viernes, 19 de diciembre de 2014

ERAS TÚ


                                                     Y ERAS TÚ



La que siempre se asomaba a la ventana para espaciar la mente, para llenar tus pulmones de aire fresco, la que llegada la noche, cerraba las ventanas de su alma pensando que ningún sentimiento nuevo fuera a apoderarse de tu alma.

Tú la que siempre con un orgullo un tanto fuera de lugar, aspirabas a vivir en un olvido permanente y difícil, en un paréntesis constante, siempre fuera de juego y sin embargo, metida en todos los partidos que pudieran ayudar a solucionar temas comprometidos.

Eras tú, y yo sin saberlo, la ayudadora, el apoyo de cuantos te rodean y te aplauden cuando haces o dices algo valiente. Poco a poco, paso a paso, he estado apoyándome en ti, como una carga más dentro de este cuadro de luces que se funden, y que te encaramas para cambiarlas y vuelvan a relucir nuevamente. Sabia y temerosa a la vez, siempre apareciendo en esa ventana a media luz en el interior de este alma tuya, que denuncia que necesitas saber quién y cuanto te quiere.

Felizmente humana, siembras con tu pan la ventana donde siempre te asomas, estás adornada con el trino de los pájaros de color, que desean tu importante dádiva. Cuando la noche inunda con su sábana negra la oscuridad de la luz del día, te anuncias como quien eres, un alma en reposo que no hace más que pensar en todas las penas existentes.

Eras tú y no lo sabía, hasta que aquel día de calor, aquella noche pesada e indecisa, te acercó a mis brazos para que se iluminara con tu candor, con un ansiado abrazo mutuo que rompió todas las fronteras de un corazón maltrecho.

¿Dónde has estado todo este tiempo, por cuantas penurias has pasado sin yo saberlo?

Dicen que esas almas que no cuentan nada a nadie son las legítimas herederas del amor sin fronteras, si se cumple esa profecía, no te abandonaré jamás, quiero que sigas apareciendo en mis sueños, como una ninfa dorada, una sirena que encanta con sus cantos seductores.

Eras tú, no cabe la menor duda, la que encendía mi fuego cuando me helaba de frio, la que calienta mi corazón sin palabras, solo con tu aliento desnudo y cálido como en una noche en la que el frio domina todos los ambientes de la casa.

Dame un respiro, ya sé que eres tú dulce amor mío, deja que sea yo ahora el que te conquiste.



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