viernes, 5 de diciembre de 2014

MEMORIAS DE LA VIDA


                                           MEMORIAS DE LA VIDA



Se me hace difícil escoger, catalogar que momentos de la vida han sido los más preciosos de mi vida, de la vida en sí. Hay tantos y tan variados…, no es posible poner en un orden cronológico cuales han sido los más importantes, los más felices, los perfectos.
Creo que a todos nos pasa cuando hemos llevado una vida digamos que azarosa, diversa, por eso mismo confusa. No quiero decir que esté aposentado, uno no sabe jamás hasta qué punto pueden variar las circunstancias de sus vivencias, depende de la persona en sí, me parece a mí.

El saber cuándo comienza a vivir una persona, es lo más difícil de averiguar, ¿Cuándo descubriste que podías llegar a enamorarte? ¿Cuándo practicaste el sexo la primera vez, con quién fue, que sentiste? No, no debe ser eso… o sí quien lo sabe. Bueno te relacionas con determinadas personas que te enseñan cómo andar por la vida, en mi caso fueron mis padres, perfecto, me dieron pautas a seguir que todavía hoy no he olvidado. Los amigos en cierto modo fueron de ayuda, guardas buenos recuerdos de ellos, algunos de esos recuerdos, agridulces, te metes en peleas por ellos, ellos por ti, en fin, cosas que a menudo pasan desapercibidas, dentro de esa gran caja que es la memoria, esta es frágil en ocasiones, débil, trasnochada y hasta aburrida.

No es posible escoger entre determinadas flores de la andadura por la vida, hay muchos acontecimientos selectos, inolvidables, singulares que sin lugar a dudas, hacen que nuestros recuerdos queden marcados como si fuera un estigma que no se puede borrar, una marca de fuego. Si es el caso que te has casado y luego a través de los años, has llegado a desvincularte de aquella persona, seguro que guardas en la mente, momentos preciosos, mágicos. A mi modesto entender, para no hacerte una persona amargada y hasta enferma del corazón, hay que recordar estos retazos, no olvidarlos nunca, te hacen saber la verdad de lo que viviste, no de lo que tú imaginas que fue.
Tengo un par de álbumes de fotos de la vida que llevé un día, hace mucho de esto, amigos parientes, viajes, besos y abrazos. Fotos sueltas que van más allá de lo que soy capaz de recordar, CD de los acontecimientos de mi segunda boda, ésta la tengo fresca en la memoria, todo fue hermoso ese día, familia y amigos brindamos juntos con el motivo de que aquel momento perdurara, luego pasado el tiempo no fue así, ¡qué le vamos a hacer… cosas de la vida!, cosas que se quedan ancladas primero, en el tiempo, luego en la memoria.

Esta parte del cerebro, que controla o descontrola los sentimientos y emociones, dicho sea de paso, acelera y atrasa los compases de nuestro paso por la vida, jamás hay que subestimarlo, no es un reloj mecánico que siempre marca los segundos, marcha de acuerdo con los acontecimientos que son importantes, otras veces aún sin querer recordar, nos asalta y nos transporta a momentos que desearíamos olvidar. La memoria pues, a veces es cruel, en consecuencia también lo somos nosotros, marca pautas de la forma que ella quiere.

Recuerdo el sonido de la risa de mi ex esposa y me deleito con ella, sin embargo odio lo que hizo conmigo en determinados momentos de la vida, así es la memoria, caprichosa, inconsciente y hasta gandula en ocasiones, en otros momentos, los que ves negativo lo transformas en positivo, has aprendido a hacer cosas que no volverías a repetir por nada del mundo. O bien al contrario, caes de nuevo, tropezando con la misma piedra, ¡si pudiéramos dejar de lado la memoria en ocasiones…! pero no, va con nosotros, forma parte de nuestro intrincado sistema de ver las cosas. Si nos faltara ella, perderíamos el sentido de la orientación, decidiríamos mal las cosas que hacemos, o las que no debemos hacer. Forma parte de un paquete completo, que nos capacita para no ir a parar al estado de locura.

Ahora bien, cuando te haces viejo, cuando el cuerpo debe dedicar esfuerzos intensos a mantenerse en pie, la memoria como todos los demás órganos del cuerpo, comienza a fallar, nos remitimos sin remedio a lo que recordamos sin demasiado esfuerzo. Es triste llegar a este estado, pero es inevitable, sinceramente, si lo piensas bien, es lógico que vayamos quedándonos sin los medios necesarios para recapitular, para sacar conclusiones, para deducir, para calcular, para ponderar los asuntos que son más importantes.
Lo cierto es, que otros lo hacen por nosotros, están igual de incapacitados que nosotros, pero a falta de poder resolver sus propios problemas e inquietudes, nos dan consejos a nosotros.

No, eso no debería ser así, cierto que necesitamos guías que señalen nuestra vida, ¿Y quién no?, todos sin excepción, sería mucho más práctico que acogiéramos a aquellos que estamos en el camino de la ausencia de las cosas pasadas, que los acompañáramos para que sin emitir juicios, caminaran a nuestro lado.
Al lado de alguien confiable, uno puede llegar hasta el cielo de la memoria.



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