sábado, 13 de diciembre de 2014

SOLOS, NO DESVALIDOS



                                          SOLOS, NO DESVALIDOS



Cuando te encuentres solo, piensa no solo en quién te puede ayudar, sino más bien en cómo puede hacerlo.  Este pensamiento, me ha ayudado a recapacitar a menudo en las ayudas que nos llueven de personas o amigos que quieren tendernos una mano.
Casi siempre encuentras respuesta de esa ayuda, en función de lo que tienes, no de lo que eres en sí mismo, y eso es malo, muy malo. Hace muy poco tiempo atrás lo he experimentado en carne propia. Después de determinadas circunstancias que me llenaron de miedos a causa de una enfermedad que tiene medio varado entre la consciencia y la nulidad de mi mente, una persona amiga se ofreció a cuidarme. Agradecí su gesto, creo que lo hacía de buena fe, sin embargo, detalles, para muchos poco importantes me llamaron la atención y en consecuencia a poner el freno de mano a la hora de tomar una decisión al respecto.

Una de las cosas más llamativas fue que siempre la veía en un bar cercano a su casa todos los días del año, cercano a la mía también, cierto, la diferencia es que ella vevía cerveza sin parar, yo no puedo, ni me gusta beber alcohol, de manera que tomaba café largo americano con hielo. Un amigo me la presentó como la solución a mi problema de soledad y dependencia de otra persona, ¿cómo podía admitir en mi casa a una persona que no paraba de beber cerveza y que además tenía problemas complejos con una ex pareja que venía cuando le placía a su casa en busca de follón?
Mi casa, con toda la tranquilidad que necesito, se hubiera convertido en eun campo de batalla, no señor gracias, le dije, se enfadó, luego me mandó sendos mensajes por el móvil que me asustaron un poco, para finalmente, llamarme para humillarse y pedirme si podía venir a mi casa para hablar conmigo.

No hay problema, ven cuando quieras, eso sí, no vengas con intención de hacer daño porque tendré la tecla de los mossos apretada por si acaso. Llegó por la noche a eso de las nueve, saludando desde la calle con el brazo en alto, le abrí la puerta, cuando subió al piso y entró por la puerta, soltaba un tufo a birra que tumbaba.    ¿No tendrás una cerveza por ahí?, vengo con un pedal de cuidado y he venido a rematarlo.
¡Vaya por dios…!, yo que creía que venía a hablar de cosas serias y mira por donde estaba con un colocón de aquí te espero. Fui yo y no ella a mí, que tuve que acompañarla hasta la puerta de su casa.

Nada, descartada, ahora se presentaba una especie de carrera que hizo que las voces se corrieran por el barrio.   En tal calle y tal piso vive un hombre que cobra una buena pensión y necesita la ayuda de alguna mujer para que le haga compañía.  Ya estaba la voz de alerta dada, unas cuantas de ellas, me localizaban en el bar, alguna que otra mañana que iba a escribir y tomar notas de dibujos, que después paso a limpio con tal de hacer cuadros rústicos de ciudadelas importantes y fuertes que saco de Internet.
Otras llamaban directamente al móvil, preguntaban si yo era fulano de tal y directamente ofrecían sus servicios a tanto la hora incluyendo determinadas cosas, que poco tenían que ver con la limpieza de la casa. Todavía otras, no sé bien de donde dedujeron que necesitaba una mujer de forma desesperada, se ofrecían al precio que quisiera darles con el fin de poder hacer el trabajo.

¡Huy que mal cuando uno ve estas cosas…! dejé que las cosas continuaran así hasta que decidí emigrar por razones evidentes, no puede uno salir a la calle y ser asaltado con ofertas sin saber quién es la persona que se ofrece para el trabajo que necesitas.
Mi ex mujer, con quién he quedado a bien afortunadamente, no pudo impedir que me fuera lejos de donde ella vive, tiene a sus hijos cerca y a sus nietos, y eso para una madre abuela, es el todo. Sabía solo por referencias donde iba, me recomendaba un amigo a su ex pareja, en el otro punto del mapa de España, una tierra bien distinta al ambiente donde siempre he vivido, salí echando leches hacia el noroeste de la península, y las cosas aquí me van bien.

Atendido como jamás pensé que lo estaría, a todas horas del día y de la noche, aun en la madrugada está alerta la persona que me cuida, y francamente, le estoy agradecido de todo corazón, no digo quesea enfermera, sería demasiado pedir, pero es una persona que me atiende de corazón, sin esperar nada a cambio. Procuro corresponderle en la medida que puedo, lo suyo es mío y lo mío es suyo, ¡que mejor manera de vivir acompañado!, nos hacemos compañía mutua, y en ocasiones se ha quedado en mi casa durmiendo en el sofá cuando se ha encontrado mal ella, o cuando me ha visto mal ella a mí.

No podemos fiarnos de la ley de dependencia, esta está diseñada solo para los grandes, los que pueden financiarse ellos mismos, con dineros del contribuyente, para eso son los que manejan el cotarro.

En cuanto a nosotros, los que somos dependientes, que somos desvalidos ¡cómo no nos saquemos las castañas del fuego nosotros nadie lo va a hacer por modus propio!
Pienso que al fin y al cabo, lo que no pueden robarnos estos ladrones de guante blanco, que a diario pasan por los juzgados, acusados o imputados de delitos económicos cometidos contra la gleba, es la dignidad de ser enfermos, enfermos dependientes de otros que nos hagan el favor de atendernos, pero que siempre marchamos por la calle con la cabeza bien alta.



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