sábado, 13 de diciembre de 2014

NOCHE DE PAZ

  

                                                  NOCHE DE PAZ



Esa tarde estuve visitando a unos parientes lejanos a los que hacía tiempo que no veía. Se alegraron al verme, creo incluso que algunos, se entusiasmaron cuando me vieron llegar y aparcar delante de su puerta. Mi amigo Raúl me dejó el coche con el que hice este viaje, hace muchos años que nos conocemos y sabemos confiar el uno en el otro. El BMW que me prestó causó sensación en la familia lejana, aunque para mí no resultara lo más importante, quería saber de mis primos, no conocía a ninguno de ellos.

Consuelo salió a recibirme primero, a ella si la recordaba, estuvo en nuestra casa antes de la muerte de mi madre. Recuerdo que cuando llegó, se colgó del brazo de mi padre y no lo soltó, hasta que la acompañamos de nuevo al tren, para que volviera a su casa de Águilas en Murcia. Consuelo se acordaba a su vez de mí, me abrazó con cariño.   Me alegro de verte de nuevo después de tantos años, no has cambiado en nada, ven que te está esperando toda la familia.
A mí cuando dicen estas cosas me siento bastante indiferente, no es cierto que después de ocho años uno no cambie, no digo que traten de mofarse de uno, pero lo cierto es, que hay cosas que sería mejor no decir. A mí me parecía otra persona la verdad, y sin embargo me limité a saludarla y a responder a su cálido abrazo sin añadir  comentario alguno acerca de su apariencia.

Saludé y me saludaron, realmente ignoré de forma inconsciente alguna de las manos y los besos que me dieron algunos de los parientes. Casi de forma inmediata pregunté cuál era el camino de la playa, algunos se sorprendieron, lo aprecié en sus rostros, los más jóvenes que eran a los que menos conocía, me dijeron que me acompañaban, el tiempo lo requería, y el mar siempre me ha vivificado en pleno verano.
Vamos, vamos, nosotros te acompañamos, danos solo unos minutos que vamos a buscar nuestro bañador y nos bañamos juntos. Traté de zafarme de ellos nadando mar adentro, no lo conseguí del todo, nadaban como auténticos posesos con tal de no perderme de vista.

Me di por vencido y cejé en mi intento de aislarme un rato de aquellos jóvenes, estaban contentos y casi al momento comenzaron a llamarme primo sin serlo en absoluto. Los más viejos de la familia, estaban esperando con parsimonia bajo un improvisado cañizo sostenido por unos tubos de hierro que aparentaban ser seguros, sin ducharme me senté en la mesa ya preparada, desde luego la comida se la habían currado sin duda alguna, desde fiambres hasta mejillones al vapor, crustáceos y mariscos varios, después un arroz caldoso que no pude consumir, no me gusta el arroz y al verlo en aquel caldo me dio un principio de arcada que no pude evitar.
Al fondo del patio sombreado, llamó mi atención una chica a la que ni siquiera había saludado, tomaba el sol sentada en la vaya de la terraza, con vaqueros cortados a mano para convertirlos en unos shorts deshilachados, y un sujetador de color azul, que no era de su medida, sus pechos luchaban por escapar por los lados y por encima de aquel sujetador.   ¡Paz ven a saludar a tu primo mujer…! le grito una de las mujeres de aquel peculiar escenario. La chica dio un salto, se acercó a mí, me preguntó mi nombre, y a renglón seguido, me estampó un beso en mitad de la cara.   Bueno, me marcho, dijo dirigiéndose a todos los presentes, pasó por detrás de mí y su cabellera rozó mi espalda, no pude evitar un pequeño escalofrío.

Rafael se acercó a mí a la hora del café, trajo una botella de whisky y me ofreció un trago con el café, acepté con gusto. Era el único nombre que recordaba de toda aquella algarabía de gente de familia.   Mi hermana baila en una discoteca famosa, por la noche este pueblo se convierte en un hervidero de gente que llega de todas partes, para divertirse, es tiempo de vacaciones, lógico ¿no?   Claro, es lo normal.   Si te apetece, por la noche podemos ir a verla bailar, ella y Júlia, una norteamericana, son el alma de la fiesta en este local donde trabajan juntas.   Vale me parece bien, ¿vendrá alguien más con nosotros?    No, que va, en casa a nadie le gusta estos jaleos de las discotecas y ambiente nocturno, ni hablar, iremos tú y yo solos.   De acuerdo entonces me dices a la hora que debemos ir para allí.   Lo mejor, quiero decir cuando hay mejor ambiente es a eso de la una de la madrugada, bueno, si quieres podemos ir antes, ellas comienzan a bailar a eso de las diez y media, luego hacen relevos con otras, ¡pero a partir de la una… la cosa comienza a calentarse de verdad!, se montan unos números las dos que la gente babea por verlas, ya lo verás, es la leche, no te cuento más porque eres capaz de tirarte para atrás.

Consuelo se acercó a mí para preguntarme por el resto de la familia, que hacían, como se ganaban la vida…, se me hizo extraño tener que contestar a esas preguntas que nadie, en muchos años, nadie me hizo. En algunos momentos, mientras estás con personas que son familia y que sin embargo te son tan lejanas, se me antojaba estar viviendo una mala película en la que yo de algún modo, era uno de los protagonistas. Recuerdo bien poco de aquella visita a Águilas, probablemente tendría que valorarla más, no lo sé, en cambio, de todo lo sucedido estos dos días, lo único que me dejó una grata sensación, fue la fiesta de la discoteca.
Rafael me advirtió que no era simple baile el que llevaban a cabo las dos chicas, Paz y Júlia, no eran simples gogós, lo que hizo que el dueño las contratara de forma definitiva, fue el número que montaban las dos hacia las dos de la mañana.

No quise saber más, curiosamente, deseaba ver en primera persona a qué se refería el nuevo primo que me había salido como de la nada. Visto que iba a ser tarde cuando viéramos el número al que Rafael se refería, decidimos salir tarde de casa, cené ligero, y bebí un agua tónica que todavía estaba en el coche, y que enfrié en el frigo de la casa de mis parientes. A eso de la una menos cuarto salimos camino de la disco, muchos jóvenes entraban y salían con sendos sellos de tinta en el dorso de la mano, chicos meaban entre los coches aparcados, y alguna que otra chica también, haciendo que una o dos amigas les hicieran de parapeto.
El ambiente era de mucha animación, Paz bailaba vestida tan solo con un pantalón de cuero fino, con cordones que recorrían todo el largo de la prenda y dejaban al descubierto toda la pierna hasta la cintura, los zapatos de lentejuelas le hacían la pierna larga, esbelta, su contoneo llamaba la atención de unos cuantos, que estaban parados delante de la plataforma alzada un metro del suelo, la altura de seguridad por si algún salido quisiera llegar a tocarlas, a ella o a Júlia que sacaba la lengua desafiante mientras se contoneaba de forma provocativa.

Paz nos vio, Rafael se encargó de hacerse ver alzando el brazo y sonriéndole señalándome a mí, estaba seria pero comenzó a bailar de un modo poco convencional. He asistido a discos, he visto bailar a muchas chicas, me han invitado a despedidas de soltero y allí ves cosas un tanto excepcionales, como esta ninguna. Paz estaba bailando para mí, lo podía leer en su mirada, fijaba su mirada en la mía  confieso que casi me hipnotiza con su manera de bailar, no podía apartar mis ojos de su figura cimbreante, cruel, jugaba con ventaja, lo sabía bien, de forma que para terminar de ponerme nervioso, aflojó en un gesto casi imperceptible el nudo que ataba el sujetador, sus pechos salieron de su lugar y comenzaron a flotar en el aire aún de forma discreta. Consumí un par de tequilas junto con Rafael que mostró no estar demasiado acostumbrado a estos saques alcohólicos, quedó sentado en un taburete medio adormilado, con la mano sujetándose la cabeza, y apoyado en una columna luminosa al final de la barra.

El pincha discos tomó su lugar y de su maleta comenzó a sacar vinilos para animar a los presentes con música mix sacada de canciones de los años ochenta, a todo volumen, como deben hacer estos técnicos de discoteca. Así pasamos la media hora siguiente hasta que volvieron a escena las dos bailarinas, esta vez estaban juntas en un escenario diferente, un poco más amplio que el anterior, la música de pronto cambió de carencia, era una especie de música chill aut, que invitaba a estar quieto, escuchando y viendo, al parecer eso es lo que pretendían con esos sonidos sensuales y profundos que parecían llegar del fondo del océano.
Las dos chicas ataviadas con faldas de cortísimas de perlas, con los pechos desnudos y pintados de algún tipo de pintura acrílica y fluorescente, comenzaron a besarse, se envolvían ambas con las piernas, estaba claro, que lo que se pretendía, era manifestar cómo se aman dos mujeres. Recorrían sus cuerpos con las manos bien abiertas, sintiendo el roce de su piel, con los dedos bien abiertos, solo las palmas de sus manos tocaban los rincones más deseables de una mujer, pechos, entrepierna… la gente, no toda, por supuesto, comenzó a lanzar leves aullidos de complacencia, querían más, lo manifestaban a gritos.

El espectáculo duró poco más o menos quince minutos, pensé que estaban obligadas a seguir con ese número lésbico hasta que acabara la música, y así fue. Pero entre la semioscuridad que reinaba en el ambiente, cuando se retiraban de la escena, pude apreciar que las dos jóvenes, se besaban de manera apasionada, quedaba bastante claro que entre las dos chicas, había algo más que simplemente un número de discoteca. Salí del local olvidándome de mi primo Rafael, a decir verdad sabía que lo dejaba allí, pero habida cuenta de que su hermana estaba allí, pensé que se haría cargo ella. No me fui enfadado, me fui excitado, ¿Cómo es que habiendo estado en tantas situaciones parecidas y sin casi conocer a Paz, me encontraba en este estado?, no encontré explicación alguna a este estado en el que me encontraba.
Me dispuse a arrancar el coche y alguien llamó con los nudillos a la ventanilla del copiloto. Era Paz, con una sonrisa de oreja a oreja, todavía con los labios medio despintados por los besos y lametones que intercambió con Júlia sobre aquel escenario.

¿Te vas sin mí primo…?    Pues sí, creo que se acabó el espectáculo ¿no?    Que va hombre, ahora es cuando comienza, si tú quieres, claro.  No supe decir que no, se subió al coche me indicó por donde tenía que ir, era evidente que no íbamos camino de casa.   Entra por esta bajada, cuando llegues al dique que hay a cien metros, para.   No sé qué pretendes… creía que íbamos a tu casa.   De eso nada primo, tú y yo lo vamos a pasar de puta madre lejos de todo el mundo, gozando mutuamente el uno del otro, sin más ruido que el de las olas del mar rompiendo contra el rompeolas.    Yo creía…    Ya sé lo que vas a decir, me has visto con Júlia en el escenario y te has pensado que entre ella y yo hay algo.   ¿Lo hay?   No, para nada, nos gustamos, no sé si algún día nos dejaremos de disimulos y pasaremos a acciones más íntimas, eso solo lo puede decir el tiempo, pero lo que es ahora, a quién deseo es a ti.

Esta noche ha sido una noche excepcional, practicamos el sexo de forma desmedida, nos entregamos con una pasión fuera de lo común, así es como pasamos la noche entre el olor a mar y el sudor de nuestros cuerpos. Verdaderamente ha sido una noche de paz.



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