sábado, 23 de abril de 2016

DONDE HAY PAZ SIN GLORIA

                              DONDE HAY PAZ SIN GLORIA

Siempre ensalzado por todo el mundo, siempre nombrado por todo el mundo por las muchas y grandes cosas que hizo antes de morir. Ahora, bajo  tierra, cubierto por tres metros de terreno recién cavado, asomando miles de raíces de los alrededores del gran rectángulo, estaban a punto de colocar un lujoso féretro de roble con adornos de metal, que sirvieron para que los más allegados, transportaran el pesado contenido del cuerpo de Franky hasta su última morada. El lugar carecía de aspectos hermosos, no era un cementerio, solo una parcela que desde tiempos inmemoriales, el ayuntamiento por ser los primeros pobladores de estas colinas les habían hecho concesión para que pudieran enterrar a los muertos de su familia dentro de aquella verja bien delimitada con una cancela que accedía al interior.
Cuando todo parecía estar a punto para que la ceremonia comenzara, un jinete apareció en lo alto de la loma, montaba un caballo color bayo, desde el lugar del entierro no se distinguía si era hombre o mujer, calzaba pantalón de montar y botas altas, nadie se hubiera molestado en hacer una sencilla cabalgada desde determinado punto cercano para acudir a un sepelio, las distancias eran largas y  los transportes, a pie, caballo o carruaje de transportes, salvo que la casualidad lo hubiera traído allí, o quizás en última instancia, se le hubieran roto los planes para hacerlo de otro modo posible.
El caso es que allí estaba, impertérrito, en mitad de aquel paisaje casi lunar, apocalíptico, desierto,  inhóspito cual si fuere una estatua ecuestre que no tenía propósito alguno más que el de estar allí fuera de lugar no tenía donde estar, por eso estaba parado, sin saber que hacer o quién dirigirse. Finalmente como si obedeciera a alguna voz silenciosa, el caballo y su jinete fueron poco a poco descendiendo por la ladera de la montaña, hasta llegar a llamar la atención de los presentes al sepelio. Descabalgó al llegar junto a un ciprés, los árboles que más abundan en estos lugares, unos cuantos observaron que no se trataba de un hombre, su americana de seda y el pañuelo  que cubría la blusa hasta salir en parte de su pecho, denunciaban que era una mujer hermosa y joven con el cabello recogido en un perfecto moño trenzado.
Se abrió paso sin decir palabra entre la gente, para algunos era bien conocida, sin embargo para otros era como un espejismo surgido del mismo desierto. Nadie la saludó pero le abrieron paso hasta llegar al lugar donde descansaban los restos de Franky, a algunos no les hizo ninguna gracia la aparición de Susana, la hacían en Francia, enseñando en la Sorbona de París arte contemporáneo, eso es lo que algunos de ellos sabían de ella, el resto de los familiares y acompañantes desconocían quién era aquella mujer singular. Los niños se desentendieron pronto del sepelio, se pusieron a jugar con el caballo siempre bajo la atenta mirada de Susana.
¿Qué es de tu vida Susana…? preguntó su tío Tomás, ella lo miró con indiferencia y ni siquiera correspondió a la pregunta con un beso o alguna otra expresión que denotase interés. Tomás movió su bastón y se acercó de nuevo al lado de su esposa, una mujer muy mayor que había padecido en su día un ataque de apoplejía y que le dejó marcada la cara y parte del cuerpo, deformándolo y haciendo que fuera dependiente de otros. Su hermano José Luís se acercó a ella y sin pudor alguno la cogió de un brazo…  ¿Cómo te atreves a presentarte aquí en estas circunstancias…?  Suéltame el brazo y aléjate de mí Judas. José Luís se quedó pasmado al escuchar esas palabras de desprecio parte de su hermana, le soltó estas palabras en voz alta, delante de todo el mundo, gritando.
Se conoce que solo se acercó a hacer solamente lo que quería hacer, presentar sus respetos al finado y marchar de nuevo a sus quehaceres, nadie sabía que era lo que tenía proyectado Susana, depositó dentro de la fosa un pequeño ramito de azahar y subió de nuevo a su caballo, espoleó a su cabalgadura y salió de allí como si huyera del diablo. La yegua levantó una buena polvadera al verse obligada por el dolor que le causó el golpe de espuelas en la barriga del animal, que se vio obligado a abrir las narices y relinchar por causa del dolor momentáneo que sufrió. Todos los presentes se quedaron impresionados por este breve acontecimiento, pero intenso.
Nadie supo jamás cual había sido el objetivo de aquella visita inesperada, nadie preguntó, en consecuencia nadie sacó conclusiones de lo sucedido. Susana desapareció del mismo modo que apareció, solo supo de ella su tío Tomás quién al mes recibió una carta con membrete de París que decía escuetamente… “Querido tío Tomás: la presente es solo para comunicarte que he decidido desvincularme de la familia, al fin y al cabo, todos los que estuvisteis en el entierro son a excepción de ti, gente a la que desconozco, con la que no tengo el menor trato y que al parecer, ellos no desean ningún trato conmigo. Como tú bien sabes tengo mi vida fomentada, con planes, con aspectos de futuro, y lo más importante, estoy embarazada de cinco meses. Solo tú vas a saber noticias mías, te agradecería que este comentario quedara entre tú y yo, confío en tu discreción y en el cariño que nos profesamos”  


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