martes, 16 de diciembre de 2014

VIAJO SIN EQUIPAJE


                                        VIAJANDO SIN EQUIPAJE



Hace mucho tiempo que camino por caminos que desconozco, en cambio, todos me son familiares, conozco a las mismas personas, me parece que estoy dando vueltas al mismo pueblo, a la misma ciudad, al mismo barrio. No llevo equipaje alguno porque todo lo que tengo que decir va conmigo, es lo que me importa, aquello que puedo decir, hacer amistades y creer en las personas que me rodean, y para eso, no hace falta demasiado equipaje, con un paraguas, un gabán y unos buenos zapatos para caminar y no mojarte los pies por el camino, son lo suficiente al echar a andar.

La gente no se fija en nadie, solo aquellos con los que te paras a hablar si lo desean, son lo importante para mí. No es cuestión de interrogar a nadie, un breve saludo en la terraza de un bar cuando consumes un café, puede llenar tu maleta de un sinfín de anécdotas importantes que eso sí, hay que saber apreciar. Este interlocutor posiblemente no ha hablado en días con nadie, o simplemente ha saludado a los vecinos de la casa donde vive, con un hola, o un adiós.

Se aprende mucho de la gente, cualquier pregunta conveniente les hace derramarse y entablar un a fácil conversación que sin llegar a intimar con ella, te dé el pulso preciso de cómo funcionan sus sentimientos. Si con quién hablas, también es un caminante sin objetivos concretos en la vida, ya tienes un compañero de viaje a ninguna parte, y a todas a la vez.

No me gusta abrir mi corazón a cualquiera, tampoco mis sentimientos, ¡cuesta tanto acumularlos y apreciarlos a lo largo de toda una vida…! no vale la pena inquietar a nadie con sus antecedentes personales, los trenes van llenos de gente con sendos equipajes, que ni siquiera saben hacia donde se dirigen. Muchos piensan, equivocadamente, que la vida es una mierda, y no hay nada más equivocado que esto, la vida es hermosa y fácil, por eso me echo a la calle, miro, observo, llamo a los amigos que quizás no lo sean tanto, pero a los que quiero y valoro, porque me ayudan a viajar sin equipaje alguno.

Andar por el camino que quieres, pisar todas las aguas de los ríos que se cruzan en tú camino, subir montañas y bajar hacia praderas verdes, esa es mi vida, es la que deseo vivir y explotar, para eso está ahí, esperándome. Me invita ese pequeño río, que con cuatro piedras bien puestas para cruzarlo, solitario de visitas, parece que me lance sus brazos entre marañas de árboles y me dice, ven al otro lado.

Esa hermosa mujer que al pasar por su lado se me ha quedado mirando, no sé todavía por qué, pero el hecho de que me mire me alienta, no a seguirla, sería demasiado fácil su propósito, solo mira, quizás sonríe y sigue su camino, puede que me haya confundido con alguien, que le recuerde a algún familiar, o sencillamente, piense por un instante para sí, que soy un pobre diablo que posiblemente me pondría a tiro de su impostura.

Entonces, cuando me pasa eso, levanto los brazos en mitad de la calle, le digo a todo el mundo que no llevo equipaje alguno, que quién quiera algo de mí me lo pida, he viajado a esta ciudad para esto, para prestarme a cualquiera que quiera saber, quién soy y para que estoy aquí, si me insisten, les diré también, qué me ha traído a este puerto.



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