viernes, 29 de abril de 2016

CALEIDOSCOPIO

                                                                   CALEIDOSCOPIO

De cartón fue el primer caleidoscopio que me regalaron para reyes, mi padre me enseñó a usarlo,  pronto di con el truquillo, lógico comencé a darle vueltas sin parar, la ilusión del momento. Algo tan sencillo como un tuvito de cartón con cristalitos dentro, daban un efecto realmente alucinante. Mi padre  me dijo que tenía que ir dándole vueltas poco a poco solo entonces los colores se realzaban más, que vería cosas inimaginables y que esto haría que la imaginación se me despertaría poco a poco.
 Mi hermano, no sé bien porque razón, pisó el caleidoscopio mientras quedó un momento en el suelo en un rincón de la salita, yo lo había dejado junto a mis juguetes pero él fue solo a romper mi tuvito de cartón con el que me pasaba horas y horas jugando. Mi madre, siempre muy ocupada con su trabajo en casa encima me dio la bronca, me desalenté tanto, que mi propósito desde entonces fue ir a la tienda a preguntar cuanto costaba otro caleidoscopio que tenían de otro tamaño superior. Después de haber ahorrado lo suficiente para comprar el juguete nuevo, esperé a llegar a casa para desenvolverlo con mucho cuidado y buscar un lugar donde pudiera disfrutar de nuevo de aquella maravilla.
Mi hermano perdió el interés en saber acerca del nuevo caleidoscopio, pero en mi mente quedaron grabadas las imágenes que cada vez de nuevo aparecían en los cristalitos coloreados. Es fácil saber que las cosas no duran eternamente, eso fue lo que le sucedió a mi preciado juguete, pero con todo y con eso, logré  parcheanlo a base de celo y paciencia.
Un día de vacaciones mi  hermano apareció en casa con un amigo común del colegio, Didac era su nombre, el muchacho era muy buen chico, simpático y considerado. Pues mi hermano le regaló sin más mi caleidoscopio, me quedé asombrado pero no quería contradecir a mi hermano, por temor a represalias, mi hermano siempre se ha caracterizado por tener un carácter fuerte, poca gente se atrevía a meterse con él, cuanto menos yo quién estaba desautorizado por naturaleza, por mi carácter y por la diferencia de edad. Empecinado en volver a tener otro caleidoscopio, volví de nuevo a la tienda, El tío Manolo se extrañó de nuevo y sin decir nada más me preguntó… ¿no volverás a por otro caleidoscopio…? Bueno, vengo a preguntar si todavía le queda alguno como el que me llevé la última vez. Pues mira, ya no me quedan de esos, ahora ya los hacen de plástico, los de cartón no resistían casi nada y no teníamos más que reclamaciones, eso sí, estos son preciosos pero un poco más caros.
Después de saber el precio que para mí economía resultaba un pico, pensé en cómo conseguir el dinero, con mis padres no podía contar, bastante hacían con trabajar de sol a sol ganando una miseria. Me busqué un trabajo en el entresuelo de mi casa, desplumando pollos para llevarlos a vender al mercado, mientras hacía ese desagradable trabajo, me iba endureciendo por dentro. Nadie tiene el derecho de quitarme aquello que es mío, por mi sombra que este caleidoscopio va a ser el definitivo, nadie va a mirar por él más que yo.
Fui a comprarlo, el Tío Manolo se alegró al verme, sabía que iba a buscar otro caleidoscopio. Te veo con aspecto resolutivo Blas. Y que lo diga Manolo, esta vez nadie va a hacer uso de ese juguete que tantos sudores me ha costado ganar.
Llegué a casa y cuando todos estábamos sentados a la mesa, abrí de nuevo el paquete, el definitivo, de plástico decorado con estrellas que lo decoraban. Dije a todo el mundo… este es el último caleidoscopio que me he comprado, que no se le ocurra a nadie usarlo sin mi permiso, es mío, se lo prestaré a quién quiera usarlo pero no para que se regale a nadie ni para que se rompa porque si, como si fuera un mero accidente. Papá me compró el primero, desde entonces han pasado cosas extrañas, no culpo a nadie, pero de ahora en adelante que sepáis que es de mi propiedad.
Han pasado muchos años desde entonces, el caleidoscopio sigue en su lugar, limpio y pulido como el primer día que lo compré, junto a unos libros de cálculo que tengo en una estantería de mi habitación. Creo yo que ya era hora que alguna vez me pusiera amarillo en lugar de estar siempre rojo por el bochorno que sentí años atrás, hay algo que quiero que sepáis… casi cada día me pongo un rato al lado de la galería, para disfrutar de mi caleidoscopio.


                                                             -------------------------- 

No hay comentarios:

Publicar un comentario