SOLOS,
NO DESVALIDOS
Cuando
te encuentres solo, piensa no solo en quién te puede ayudar, sino más bien en
cómo puede hacerlo. Este pensamiento, me
ha ayudado a recapacitar a menudo en las ayudas que nos llueven de personas o
amigos que quieren tendernos una mano.
Casi
siempre encuentras respuesta de esa ayuda, en función de lo que tienes, no de
lo que eres en sí mismo, y eso es malo, muy malo. Hace muy poco tiempo atrás lo
he experimentado en carne propia. Después de determinadas circunstancias que me
llenaron de miedos a causa de una enfermedad que tiene medio varado entre la
consciencia y la nulidad de mi mente, una persona amiga se ofreció a cuidarme.
Agradecí su gesto, creo que lo hacía de buena fe, sin embargo, detalles, para
muchos poco importantes me llamaron la atención y en consecuencia a poner el
freno de mano a la hora de tomar una decisión al respecto.
Una
de las cosas más llamativas fue que siempre la veía en un bar cercano a su casa
todos los días del año, cercano a la mía también, cierto, la diferencia es que
ella vevía cerveza sin parar, yo no puedo, ni me gusta beber alcohol, de manera
que tomaba café largo americano con hielo. Un amigo me la presentó como la
solución a mi problema de soledad y dependencia de otra persona, ¿cómo podía
admitir en mi casa a una persona que no paraba de beber cerveza y que además
tenía problemas complejos con una ex pareja que venía cuando le placía a su
casa en busca de follón?
Mi
casa, con toda la tranquilidad que necesito, se hubiera convertido en eun campo
de batalla, no señor gracias, le dije, se enfadó, luego me mandó sendos
mensajes por el móvil que me asustaron un poco, para finalmente, llamarme para
humillarse y pedirme si podía venir a mi casa para hablar conmigo.
No
hay problema, ven cuando quieras, eso sí, no vengas con intención de hacer daño
porque tendré la tecla de los mossos apretada por si acaso. Llegó por la noche
a eso de las nueve, saludando desde la calle con el brazo en alto, le abrí la
puerta, cuando subió al piso y entró por la puerta, soltaba un tufo a birra que
tumbaba. ¿No tendrás una cerveza por
ahí?, vengo con un pedal de cuidado y he venido a rematarlo.
¡Vaya
por dios…!, yo que creía que venía a hablar de cosas serias y mira por donde
estaba con un colocón de aquí te espero. Fui yo y no ella a mí, que tuve que
acompañarla hasta la puerta de su casa.
Nada,
descartada, ahora se presentaba una especie de carrera que hizo que las voces
se corrieran por el barrio. En tal
calle y tal piso vive un hombre que cobra una buena pensión y necesita la ayuda
de alguna mujer para que le haga compañía.
Ya estaba la voz de alerta dada, unas cuantas de ellas, me localizaban
en el bar, alguna que otra mañana que iba a escribir y tomar notas de dibujos,
que después paso a limpio con tal de hacer cuadros rústicos de ciudadelas importantes
y fuertes que saco de Internet.
Otras
llamaban directamente al móvil, preguntaban si yo era fulano de tal y
directamente ofrecían sus servicios a tanto la hora incluyendo determinadas
cosas, que poco tenían que ver con la limpieza de la casa. Todavía otras, no sé
bien de donde dedujeron que necesitaba una mujer de forma desesperada, se
ofrecían al precio que quisiera darles con el fin de poder hacer el trabajo.
¡Huy
que mal cuando uno ve estas cosas…! dejé que las cosas continuaran así hasta
que decidí emigrar por razones evidentes, no puede uno salir a la calle y ser
asaltado con ofertas sin saber quién es la persona que se ofrece para el
trabajo que necesitas.
Mi
ex mujer, con quién he quedado a bien afortunadamente, no pudo impedir que me
fuera lejos de donde ella vive, tiene a sus hijos cerca y a sus nietos, y eso
para una madre abuela, es el todo. Sabía solo por referencias donde iba, me recomendaba
un amigo a su ex pareja, en el otro punto del mapa de España, una tierra bien
distinta al ambiente donde siempre he vivido, salí echando leches hacia el
noroeste de la península, y las cosas aquí me van bien.
Atendido
como jamás pensé que lo estaría, a todas horas del día y de la noche, aun en la
madrugada está alerta la persona que me cuida, y francamente, le estoy
agradecido de todo corazón, no digo quesea enfermera, sería demasiado pedir,
pero es una persona que me atiende de corazón, sin esperar nada a cambio.
Procuro corresponderle en la medida que puedo, lo suyo es mío y lo mío es suyo,
¡que mejor manera de vivir acompañado!, nos hacemos compañía mutua, y en
ocasiones se ha quedado en mi casa durmiendo en el sofá cuando se ha encontrado
mal ella, o cuando me ha visto mal ella a mí.
No
podemos fiarnos de la ley de dependencia, esta está diseñada solo para los
grandes, los que pueden financiarse ellos mismos, con dineros del contribuyente,
para eso son los que manejan el cotarro.
En
cuanto a nosotros, los que somos dependientes, que somos desvalidos ¡cómo no
nos saquemos las castañas del fuego nosotros nadie lo va a hacer por modus
propio!
Pienso
que al fin y al cabo, lo que no pueden robarnos estos ladrones de guante blanco,
que a diario pasan por los juzgados, acusados o imputados de delitos económicos
cometidos contra la gleba, es la dignidad de ser enfermos, enfermos
dependientes de otros que nos hagan el favor de atendernos, pero que siempre
marchamos por la calle con la cabeza bien alta.
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