viernes, 15 de enero de 2016

EL SOPLO

                                                                       EL SOPLO

No sé quién es pero si lo que es, una mínima brisa que acaricia todas las noches mi oído, debo definirlo así porque es así como lo percibo, al margen de dormir o no, pensando o no en ella. Me llega este esbozo de compañerismo, es como si me quisiera decir…  “Ojalá no estuviéramos tan lejos, que pudiéramos rozarnos tan solo con la punta de nuestros dedos, pero es imposible que nos encontremos, tuvimos la oportunidad de hablar más, de aclarar malentendidos, de perdonarnos mutuamente… hasta mañana amor”.
Este soplo no deja de ser una tortura para mis oídos, para mi piel, para mis sentidos. Entiendo que es posible que esté siempre ahí, porque todavía existe alguna vía mediante la cual nos podemos comunicar, solo que ella me lleva ventaja en esto. ¿Hacia dónde debería soplar yo? Eso es, hacia el infinito, el lugar que ella domina, su espacio y el rincón de sus sueños. No la conocí suficientemente bien, ese fue el fallo, mi falta, mi pecado.
No vale excusa alguna, nadie puede exigir que fuera ella la que hiciera el esfuerzo, no, el deber era  mío, a mí me correspondía haber dado los pasos necesarios para saber mantener el equilibrio necesario. Algunas madrugadas me río solo en mi cuarto, porque adivino como por casualidad, dependiendo de la fuerza de su soplo, que riñe conmigo y la rectifico, o sencillamente le sigo la corriente diciéndole que la atraparé llego a la altura de su cintura y los dos caemos rodando sobre una pradera verde, quién sabe… es posible que ese sea su hogar ahora, hay muchas praderas en muchos mundos y sobre todo en muchas imaginaciones.
Y espero despierto, salvo alguna que otra noche que el sueño me vence, y aun así cuando despierto creo que ha venido y pasado sobre mí sin tocarme, ni soplar en mi oído para no desvelarme. Debe pensar que si su lugar de descanso es eterno, el mío debe respetarse también.
Esa es mi vida, mantener el aliento mientras estoy despierto, y cuando me acuesto, relajo todo mi cuerpo porque la espero sin ansia, con paciencia hasta que llega ese brevísimo soplo que sin decir nada nos mantiene unidos.


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