NOCHE DE PAZ
Esa
tarde estuve visitando a unos parientes lejanos a los que hacía tiempo que no
veía. Se alegraron al verme, creo incluso que algunos, se entusiasmaron cuando
me vieron llegar y aparcar delante de su puerta. Mi amigo Raúl me dejó el coche
con el que hice este viaje, hace muchos años que nos conocemos y sabemos
confiar el uno en el otro. El BMW que me prestó causó sensación en la familia
lejana, aunque para mí no resultara lo más importante, quería saber de mis
primos, no conocía a ninguno de ellos.
Consuelo
salió a recibirme primero, a ella si la recordaba, estuvo en nuestra casa antes
de la muerte de mi madre. Recuerdo que cuando llegó, se colgó del brazo de mi
padre y no lo soltó, hasta que la acompañamos de nuevo al tren, para que
volviera a su casa de Águilas en Murcia. Consuelo se acordaba a su vez de mí,
me abrazó con cariño. Me alegro de
verte de nuevo después de tantos años, no has cambiado en nada, ven que te está
esperando toda la familia.
A
mí cuando dicen estas cosas me siento bastante indiferente, no es cierto que
después de ocho años uno no cambie, no digo que traten de mofarse de uno, pero
lo cierto es, que hay cosas que sería mejor no decir. A mí me parecía otra
persona la verdad, y sin embargo me limité a saludarla y a responder a su cálido
abrazo sin añadir comentario alguno
acerca de su apariencia.
Saludé
y me saludaron, realmente ignoré de forma inconsciente alguna de las manos y
los besos que me dieron algunos de los parientes. Casi de forma inmediata
pregunté cuál era el camino de la playa, algunos se sorprendieron, lo aprecié
en sus rostros, los más jóvenes que eran a los que menos conocía, me dijeron
que me acompañaban, el tiempo lo requería, y el mar siempre me ha vivificado en
pleno verano.
Vamos,
vamos, nosotros te acompañamos, danos solo unos minutos que vamos a buscar
nuestro bañador y nos bañamos juntos. Traté de zafarme de ellos nadando mar
adentro, no lo conseguí del todo, nadaban como auténticos posesos con tal de no
perderme de vista.
Me
di por vencido y cejé en mi intento de aislarme un rato de aquellos jóvenes,
estaban contentos y casi al momento comenzaron a llamarme primo sin serlo en
absoluto. Los más viejos de la familia, estaban esperando con parsimonia bajo
un improvisado cañizo sostenido por unos tubos de hierro que aparentaban ser
seguros, sin ducharme me senté en la mesa ya preparada, desde luego la comida
se la habían currado sin duda alguna, desde fiambres hasta mejillones al vapor,
crustáceos y mariscos varios, después un arroz caldoso que no pude consumir, no
me gusta el arroz y al verlo en aquel caldo me dio un principio de arcada que
no pude evitar.
Al
fondo del patio sombreado, llamó mi atención una chica a la que ni siquiera
había saludado, tomaba el sol sentada en la vaya de la terraza, con vaqueros
cortados a mano para convertirlos en unos shorts deshilachados, y un sujetador
de color azul, que no era de su medida, sus pechos luchaban por escapar por los
lados y por encima de aquel sujetador. ¡Paz ven a saludar a tu primo mujer…! le
grito una de las mujeres de aquel peculiar escenario. La chica dio un salto, se
acercó a mí, me preguntó mi nombre, y a renglón seguido, me estampó un beso en
mitad de la cara. Bueno, me marcho,
dijo dirigiéndose a todos los presentes, pasó por detrás de mí y su cabellera rozó
mi espalda, no pude evitar un pequeño escalofrío.
Rafael
se acercó a mí a la hora del café, trajo una botella de whisky y me ofreció un
trago con el café, acepté con gusto. Era el único nombre que recordaba de toda
aquella algarabía de gente de familia.
Mi hermana baila en una discoteca famosa, por la noche este pueblo se
convierte en un hervidero de gente que llega de todas partes, para divertirse,
es tiempo de vacaciones, lógico ¿no?
Claro, es lo normal. Si te
apetece, por la noche podemos ir a verla bailar, ella y Júlia, una
norteamericana, son el alma de la fiesta en este local donde trabajan
juntas. Vale me parece bien, ¿vendrá
alguien más con nosotros? No, que va, en
casa a nadie le gusta estos jaleos de las discotecas y ambiente nocturno, ni
hablar, iremos tú y yo solos. De
acuerdo entonces me dices a la hora que debemos ir para allí. Lo mejor, quiero decir cuando hay mejor
ambiente es a eso de la una de la madrugada, bueno, si quieres podemos ir
antes, ellas comienzan a bailar a eso de las diez y media, luego hacen relevos
con otras, ¡pero a partir de la una… la cosa comienza a calentarse de verdad!,
se montan unos números las dos que la gente babea por verlas, ya lo verás, es
la leche, no te cuento más porque eres capaz de tirarte para atrás.
Consuelo
se acercó a mí para preguntarme por el resto de la familia, que hacían, como se
ganaban la vida…, se me hizo extraño tener que contestar a esas preguntas que
nadie, en muchos años, nadie me hizo. En algunos momentos, mientras estás con
personas que son familia y que sin embargo te son tan lejanas, se me antojaba
estar viviendo una mala película en la que yo de algún modo, era uno de los
protagonistas. Recuerdo bien poco de aquella visita a Águilas, probablemente
tendría que valorarla más, no lo sé, en cambio, de todo lo sucedido estos dos
días, lo único que me dejó una grata sensación, fue la fiesta de la discoteca.
Rafael
me advirtió que no era simple baile el que llevaban a cabo las dos chicas, Paz
y Júlia, no eran simples gogós, lo que hizo que el dueño las contratara de
forma definitiva, fue el número que montaban las dos hacia las dos de la
mañana.
No
quise saber más, curiosamente, deseaba ver en primera persona a qué se refería
el nuevo primo que me había salido como de la nada. Visto que iba a ser tarde
cuando viéramos el número al que Rafael se refería, decidimos salir tarde de
casa, cené ligero, y bebí un agua tónica que todavía estaba en el coche, y que
enfrié en el frigo de la casa de mis parientes. A eso de la una menos cuarto
salimos camino de la disco, muchos jóvenes entraban y salían con sendos sellos
de tinta en el dorso de la mano, chicos meaban entre los coches aparcados, y
alguna que otra chica también, haciendo que una o dos amigas les hicieran de
parapeto.
El
ambiente era de mucha animación, Paz bailaba vestida tan solo con un pantalón
de cuero fino, con cordones que recorrían todo el largo de la prenda y dejaban
al descubierto toda la pierna hasta la cintura, los zapatos de lentejuelas le
hacían la pierna larga, esbelta, su contoneo llamaba la atención de unos
cuantos, que estaban parados delante de la plataforma alzada un metro del
suelo, la altura de seguridad por si algún salido quisiera llegar a tocarlas, a
ella o a Júlia que sacaba la lengua desafiante mientras se contoneaba de forma
provocativa.
Paz
nos vio, Rafael se encargó de hacerse ver alzando el brazo y sonriéndole
señalándome a mí, estaba seria pero comenzó a bailar de un modo poco
convencional. He asistido a discos, he visto bailar a muchas chicas, me han
invitado a despedidas de soltero y allí ves cosas un tanto excepcionales, como
esta ninguna. Paz estaba bailando para mí, lo podía leer en su mirada, fijaba
su mirada en la mía confieso que casi me
hipnotiza con su manera de bailar, no podía apartar mis ojos de su figura
cimbreante, cruel, jugaba con ventaja, lo sabía bien, de forma que para
terminar de ponerme nervioso, aflojó en un gesto casi imperceptible el nudo que
ataba el sujetador, sus pechos salieron de su lugar y comenzaron a flotar en el
aire aún de forma discreta. Consumí un par de tequilas junto con Rafael que
mostró no estar demasiado acostumbrado a estos saques alcohólicos, quedó
sentado en un taburete medio adormilado, con la mano sujetándose la cabeza, y
apoyado en una columna luminosa al final de la barra.
El
pincha discos tomó su lugar y de su maleta comenzó a sacar vinilos para animar
a los presentes con música mix sacada de canciones de los años ochenta, a todo
volumen, como deben hacer estos técnicos de discoteca. Así pasamos la media
hora siguiente hasta que volvieron a escena las dos bailarinas, esta vez
estaban juntas en un escenario diferente, un poco más amplio que el anterior,
la música de pronto cambió de carencia, era una especie de música chill aut, que
invitaba a estar quieto, escuchando y viendo, al parecer eso es lo que
pretendían con esos sonidos sensuales y profundos que parecían llegar del fondo
del océano.
Las
dos chicas ataviadas con faldas de cortísimas de perlas, con los pechos
desnudos y pintados de algún tipo de pintura acrílica y fluorescente,
comenzaron a besarse, se envolvían ambas con las piernas, estaba claro, que lo
que se pretendía, era manifestar cómo se aman dos mujeres. Recorrían sus
cuerpos con las manos bien abiertas, sintiendo el roce de su piel, con los
dedos bien abiertos, solo las palmas de sus manos tocaban los rincones más
deseables de una mujer, pechos, entrepierna… la gente, no toda, por supuesto,
comenzó a lanzar leves aullidos de complacencia, querían más, lo manifestaban a
gritos.
El
espectáculo duró poco más o menos quince minutos, pensé que estaban obligadas a
seguir con ese número lésbico hasta que acabara la música, y así fue. Pero
entre la semioscuridad que reinaba en el ambiente, cuando se retiraban de la
escena, pude apreciar que las dos jóvenes, se besaban de manera apasionada,
quedaba bastante claro que entre las dos chicas, había algo más que simplemente
un número de discoteca. Salí del local olvidándome de mi primo Rafael, a decir
verdad sabía que lo dejaba allí, pero habida cuenta de que su hermana estaba
allí, pensé que se haría cargo ella. No me fui enfadado, me fui excitado, ¿Cómo
es que habiendo estado en tantas situaciones parecidas y sin casi conocer a
Paz, me encontraba en este estado?, no encontré explicación alguna a este estado
en el que me encontraba.
Me
dispuse a arrancar el coche y alguien llamó con los nudillos a la ventanilla
del copiloto. Era Paz, con una sonrisa de oreja a oreja, todavía con los labios
medio despintados por los besos y lametones que intercambió con Júlia sobre
aquel escenario.
¿Te
vas sin mí primo…? Pues sí, creo que
se acabó el espectáculo ¿no? Que va
hombre, ahora es cuando comienza, si tú quieres, claro. No supe decir que no, se subió al coche me
indicó por donde tenía que ir, era evidente que no íbamos camino de casa. Entra por esta bajada, cuando llegues al
dique que hay a cien metros, para. No
sé qué pretendes… creía que íbamos a tu casa.
De eso nada primo, tú y yo lo vamos a pasar de puta madre lejos de todo
el mundo, gozando mutuamente el uno del otro, sin más ruido que el de las olas
del mar rompiendo contra el rompeolas.
Yo creía… Ya sé lo que vas a
decir, me has visto con Júlia en el escenario y te has pensado que entre ella y
yo hay algo. ¿Lo hay? No, para nada, nos gustamos, no sé si algún
día nos dejaremos de disimulos y pasaremos a acciones más íntimas, eso solo lo
puede decir el tiempo, pero lo que es ahora, a quién deseo es a ti.
Esta
noche ha sido una noche excepcional, practicamos el sexo de forma desmedida, nos
entregamos con una pasión fuera de lo común, así es como pasamos la noche entre
el olor a mar y el sudor de nuestros cuerpos. Verdaderamente ha sido una noche
de paz.
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