DILES COMO NOS SENTIMOS
Sin
la voluntad de que este escrito sea una misiva para los que dejamos atrás, pero
con la confianza de ser comprendidos, comienzo cumpliendo la voluntad de un
compañero que ya no está entre nosotros. Sí, fue él el que me dijo, que las
personas necesitan saber ya no de nuestro dolor, ellos, los vivos todavía, seguirán
viviendo y seguramente morirán siendo meritorios ancianos, pero sí de las incertidumbres
que van minando nuestro espíritu. Es ese espíritu el que precisamente nos hace
fuertes, constantes, apegados a lo que los doctores nos dicen, nos convertimos
en mansos corderitos, porque desconocemos el avance de estas células infectadas
dentro de nuestro cuerpo.
Ay
quién piensa que la enfermedad nos nubla la razón, que perturba nuestro sentido
de la vida y nos lleva a establecer parámetros que son pura fábula. Nada más
lejano que esto, los que hemos sido maldecidos, en el buen sentido de la expresión,
por una enfermedad irreparable, creo que en conjunto somos más lúcidos y
determinados que otros muchos que solo merodean los campos de cultivo de la
vida, no quiero decir que ellos no merezcan vivir, solo que conocen la vida por
encima, sin ver los entresijos que hay dentro de este gran caldero en el que
cuecen voluntades y en el que se definen técnicas de supervivencia.
No
sé si es adecuado seguir hablando de todo esto, pero una promesa es una promesa
y debo esforzarme, aunque me cuesta terminar de contar como somos y cómo nos
sentimos los que andamos dentro de este mundillo lleno de batas blancas y
verdes. Esperamos a diario la visita de los nuestros, son los que en definitiva,
le dan una nota de color a la vida de reclusión casi absoluta de los que
llevamos ahí dentro ese horario de… come porque ha llegado la hora, merienda
porque es lo suyo, caga porque es lo que se espera de ti…
Pero
es curioso, aunque vemos con antipatía a esos controladores, por otra parte los
amamos, son ellos los que nos van a dar la noticia siguiente. “Mira chico estás preparado para la siguiente
prueba, mañana te bajan a quirófano a hacerte un cateterismo, no vas a sentir nada
porque te van a dormir, después de eso te daremos el alta para que desde el
exterior se te haga un seguimiento”. ¿El alta…? Una mierda, lo que me desatáis un
poco el lazo del cuello, para que me haga la ilusión de que soy un pollo libre,
pero en el fondo todo es una parafernalia para que todo el mundo sonría,
comenzando por los familiares que duplican sus sonrisas y así las esperanzas de
vida del tratado, y por qué no decirlo, hasta en algunos casos, todo este
entramado de voluntades ha desencadenado en la curación, eso depende de cada
cual, y del grado de acierto que haya tenido el médico o médicos contigo.
Quién
desde el comienzo me pidió que divulgara a todo el mundo cómo nos sentíamos, me
dijo también algo que deseo apostillar. “Por
mucho que quieras hacer entender a los demás cómo nos sentimos, la mayoría
pasará de largo estas páginas, a la gente no les gusta saber de historias
dramáticas o de desgracias ajenas. En ocasiones ni para que el releer estas
cosas, les sirva de reflexión sobre el mundo en el cual vivimos”. Los enfermos,
y más los que tenemos este tipo de enfermedades, no queremos ser protagonistas
de la historia, queremos ser solo considerados personas que ocuparon
determinado espacio en el mundo. Personas a las que se engañó y se dejaron
engañar, que jamás tuvieron una personalidad acusada, y que estuvieron rodeados
de otros que se beneficiaron de sus debilidades.
Pero
existimos, eso ante todo, más idiotas, más listos, más villanos o más
tolerantes, existimos, eso es innegable. Que nos enorgullezcamos de ello es otra
historia, ante todo lo importante es no hacerse enemigos a nuestro alrededor,
si acaso que solo sean los mencionados y punto. Pero que la puerta a nuestras tiernas compasiones, este
siempre abierta a cualquiera que quisiera reconocer que se ha equivocado con
nosotros, o que en otros casos, quiere una reconciliación porque ve cercana
nuestra muerte.
Los
que sabemos con certeza que vamos a morir, que está escrito el modo que vamos a
abandonar este mundo, tenemos determinada ventaja sobre los demás. Nunca somos
afectados por el factor sorpresa, la sorpresa forma parte de nuestra vestidura,
cuando nos mudamos de unas prendas, ya tenemos otras de la misma categoría
preparadas para mudarnos. Además somos diestros y siniestros, cualquier pie nos
sirve, nos adaptamos a todos los anchos y medidas, ¿no es cojonuda poseer esta
cualidad?
Bueno,
hermanos y amigos, tengo poco que añadir a lo ya apuntado aquí, si en el camino
por la razón que ahora se nos puede hacer incomprensible, nos encontramos, buscadme,
me dejo hallar, no sé dónde, el mundo es muy grande y morimos muchos, del mismo
modo que nacen muchos más. Sea como sea, sabed que he cumplido la voluntad de
un amigo que lo fue y que me dijo al partir hacia el lugar que le corresponde,
que diera fe cumplida de cómo nos sentimos los que entramos en esta hora de
gracia al dejar de respirar esos aires presuntamente sanos.
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