ROBINSON CRUSOE
Mira que las
pasó putas el pobre… primero naufragó y casi se queda ahogado dentro del barco,
después sin casi saber cómo llega a una isla remota que no sabía muy bien si
estaba habitada o no, después busca comida y agua potable para sobrevivir,
comiendo cocos a diestro y siniestro y casi sin poder ni cagar de la paja que
se hizo dentro del estómago. No me digas que no hay para maldecir el día de tu
nacimiento, la novia esperando en el continente. ¿A que no se presenta a la boda este
cabronazo, a que se ha cagado en los pantalones?
De eso nada
guapa, ¡eso hubiese querido él, tener diarrea! Con tanto bicho salvaje que
había allí en la isla, tuvo que hacerse una casa en lo alto de un árbol, para
eso tuvo que escoger uno bueno, que no estuviera podrido y pudiera defender su
casa de ataques inesperados.
He, que no es
cualquier cosa eso ¿vale?, que hay que tener perspicacia y saber lo que se
hace, no sirve cualquiera para poner en práctica todas estas ideas en orden,
por algo esta novela de Daniel Defoe, está en parte rememorando acontecimientos
reales sucedidos a un marinero ingles Silkrit, que parece estuvo en
circunstancias parecidas en una isla desierta viviendo durante determinado
tiempo.
Y la de otros
muchos, que como el pobre Crusoe las pasan mal entre cartones cada día de su
jodida vida, sin poner fin a su tragedia, cada minuto de cada día. Me hace
gracias cuando veo a gente por la calle decir en voz baja, desgraciados…
podrían irse a otra parte ¿no se dan cuenta que molestan en mitad de la calle?
Pues llévatelos a tu casa pedazo de mamón, dale de comer y aféitalo, córtale el
pelo y dale de comer, ¡aunque solo sea un día!, verás cómo te lo agradecerá.
¡Que hubiera tenido una oportunidad así Robinson Crusoe…! pero no, él, cómo
otros muchos de los que andan por la calle, fue a encontrarse con un negro
perseguido, más pesado que el jueves, y lo acogió.
Primero tuvo
que conocerlo y ambos se pusieron a prueba, pero luego como hermanos,
inseparables, hasta les hicieron la guerra juntos a los caníbales aquellos que
hacían sacrificios humanos en el interior de la selva. Hoy eso no pasa, los
negros no se atreven a dormir entre cartones con los blancos, a menudo son el
blanco de la ira de otros blancos que los queman vivos o los forran a palos. ¿Y
nosotros qué?, pues estamos deseando que se vuelvan a su tierra, en lugar de
quedarse colgados de los espinos que les pone la policía para que no pasen. Eso
es lo mismo que si alguien ve pasar con un barco a Robinson Crusoe y al negrito
pesado, y cuando se acercan a la costa dicen ¡he media vuelta de timón que es
un negro, sin mirar que va acompañado de
un blanco barbudo y con el pelo echo un asco.
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