenos amigos nos disuaden, hacen que con sus consejos, con esa vara de medir particular que cada uno de nosotros tenemos, sigamos viviendo sin alterar demasiado nuestros planes.
“Eso no es bueno -nos dicen-, dale tiempo al tiempo, pero ya se sabe que los humanos, somos la mayoría, un poco desesperados. La mayor parte de las veces queremos medir sin ser medidos, queremos establecer nuestros propios pesos. Aunque… la verdad es, que no estamos siempre nosotros en lo cierto. Sí, es verdad, que a menudo eso nos quita el sueño, pero…¿qué podemos hacer ante estas eventualidades?, nada, nada es para siempre, y si lo es, entonces, debemos buscar a nuestros amigos.
En la misma medida que ellos nos dan también debemos saber dar. Entre amigos, las acciones siempre son bilaterales, no podemos esperar que siempre nos den, nosotros también tenemos la responsabilidad de pesar y medir las cosas, ellos necesitan de nosotros. Esto, es lo más hermoso de la amistad, saber ofrecerse a lo que haga falta, a pesar de que no se nos venga a buscar. Somos regados, y a su vez regamos, de ese modo nos culturizamos para ser todos en conjunto, un magnífico jugo de pesos y medidas.
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