jueves, 4 de diciembre de 2014

MIS TARDES CON MARÍA


                                            MIS TARDES CON MARÍA



No tiene con quién hablar, lo tengo comprobado desde que llegué a la isla, tengo vacaciones y pensé, que para que los números y letras que me fustigan continuamente a causa de mi trabajo en la oficina donde trabajo, haría un pequeño esfuerzo e iría a Ibiza. Me busqué por Internet un lugar un tanto especial, lejos del ruido de las playas y discotecas, en un hotel que parece más una casa de campo para pocos clientes, que en un hotel propiamente dicho.
En cuanto llegué con mi coche de alquiler, al enfilar la cuesta que llevaba a la puerta de entrada del lugar, eran las cuatro de la tarde y ahí estaba ella, apoyada en una columna de piedra que daba a las escaleras que accedían a la huerta, leía y a la vez escribía en un cuaderno de espirales tipo bloc. La saludé en cuanto bajé del coche, saqué la maleta y un bolso de viaje, total para quince días de asueto y casi perdido en una isla, no hacía falta gran cosa más.

Me respondió girando la cabeza con una leve sonrisa, para volver rápidamente a lo que estaba haciendo, parecía bastante atenta a la labor de leer y anotar, en ese momento se me hizo incomprensible lo que estaba haciendo. Si el caso era que se alojaba allí, esperaba que con un poco de suerte, poder acercarme a ella y entablar conversación, los días siguientes, lo dirían.
El problema es, que desde siempre he sido un poco retraído, tengo pocos amigos y creo que es principalmente por ese motivo, me preguntaba desde que la vi a ella, a María, cómo me las compondría para poder hablar con ella, abordarla sin que sacara conclusiones equivocadas de mí.

Después de una buena ducha me vestí y bajé al comedor, se hacía la hora de la cena, el dueño del local me hizo saber que cenaban desde temprano.   ¿Sabe usted?, es que hay algunos que luego se pasan la noche en el mar, disfrutando de las discos y todo ese barullo que se forma ahí abajo, créame si le digo que algunas veces dependiendo de dónde sople el viento, llegan hasta aquí arriba, los ecos de la música que ponen a toda pastilla en las discotecas al aire libre, ¡que escándalo por dios!
Me sonreí, se notaba que al hombre, aquellas fiestas ruidosas lo sacaban de sus casillas, era comprensible. María bajó de su habitación llamada Luna, vestida de blanco ibicenco, el vestido estaba adornado de forma sencilla, con bordados que hacían resaltar los hombros cuadrados de aquella mujer un tanto misteriosa, un tanga de color negro, era todo lo que se dejaba ver debajo de aquella prenda.

Se ha sentado justo en una mesa individual delante de la mía, no es que se quiera lucir, pienso yo, pero se manifiesta una cara alargada y bonita de rasgos casi orientales, con una mandíbula fuerte y unos ojos oscuros, que relucen con las lámparas marineras adornadas con pantallas de cristal, color ámbar.   Buenas noches…   Buenas, ¿de vacaciones?   Pues sí, unos días de descanso para poder cargar las pilas de nuevo antes de volver al bullicio de la ciudad.   ¿Ves?, yo no tengo este problema, desde pequeña he estado alejada de los ruidos y las muchedumbres de las ciudades.   Pues tienes una gran suerte, en mi caso no tengo más remedio que soportar las muchas desventajas que trae consigo vivir en un mundo como el mío, digo el mío porque parece que tú vivas en otro planeta.   Podría decirse que sí, mi vida la paso en el mar, sumergida en él, buscando, descubriendo, analizando en las profundidades marinas, como viven estos maravillosos seres de los que tan poco sabemos.

La cena ha transcurrido en una franca y abierta conversación que me ha llenado más que la cena que me han servido, una ensalada menorquina junto a una crema de puerros, y perdiz escabechada. A Mery Ann, quizás por ser habitual en sus visitas al hotel, le han servido unos macarrones al pesto junto a una botella de vino pequeña de vino de la casa, a mí me ha parecido muy bueno, tienen, me he enterado luego, sus propias viñas, lo preparan y lo embotellan ellos. La velada la hemos terminado juntos, hablando y arrancándonos risas el uno al otro, anécdotas y pequeñas experiencias que sirven para conocerse poco a poco.

A mi modo de ver las cosas, la felicidad está también basada en estos acontecimientos y los disfruto, imagino que para personas de la edad de Mery Ann las cosas pueden ser distintas, una mujer joven y con una afición u oficio como el de ella, la felicidad, debe de estar fundamentada en cosas diferentes. Después de apurar poco a poco un Borgoña añejo con pequeños bocados preparados de repostería salada, nos vamos cada cual a nuestras tareas, la mía hoy es dormir cuanto pueda, el sueño para mí es muy importante, no soy nadie sin mis ocho horas de sueño. Ella en cambio, sale al sendero que lleva a la playa, aunque está lejos, se descalza y cuelga las sandalias sobre sus cuadrados hombros, casi todo el camino es de fina arena hasta llegar a oír el rumor del mar, la luz que lo alumbra, la luna llena.
No he podido evitar mientras me preparo para acostarme, preguntarme donde va a estas horas de la noche, de modo que he salido al jardín, saludado al patrón del hotel, y luego, con calma encender un cigarrillo mientras camino por el mismo sendero que lleva a la playa. Es un tanto extraño, ese camino no lleva a ningún lugar concreto pero lo sigo como atraído por un imán, eso son tonterías, me lleva la curiosidad y punto.

He llegado al lugar donde imagino encontrarla, no sé a ciencia cierta si la voy a ver ahí, en este trozo de playa que no invita precisamente a los bañistas, está plagado de rocas que sobresalen del mar, algas que inundan la orilla, un par de dunas de arena, una bastante más grande que la que hay al lado justo, parecen madre e hija, con la misma vegetación, los mismos flecos que salen de ambas formaciones.
No hay ruido alguno, salvo el de que producen las pequeñas olas que de forma constante llegan a la orilla, el agua está caliente, lo compruebo al descalzarme, me he sacado los mocasines de ante de los pies y los llevo colgando por los talones de una mano.
¿Qué tal, te gusta este lugar…?   Ha mira, ¡pero si estás aquí paseando, que coincidencia…!   Mira Chus, ven adonde estoy yo. Obedezco, y entonces me señala la colina en la que se ve de forma clara, el hotel donde ambos nos alojamos.   No ha sido ninguna coincidencia, te he visto salir del hotel y caminar por el mismo lugar por donde yo he descendido hasta aquí. Bajo la cabeza y pongo la mano derecha en el pecho haciendo una pequeña reverencia. Mea culpa, es verdad, te he seguido, y si quieres que te diga la verdad… no sé porque lo he hecho.   Yo vengo casi todas las noches aquí a bañarme, es la hora de la noche mejor para escuchar el mar.   ¡No me digas… podrías encontrarte con algún peligro inesperado, francamente no creo que sea prudente! Mientras hablo con Mery Ann de esto, ella se ha despojado del vestido ibicenco que lleva sacándoselo por la parte superior del cuerpo, se queda desnuda a la luz de la luna, a excepción del tanga negro que se sostiene por los huesos de su pelvis, mínimo pero excepcionalmente bien emplazado en un cuerpo de diosa como el que manifiesta tener ella.

La luna está en todo su esplendor, brilla desde un cielo límpido, que se adivina ha retirado todas las tramoyas que pudieran enrarecer el brillo de su luz pálida, azulada pero exquisita. Mery Ann camina hacia el agua, de pronto desaparece de la superficie cual si de una sirena se tratara, me quedo mirando el lugar donde se ha sumergido, entonces, de forma sorprendente, aparece en un punto lejano de donde se sumergió.
Estoy pensando que es imposible nadar bajo el agua de forma tan rápida, salvo que…, sí es eso, me advirtió que su vida era el mar mientras cenábamos, el mar debe de ser su cómplice en este asunto.
Se acerca a mí sumergiéndose de nuevo en el agua, llega casi en un instante, es maravillosa la forma que tiene de acercarse, e invitarme sin decir palabra, a que me bañe con ella. Evidentemente no puedo hacerlo, no llevo bañador y no sería capaz de ponerme el pantalón sin llevar nada debajo, es decir encima de la carne, jamás lo he hecho.

Vamos no te hagas de rogar, aprovecha el tiempo, deja que el mar te diga lo que debes hacer. Me suena extraño lo que Mery Ann dice, pero por otra parte, ¿por qué no probar?, no voy a perder nada. Desnudo en un minuto, me meto en el agua, tiene razón ella, el agua está caliente, y es esa sensación la que hace que tenga una erección bastante fuerte, nado sin descanso aunque lo hago para perderla de vista unos instantes no puedo, esta mujer es una sirena, de eso estoy convencido, nada de lado más rápido, de lo que pudiera imaginar, me sorprende y me avergüenza a la vez.
Ya te lo decía yo, es la mejor hora para darse un chapuzón, la playa vacía, ningún ruido, la luz de la luna, solos tú y yo…

¿Qué insinúas…?   Nada hombre, nada, que no hay nadie más aquí, que es delicioso disfrutar de este paraje a la luz de la luna. Hay otros muchos lugares de la isla donde la gente está ahora mismo en la playa ignorando la importancia de estos momentos, contaminan la naturaleza de las cosas que nos rodean, las que son valiosas de veras.
Cierto, esa es la principal razón de porqué he venido al mismo hotel donde tú te alojas, para huir del ruido y todo lo que conlleva. Quién se da cuenta del mundo en el que a diario vive, creo yo, valora la tranquilidad que invita a la reflexión y a examinarse a sí mismo. Un día escuché una frase que se quedó anclada en mi mente, es de Gustave Flauvert “El futuro nos tortura y el pasado nos encadena. He aquí porqué se nos escapa el presente”
No entiendo el efecto que debe haberle causado el que dijera esto, se ha desprendido del tanga que ha arrojado sobre la arena de la playa sin demasiado acierto y se ha pegado a mí, me besa con un beso salado y profundo, enrosca su cuerpo al mío y me abraza con fuerza.  Hazme el amor, o como se llame a eso de la atracción sorprendente, te lo digo por si te ofende llamarle a tener relaciones espontáneas hacer el amor, sé que no es eso, pero es lo que se dice para manifestar un deseo urgente de alguien.  No he podido negarme, entre otras cosas porque la disposición física de este instante, ante esta petición se ha manifestado en toda su extensión, la llevo a horcajadas sobre mi cintura, salimos del agua y nos besamos con intensidad, queremos  conocernos antes de introducirnos de forma más plena al sabor de nuestros adentros.

La unión de nuestros cuerpos no ha sido improvisada, queremos querer más y eso hacemos al cabo de unos pequeños instantes de pausa, mirándonos el uno al otro, examinando el resultado de ese acontecimiento, es por eso que al poco volvemos con las mismas ganas, o quizás más, es difícil definirlo cuando los nervios están tan tensados, que no te dejan ponderar la situación de forma objetiva. Terminado el segundo asalto cada cual espera que el otro hable, es posible que sea mejor no hacerlo, al fin de cuentas ¿Qué decirse en esos momentos… que lo has pasado muy bien, que es o eres un buen amante…? Mery Ann se levanta de golpe de la arena, estaba apoyada de espaldas a la duna más pequeña, da tres pasos dentro de la orilla y cómo antes, desaparece entre la media luz de la noche. Esta vez tarda poco en salir del agua, busca entre la arena las bragas que llevaba puestas, en un momento casi mágico las veo, me levanto y se las acerco, ella me mira sonriente y me da las gracias, las enjuaga en el agua y se las pone, luego sin más se pone el vestido blanco encima. Debería hacer lo mismo que ella, debería porque no me atrevo, pero no voy a volver en pelotas al hotel, de forma que decido hacer lo mismo que ella y me visto, me alarga la mano y tomamos de nuevo el sendero que lleva al hotel.

No debe preocuparte que nos vean la ropa interior mojada cuando subamos a nuestras habitaciones, están acostumbrados a que los clientes improvisen conductas, más raro sería que nos vieran volver separados y con la ropa seca. Me río de la observación que acaba de hacer, es lógica pura, Mery Ann debe de tener un buen coeficiente mental, sabiduría práctica.
Llegamos al hotel y con toda normalidad saludamos a una señora que parece haber sustituido al dueño del hotel a determinada hora.   Buenas noches señores, que pasen buena noche. No lo dice con intención alguna salvo la de cumplir con su habitual cortesía para con los clientes. Nosotros por nuestra parte nos despedimos en el pasillo superior, nos damos las buenas noches, nos damos un leve beso en los labios y entramos cada cual en su habitación, las duchas se ponen en marcha casi al unísono, la sal cuando se pega al cuerpo se convierte en arena a la hora de dormir, un enjuague rápido, esponja con un poco de gel y a secarse a medias hace calor y la humedad del cuerpo, por lo menos el mío, parece querer respirar de forma más copiosa por los poros.

Buenos días, ¿ha visto usted a Mery Ann esta mañana?   Sí señor, ha pedido una de las bicicletas que tenemos fuera para los clientes, y se ha marchado a eso de las ocho de la mañana en dirección al puerto, hoy hay mercado, ¿quiere usted una también? No gracias déjelo, voy a dar un paseo a pie por los alrededores.   Muy bien hecho, si quiere usted visitar un lugar bonito, le recomiendo al salir de la huerta a la derecha, coger el camino que lleva a la ermita dedicada a San Nicosio, le gustará fijo, tiene una vistas espectaculares, si quiere le doy un plano que tenemos a disposición de los clientes. ¿Me podrían servir un café bien cargado y largo y un par de pastas?   Ahora mismo tome asiento en el comedor, no tardo nada. Saca de la pequeña mochila una Tablet y entra en Google Maps, recorre un poco la región, busca el hotel y lo toma como referencia para saber exactamente donde estuvieron anoche, lo descubre y baja el muñequito de Maps para ponerse a nivel del suelo, camina virtualmente por la pequeña playa, se da cuenta que ni de día va la gente allí a bañarse, parece una playa desierta, hecha adrede para ella, y para él, dicho sea de paso. Llega el café y las pastas, le han servido varias diferentes.   Elija las que quiera, como hacemos rosquillas caseras, croasans y otras delicias todas ellas hechas en casa no crea, me ha parecido oportuno que coma usted las que quiera.

¿Me podrían preparar un bocadillo de tortilla menorquina, ya sabe con sobrasada?   ¡Claro sin ningún problema!, pero no se nos pierda, que a pesar de ser pequeña, la isla es grande para una persona sola que nunca ha estado aquí.   No tema, no le daré ese placer, le contesto sonriendo.  Si puede esperar cinco minutos se la preparo yo mismo, es una de mis especialidades.   Entonces no se dé prisa, así podrá presumir conmigo.  Señor es usted una persona a la que vale la pena servir en todo aquello que precise.
He comenzado a subir por el camino que me ha recomendado, lo cierto es que a medio camino saco de la mochila los prismáticos y es asombroso el paisaje, no entiendo como no viene más turismo a este lugar, es ciertamente hermoso. Me cruzo con un pastor y sus ovejas, nos saludamos y cada cual sigue su camino, solo el perro peludo con cara de ser un perro listo, se ha parado a mirarme después de haber pasado el rebaño, un silbido agudo del pastor lo saca de su entretenimiento y comienza a correr en dirección al rebaño. Sigo mi camino, tengo que echar mano de la botella de agua, el sol calienta de lo lindo, espero que termine pronto esta subida que no es difícil pero que se hace pesada por el calor, mi reloj de pulsera marca treinta grados y medio, no sé si fiarme de esas máquinas, pero es lo que hay, en el trabajo dependo de ellas, los ordenadores me dicen lo que debo o no hacer, y me llaman la atención cuando hago algo indebido. Ahora sí, en este último esfuerzo veo la recompensa en forma de un pequeño campanario que se dibuja en lo alto de una loma.

Joder, casi me vence la caminata… menos mal que ya tenía en cuenta la forma de medir las distancias las gentes de aquí… la llegada a la ermita le permite el reposo necesario, detrás de la ermita en un pequeño cementerio de no se sabe cuánto tiempo atrás se usaba, hay unos grandes cipreses, siempre agradecidos aún a falta aguas regulares, estos deben crecer solo con el frescor que les llega de las brumas de la costa. Se sienta en un banco de piedra sin respaldo, cambia la postura, se sienta en el suelo a fin de que el propio banco le sirva de apoyo a su espalda un poco machacada.
Come una barrita de cereales con vitaminas y se duerme apoyado contra el improvisado respaldo, Mery Ann le hace sombra de pronto, levanta la vista y con la mano delante de los ojos la mira con alegría, le pregunta que es lo que hace allí.   Vengo a hacerte compañía, parece que estás solo, lo comprobé anoche en la playa, tu forma de cogerme y de atarme a tu cuerpo demostraba que estás un poco perdido.   ¿Y tú como sabes eso…? no sabes nada de mi vida, de mis inquietudes, mis objetivos… ¿cómo te atreves a juzgar así a las personas?   Eso no importa, lo importante es que lo sé, no deberías ofenderte porque alguien que casi no te conozca sepa cosas sobre ti que posiblemente ni tú siquiera sabes.   Bobadas, no se puede tomar el pulso a alguien en un solo encuentro, fugaz y puramente carnal.   Como quieras, yo solo pretendía ayudarte nada más.

Se le han quitado las ganas de seguir allí escuchando estas memeces, por eso ahora despierta, no hay nadie a su lado, Mery Ann no está allí con él, es imposible que le haya hablado, a menos que se haya desvanecido como el aire. Apoyando los brazos sobre el banco se levanta, mira a su alrededor, no se ve a nadie. Seguro que lo has soñado imbécil, en cambio parecía tan real… para expresarlo bien se diría que ha sido como una revelación, una visión que entremezcla cosas de ayer con las de hoy, maldita sea, hubiera dado cualquier cosa porque estuviera a mi lado en estos momentos.
Pero los sueños y las visiones aparecen y desaparecen como las luces de los faros, que te dirigen a buen puerto cuando hay mar muy gruesa, pareces verlos claramente, y de pronto desaparecen a causa de las olas y la espuma que causan cuando rompen.

Huye de la ermita, corre como si estuviera poseído, toma el camino hacia abajo, corriendo, como si fuera un ladrón perseguido por el dueño de alguna propiedad, a quién le han robado algo muy valioso. Tanto que le costó subir a la ermita y ahora en poco más de diez minutos cronometrados, ha llegado a la puerta del hotel. En ese preciso instante llega María, pedalea lentamente, no tiene aspecto de tener prisa, para a su lado después de colocar la bicicleta en el soporte de la entrada del hotel.   ¿Qué tal ha ido la visita a la ermita…?   ¿Cómo, quién…? déjalo correr anda, solo me faltaba eso.   ¿He dicho algo malo?   No, solo que me pregunto cómo coño sabías que estaba en la ermita.   Va… ¿es eso?, pues porque aquí Ramón, el dueño del hotel, recomienda a los recién llegados esa pequeña excursión. ¡Chico como sudas…!   Sí bueno sudar es sano ¿no?
Visto el estado de irritabilidad que tiene Chus, decide salirse de aquel escenario de irritación, camina de forma tranquila hacia el hotel, a medio camino las zapatillas deportivas que lleva le dan un toque absolutamente perfecto, su figura de atleta sin ser exageradamente alta y el moreno de su piel inspiran tranquilidad, se vuelve hacia Chus que la mira de reojo serio, sin saber por qué, ella no le ha hecho nada que merezca este trato.

Mery Ann le sonríe, pero casi no se para, con esa expresión le está dando a conocer su opinión acerca de lo que es y qué piensa de él.  Como no cambies, si no te transformas y adquieres la forma de un pez, o de un ave que jamás se cansa de volar por el cielo, vas por mal camino, no te ancles en este presente que te machaca y destruye. Él acepta con cierto placer esa mirada protectora, de aviso, pero el caso es que no la sabe interpretar, hay que tener puestos los cinco sentidos para captar esa onda.
¿Por qué en solo dos días de vacaciones ha llegado María a complicarle la vida de ese modo? No la puede ver como una enemiga, en cambio, la experiencia de la playa queda lejos de su recuerdo, una aventura, un eco más de las muchas experiencias fugaces que ha tenido en la ciudad, con compañeras de oficina, amigas que a copia de tiempo, ha ido acumulando. Mañana hablará con ella, le dirá que es lo que piensa,  sus inquietudes, sus deseos. De hecho quiere confesarle que siente algo por ella, que es extraño, que le hace sentir que está en otro planeta, quiere que le enseñe a vivir como ella lo hace.

Sabe que lo tiene jodido, es más que posible que le dé evasivas, evitarlo porque dude que vaya a responder a las soluciones o sugerencias que salgan de su boca.
Ya por la mañana, no la ve en la cafetería, ni en el comedor, pregunta don Ramón si sabe de ella, el hombre sin levantar la cabeza de un emparedado que está terminando en la plancha para otros clientes que están charlando en la terraza, le contesta.   A las siete ha salido camino del puerto, le toca salir a mar abierto, ha venido a recogerla su marido, algunas veces tarda más en marchar, esta vez, no sé bien porqué, ha marchado antes. Le advierto una cosa, le puntualiza señalándolo con la espátula del emparedado, se ha marchado a causa de usted, que lo sepa.
¿Se puede saber que le he hecho yo…? vamos hombre…    No sé lo que ha podido pasar, pero he sido yo quién le ha aconsejado que se fuera hoy.   ¿Y eso por qué?   Es muy sencillo Chus, conozco a mi hija, sé cómo piensa y cómo actúa, de manera que ha seguido mi recomendación.

¡Es su hija…! Joder, ahora entiendo, además está casada, entonces ¿a qué ha venido esta actuación conmigo?, se pregunta Chus. En su pensamiento, se ha quedado prendido de esta mujer absolutamente excepcional, y cree que jamás volverá a verla.
No se resigna a ello, quiere luchar pero no sabe cómo, ni cuáles serán las consecuencias, tiene que trazar un plan.

Ha pedido una excepción en la empresa, le han concedido dos años, es una pieza necesaria en la oficina, además puede trabajar en buena medida on line. Se instala en el hotel mientras espera, Ramón le da el trato que merece como cliente, uno de los muchos que vienen en cualquier temporada del año, su comportamiento es ejemplar, y se limita unas cuantas horas del día, a cumplir un horario de trabajo, es metódico y visita a menudo la pequeña playa en la que se conocieron.
Una tarde de otoño, sentado en la misma duna que ha dejado la huella de su espalda cada vez que baja a la playa, aparece una figura que levanta la arena con los pies desnudos. Es María, así la va a llamar en el futuro, al fin y al cabo es su nombre real.   Ya me ha dicho mi padre que estabas aquí, estoy encantada de verte de nuevo, ¿Cómo estás Chus?   Bien, a decir mucho mejor ahora que te vuelvo a ver de nuevo, he estado esperando para que dirijas mis pasos hacia esa libertad de la que me hablaste la última vez que me miraste, antes de irte.

El mismo marco, la misma escena, los mismos movimientos, el chapuzón en las aguas perfectamente limpias, todo el entorno huele a ellos dos. Ya no hay matrimonio de por medio que pueda estorbar su relación, dependen el uno del otro, su ex marido es ahora un compañero de investigación, solo eso. Ellos son dos almas extraviadas, que deben pasar tardes tranquilas, para conocerse más allá de lo que pretenden saber el uno del otro.



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