sábado, 23 de abril de 2016

CUENTOS CHINOS

                                                                CUENTOS CHINOS

Veréis, la cosa comenzó siendo ambos muy jóvenes, a él todavía no le había aparecido ni un solo pelo de la cara, a ella ni siquiera se le veía el pecho, ni que fuera un pecho incipiente que apuntara formas de mujer. Ambos menudos, como dos pequeños insectos de los que uno pasa por alto cuando pasea por el campo y ni se da cuenta de su presencia. Las dos familias vivían en lados opuestos de la ciudad, y aunque tanto los padres de uno como de los otros tenían negocios, nada hacía presagiar que tenían negocios que ayudaban a defender a sus familias de forma generosa.
Shu Chi Lao era pescador y desde la salida del sol desamarraba su barca, salía del enredo de canales que rodeaban la ciudad y se adentraba mar adentro con cuatro cormoranes, que le facilitaban la pesca y le servían de red para pescar, naturalmente los peces no podían pasar de sus gaznates hacia el buche, cosa que habrían deseado de mil amores. Siempre lo mismo, cuando creían tener éxito en su pesca, debían de dar al pescador su parte, era su sino.
Feng, amigo del primero y con un negocio que era la envidia de muchos de sus vecinos, compraba a diario la pesca de Shu Chi, el pescado que le servía era fresco, de primera calidad y variado, eso le dejaba márgenes importantes para negociar con los clientes habituales. Hay que señalar que en la tienda de Feng uno podía encontrar cualquier cosa que se le ocurriera, desde zapatos hasta productos elaborados con bambú de todo tipo, algo habitual en cualquier hogar que se prestara a conservar las tradiciones milenarias de esa vasta cultura.
Sin embargo, los dos jóvenes que comenzaron teniendo una simple amistad por las razones antes apuntadas, tenían a su favor, que además de sus cuerpos, sus ojos crecían y estos los llevaban sin quererlo a fijarse día a día al uno sobre el otro. Entrar en discusiones sobre que influencias tenían las familias en estas fijaciones es complicado, en muchísimos países orientales, es bien sabido que de forma más que anticipada, los padres preparan los aparejamientos con sus futuros cónyuges cuando apenas son unos niños, son meras transacciones comerciales que poco o nada tienen que ver con el amor, el cariño o el afecto que puedan sentir dos personas.
En este caso concreto, el de Hao y Xiaomei la atracción era mutua, y bien que se preocupaban de manifestarlo, cualquier pretexto era válido para encontrase por casualidad en un parque, un malecón o en la puerta de alguna tienda, donde coincidían porque se les encargaba ir a buscar determinado producto, frecuentemente en nombre de otros clientes. Pudiera decirse sin temor a equivocarse que Feng era el conseguidor de todo aquello que a alguien se le pudiera ocurrir tener.
En cambio Shu Chi solo podía conseguir pescado, el que de forma improvisada caía en  el cuello de alguno de sus cormoranes. Para entonces, el tendero podía en la trastienda eso sí, suministrarte hasta Coca Colas , bebida prohibida por aquel entonces en la China comunista. Ese era uno de los motivos por los cuales Feng miraba a los demás con cierto aire de superioridad, el resto de bebidas nacionales eran poco menos que vomitivas hasta que te acostumbrabas a ellas, por ejemplo la cerveza, no así alguna bebida espirituosa de cierto grado con animales dentro, o la soja, bebida nacional por excelencia.
Hao en su momento le hizo comentarios respecto a Xiaomei, la hija de Feng, este se echó las manos a la cabeza bastante calva y con el pelo gris y no pudo menos que escandalizarse. “¿cómo se te ha ocurrido algo así hijo mío, eres consciente de lo complejo que es este tema?”  Sí, contestó imperturbable Hao, aunque no considero que sea imposible.  Es cierto, pero este asunto puede llevarnos a un problema al que jamás nos hemos enfrentado. No veo la razón padre, me consta que ella me quiere a mí del mismo modo que yo a ella. ¡El amor, el amor…! nadie se casa por amor hoy día, lo que prima son los beneficios que se derivan de una unión familiar. Observa bien a tú madre,  y a mí mismo, solo te hemos podido tener a ti, mira bien a tu madre… tiene solo treinta y seis años y el gobierno nos tiene prohibido tener más hijos, está marchita como una flor de loto con las puntas de la flor marchitas, y va a diario a rezar a Buda y a hacerle ofrendas, para no quedar en estado de nuevo, eso significaría perder todo cuanto poseemos, ¿es eso lo que quieres para la familia…?
Ni que decir tiene que esto fue motivo de discusión día sí y otro también durante algún tiempo. La desaparición de Xiaomei cogió por sorpresa a todo el mundo, unos decían que se fue a vivir a Mongolia, otros, que se había suicidado, para los más malpensados, que se fugó a Corea del Sur a servir a casa de una familia rica. Fuere lo que fuere que sucedió, Hao desapareció en mitad de su pueblo, aprendió a pescar como ya o hacían sus ancestros y por lo que se sabe, terminó sus días viviendo dentro de una barca medio transformada en piscifactoría, cosechando peces del río Amarillo.


                                                               --------------------------CUENTOS CHINOS

No hay comentarios:

Publicar un comentario