SI DE TALENTOS HABLAMOS…
Estos
días atrás he estado paseando por la ciudad donde vivo, no es una gran capital
pero es uno de los cruces del camino de Santiago. Esto hace que innumerables
peregrinos de casi todo el mundo hagan escala en hoteles y albergues hechos con
el fin de alojar a estos viajeros. Andaba con una amiga haciendo algunas
compras, y a lo lejos, se escuchaba una melodía un tanto indefinida al principio
sin poder adivinar a qué correspondía, el instrumento que oíamos, poco a poco
fuimos acercándonos por la otra acera, pasamos por delante de una óptica,
aprovechamos el paso de cebra que había pintado en el suelo, nos encaminamos
con curiosidad hacía la música que interpretaba un músico callejero. No es que
el corrillo que impedía ver a aquel músico fuera muy grande, sin embargo,
sentados en el frio suelo, habían no pocas personas que escuchaban como si
estuvieran sentadas en un teatro, al músico y su saxo.
Pasamos
allí boquiabiertos no menos de diez minutos, mi amiga me llamó la atención y
tiraba de la manga de mi cazadora.
Mira, solo queda escoger el pañuelo para tu abuela, el resto lo tenemos
todo, ¿te parece bien ir a buscarlo tú mientras yo te espero aquí? al fin y al
cabo las mujeres entendéis más de estos asuntos que los hombres, la conoces
bien y sabes que colores le van a gustar.
Mira que eres cabezón… ahora te quedas aquí escuchando al músico
ambulante, mientras yo hago el trabajo.
Busqué
el saliente de una tienda y me senté allí, no pude menos que dejar dentro de un
sombrero puesto sobre el asfalto cinco euros, aquel hombre no improvisaba,
tocaba como un auténtico profesional, cuando terminó con una canción y cambió
se saxo que llevaba en otra funda rígida que estaba tras él, me di cuenta que
en un pequeño montón, se dejaban ver unas cuantas maquetas, seguramente hechas
por él o por algún pequeño estudio que le ayudó a que su música se difundiera.
Le pregunté cuanto costaban los CD, me miró sonriente y dijo… Doce euros señor. Me llevo dos, tengo que hacer un regalo y uno
de ellos va llevar su nombre, el otro va a ir directamente a mi colección. Coja usted el cambio del sombrero si no le
parece mal.
De
pequeño me encantaba la música de un gran saxofonista, Fausto Papetti, mi padre
era un gran fan de este gran músico, y he de decirle que además mis padres eran
unos grandes bailarines. Cierto que
fue un gran maestro con el saxo, ¿sabía usted que tocaba casi toda clase de
instrumentos? Es lógico le dije, cuando
se aprende solfa y se aplica a determinada especialidad, el que lo practica de
corazón con el tiempo, se convierte en un maestro. Cuando llego con no muy
buena cara mi amiga nos despedimos, le
estreché la mano y le deseé que le fuera bien todo.
Con
el tiempo, escuchando música en el salón de mi casa, no tengo televisión solo
un mueble radio Philips que suena de cine, cerré los ojos y me concentré en la
música de Franck Pourcel, el salón está decorado a mi bola, sobre todo tengo
unos cuantos posters de orquestas famosas de diferentes partes del mundo.
Alguna luz se me encendió en la cabeza, que me hizo concentrarme en un poster
de la orquesta de Janio Marti, me levanté de la butaca como impulsado por un
muelle, repasé la cara de los músicos de la orquesta y me concentré en los que
tocaban los metales. Allí estaba él, con el bigote y la perilla morena todavía,
era joven, pero sus rasgos eran los del músico que nos encontramos en mitad de
la calle, en aquella avenida de la ciudad donde vivía. Por un momento pensé, que
era lo que lo había llevado a tocar en la calle y vendiendo maquetas tocando en
cualquier esquina.
Y
es que si de talentos hablamos… el mundo está plagado de gente sin nombre que
nos hacen la vida un poco más feliz.
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