domingo, 10 de enero de 2016

SECRETOS INCONFESABLES

                                                        SECRETOS INCONFESABLES

Al principio, es decir cuando era pequeño, oía determinados ruidos en mi casa y curiosamente siempre sucedían de noche. Mi hermana dormía en la habitación de al lado, y casi siempre mi cuñado, un tío que era un medio gigante, quizá por su oficio, camionero, se acostaba antes que mi hermana, bastante antes. A mi otra hermana, mayor que yo cinco años, un día que me dolía mucho la barriga, no sé a razón de que, la oí quejarse, yo pensé que era debido como a mí que lee había sentad o algo mal y me acerqué a la puerta de su habitación. Mi casa era rara, toda ella era estrecha y larga, las cuatro habitaciones estaban a lo largo de un estrecho pasillo, ceca de un extremo la cocina, he de gas no te creas, de esos contadores que tenías que colocar monedas y darle una vuelta a una manivela, aquello de los fogones de carbón se acabó, no recuerdo cuando pero se acabó. Menuda mandanga tener que encender el fuego con palitos, hasta ir aventando las piedras de carbón hasta que se encendieran, para empezar a usar la cocina, el baño estaba en mitad del pasillo y daba a un patio de luces del resto del edificio.
Pues eso, me acerco a la habitación de mi hermana, la verdad que al principio lo sentí como ella, pensé… pobrecilla lo estará pasando fatal, iba a dar la vuelta porque me estaba helando los pies y volver a mi habitación y escucho…  Ah que gusto, no puedo parar ahora, abrí un poco ña puerta de la habitación y mi hermana parecía la niña del exorcista, arqueada toda ella y un brazo que parecía el de un robot mecanizado, arriba y abajo, arriba y abajo. Volví a cerrar a puerta y con un miedo que me invadió todo el cuerpo me metí en la cama tapado hasta los ojos. De mi hermana casada ya estaba acostumbrado a escuchar…  No me muerdas que luego tardo días para que se me vaya la señal, risas, movidas de cama, crujidos que me daban por pensar que estaban de fiesta, o que celebraban algo de lo que no querían hacer partícipes a los demás, que era una fiesta íntima. Con el tiempo, supe que sí que eran íntimas, en cuanto vi la tripa de mi hermana que crecía por momentos, bueno por semanas más bien, supe que habían cosas íntimas, que yo tenía que descubrir por mi mismo.
Tampoco era que me matara la curiosidad, son asuntos que los vas viendo a diario a medida que pasa el tiempo. Tenía muchas cosas que hacer, me exigían buenas notas y no es por decirlo, pero sacaba las notas que quería, soy desde pequeño un memorión de cuidado. Y claro esa cualidad a la larga te ayuda para todo, en cuanto acabé el bachillerato, mi padre me buscó un empleo en una empresa de neumáticos, de administrativo, sé que despertaba las envidias de algunos que eran mayores que yo, y en cambio ocupaban desde hacía años puestos de menor rango.
Yo por mi parte, al margen de todo esto había descubierto mi sexualidad a solas, en compañía de algunas revistas suecas que llegaban de la otra parte de Europa, entonces no había nada parecido al intercambio cultural en estas publicaciones guarras. Luego sí, al poco tiempo comenzaron a circular revistas de todos los países que uno pudiera imaginar. Hasta que un día, mi madre me las encontró debajo de unos pullovers que ya casi no usaba, ¡vaya bronca!   Tú crees que esto está bien, ya verás cómo se entere tu padre… la propia expresión de “ya verás cómo se estere tu padre” me dio a entender que era probable que no le dijera nada, eso me tranquilizó un poco, había un atisbo de esperanza de que mi padre no se enterara.   No sé con qué pensáis los jóvenes hoy día… yo le contesté con mucha humildad, que en lo mismo que pensaban muchas chicas de nuestra edad, pero que no decían nada a nadie, que conocía a algunas, que hasta no tenían necesidad de andar masturbándose, que se buscaban a alguien que les gustara y se lo montaban con ellos.
A mis ya veinticinco años, creo que lo peor de todo son secretos inconfesables que desconocemos y probablemente nunca conoceremos, y es cierto que no vale la pena en saber que secretos oscuros que solo algunos se pueden permitir. La gente de a pie, puede que deseáramos hacer algo de lo estrictamente prohibido, pero ya no hay nada prohibido.

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