CALEIDOSCOPIO
De
cartón fue el primer caleidoscopio que me regalaron para reyes, mi padre me
enseñó a usarlo, pronto di con el truquillo,
lógico comencé a darle vueltas sin parar, la ilusión del momento. Algo tan
sencillo como un tuvito de cartón con cristalitos dentro, daban un efecto
realmente alucinante. Mi padre me dijo
que tenía que ir dándole vueltas poco a poco solo entonces los colores se
realzaban más, que vería cosas inimaginables y que esto haría que la
imaginación se me despertaría poco a poco.
Mi hermano, no sé bien porque razón, pisó el
caleidoscopio mientras quedó un momento en el suelo en un rincón de la salita,
yo lo había dejado junto a mis juguetes pero él fue solo a romper mi tuvito de
cartón con el que me pasaba horas y horas jugando. Mi madre, siempre muy
ocupada con su trabajo en casa encima me dio la bronca, me desalenté tanto, que
mi propósito desde entonces fue ir a la tienda a preguntar cuanto costaba otro
caleidoscopio que tenían de otro tamaño superior. Después de haber ahorrado lo
suficiente para comprar el juguete nuevo, esperé a llegar a casa para
desenvolverlo con mucho cuidado y buscar un lugar donde pudiera disfrutar de
nuevo de aquella maravilla.
Mi
hermano perdió el interés en saber acerca del nuevo caleidoscopio, pero en mi
mente quedaron grabadas las imágenes que cada vez de nuevo aparecían en los
cristalitos coloreados. Es fácil saber que las cosas no duran eternamente, eso
fue lo que le sucedió a mi preciado juguete, pero con todo y con eso, logré parcheanlo a base de celo y paciencia.
Un
día de vacaciones mi hermano apareció en
casa con un amigo común del colegio, Didac era su nombre, el muchacho era muy
buen chico, simpático y considerado. Pues mi hermano le regaló sin más mi
caleidoscopio, me quedé asombrado pero no quería contradecir a mi hermano, por
temor a represalias, mi hermano siempre se ha caracterizado por tener un carácter
fuerte, poca gente se atrevía a meterse con él, cuanto menos yo quién estaba
desautorizado por naturaleza, por mi carácter y por la diferencia de edad.
Empecinado en volver a tener otro caleidoscopio, volví de nuevo a la tienda, El
tío Manolo se extrañó de nuevo y sin decir nada más me preguntó… ¿no volverás a
por otro caleidoscopio…? Bueno, vengo a preguntar si todavía le queda alguno
como el que me llevé la última vez. Pues mira, ya no me quedan de esos, ahora
ya los hacen de plástico, los de cartón no resistían casi nada y no teníamos
más que reclamaciones, eso sí, estos son preciosos pero un poco más caros.
Después
de saber el precio que para mí economía resultaba un pico, pensé en cómo
conseguir el dinero, con mis padres no podía contar, bastante hacían con
trabajar de sol a sol ganando una miseria. Me busqué un trabajo en el
entresuelo de mi casa, desplumando pollos para llevarlos a vender al mercado,
mientras hacía ese desagradable trabajo, me iba endureciendo por dentro. Nadie
tiene el derecho de quitarme aquello que es mío, por mi sombra que este
caleidoscopio va a ser el definitivo, nadie va a mirar por él más que yo.
Fui
a comprarlo, el Tío Manolo se alegró al verme, sabía que iba a buscar otro
caleidoscopio. Te veo con aspecto resolutivo Blas. Y que lo diga Manolo, esta
vez nadie va a hacer uso de ese juguete que tantos sudores me ha costado ganar.
Llegué
a casa y cuando todos estábamos sentados a la mesa, abrí de nuevo el paquete,
el definitivo, de plástico decorado con estrellas que lo decoraban. Dije a todo
el mundo… este es el último caleidoscopio que me he comprado, que no se le
ocurra a nadie usarlo sin mi permiso, es mío, se lo prestaré a quién quiera
usarlo pero no para que se regale a nadie ni para que se rompa porque si, como
si fuera un mero accidente. Papá me compró el primero, desde entonces han
pasado cosas extrañas, no culpo a nadie, pero de ahora en adelante que sepáis
que es de mi propiedad.
Han
pasado muchos años desde entonces, el caleidoscopio sigue en su lugar, limpio y
pulido como el primer día que lo compré, junto a unos libros de cálculo que
tengo en una estantería de mi habitación. Creo yo que ya era hora que alguna
vez me pusiera amarillo en lugar de estar siempre rojo por el bochorno que
sentí años atrás, hay algo que quiero que sepáis… casi cada día me pongo un rato
al lado de la galería, para disfrutar de mi caleidoscopio.
--------------------------
No hay comentarios:
Publicar un comentario