LA RAZÓN NO TIENE ALMA
Todos
y cada uno de nosotros tenemos derecho a argumentar cómo y de que manera nos
afecta la vida que llevamos, y muchas de las veces concluimos que no nos
merecemos lo que nos pasa, cosas nuestras, espejos reflectores que unas veces
nos hacen gordos cuando nos miramos en ellos y en otras, personas débiles y
desfallecidas, deformadas, que de veras no somos así como nos vemos retratados.
Nos
debilitamos cuando nos recreamos en las cosas malas que nos suceden, nos
lamentamos, y hacemos de esa clase de vida, de esta forma de ver las cosas,
nuestro baluarte. “Es que lo que me ha pasado a mí no le ha pasado a nadie,
nadie me hace caso, todo el mundo me tiene como un mueble viejo a pesar de lo
que yo he hecho por los demás” Fantástico, es lo que en el fondo desean para
limpiar una imagen que ya de por sí está limpia, solo que ha cometido
determinados errores como todo ser humano. Somos animales de costumbres como
muchos otros animales que carecen de raciocinio, pero el caso es que nosotros
sí tenemos razón, y motivos para hacer las cosas.
Normalmente
eso sucede cuando nos encontramos solos, cuando cada cual dentro del vínculo
familiar amplía sus horizontes y decide emanciparse. La vida es continuista, es
ir hacia adelante, jamás hacia atrás, hacer eso, es destruirse poco a poco. Puede
que tengamos muchas y variadas razones para mirar continuamente por el
retrovisor, pero lo cierto es que perderemos el norte, el lugar adonde vamos,
donde está nuestro destino. Si nos rendimos a mitad de camino se mueren las
esperanzas de amar, el deseo de hacer cosas, los estímulos para levantarnos y
acostarnos cada noche.
Pasamos
mil y una tribulaciones cuando vivimos, en cada recodo del camino de nuestra
vida encontramos tropiezos más o menos importantes, pero mira por donde, los
más fáciles de superar son los que nos carcomen la cabeza, los que emponzoñan
nuestro estado de ánimo y los que degradan nuestra calidad de vida. No es
extraño que uno termine por no querer comer, renuncie, quizás por llamar la
atención lamentándose de su suerte en la vida, que no merece estar vivo, cuando
lo contrario es lo importante. Levantar cabeza es lo más delicado quizás, pero también
es lo más efectivo. La razón no tiene alma, solo el alma tiene razón, y esta, contra
todo pronóstico hay que conservarla.
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