lunes, 11 de enero de 2016

SI DE TALENTOS HABLAMOS

                                                      SI DE TALENTOS HABLAMOS…

Estos días atrás he estado paseando por la ciudad donde vivo, no es una gran capital pero es uno de los cruces del camino de Santiago. Esto hace que innumerables peregrinos de casi todo el mundo hagan escala en hoteles y albergues hechos con el fin de alojar a estos viajeros. Andaba con una amiga haciendo algunas compras, y a lo lejos, se escuchaba una melodía un tanto indefinida al principio sin poder adivinar a qué correspondía, el instrumento que oíamos, poco a poco fuimos acercándonos por la otra acera, pasamos por delante de una óptica, aprovechamos el paso de cebra que había pintado en el suelo, nos encaminamos con curiosidad hacía la música que interpretaba un músico callejero. No es que el corrillo que impedía ver a aquel músico fuera muy grande, sin embargo, sentados en el frio suelo, habían no pocas personas que escuchaban como si estuvieran sentadas en un teatro, al músico y su saxo.
Pasamos allí boquiabiertos no menos de diez minutos, mi amiga me llamó la atención y tiraba de la manga de mi cazadora.   Mira, solo queda escoger el pañuelo para tu abuela, el resto lo tenemos todo, ¿te parece bien ir a buscarlo tú mientras yo te espero aquí? al fin y al cabo las mujeres entendéis más de estos asuntos que los hombres, la conoces bien y sabes que colores le van a gustar.   Mira que eres cabezón… ahora te quedas aquí escuchando al músico ambulante, mientras yo hago el trabajo.
Busqué el saliente de una tienda y me senté allí, no pude menos que dejar dentro de un sombrero puesto sobre el asfalto cinco euros, aquel hombre no improvisaba, tocaba como un auténtico profesional, cuando terminó con una canción y cambió se saxo que llevaba en otra funda rígida que estaba tras él, me di cuenta que en un pequeño montón, se dejaban ver unas cuantas maquetas, seguramente hechas por él o por algún pequeño estudio que le ayudó a que su música se difundiera. Le pregunté cuanto costaban los CD, me miró sonriente y dijo…  Doce euros señor.   Me llevo dos, tengo que hacer un regalo y uno de ellos va llevar su nombre, el otro va a ir directamente a mi colección.   Coja usted el cambio del sombrero si no le parece mal.
De pequeño me encantaba la música de un gran saxofonista, Fausto Papetti, mi padre era un gran fan de este gran músico, y he de decirle que además mis padres eran unos grandes bailarines.    Cierto que fue un gran maestro con el saxo, ¿sabía usted que tocaba casi toda clase de instrumentos?   Es lógico le dije, cuando se aprende solfa y se aplica a determinada especialidad, el que lo practica de corazón con el tiempo, se convierte en un maestro. Cuando llego con no muy buena cara mi  amiga nos despedimos, le estreché la mano y le deseé que le fuera bien todo.
Con el tiempo, escuchando música en el salón de mi casa, no tengo televisión solo un mueble radio Philips que suena de cine, cerré los ojos y me concentré en la música de Franck Pourcel, el salón está decorado a mi bola, sobre todo tengo unos cuantos posters de orquestas famosas de diferentes partes del mundo. Alguna luz se me encendió en la cabeza, que me hizo concentrarme en un poster de la orquesta de Janio Marti, me levanté de la butaca como impulsado por un muelle, repasé la cara de los músicos de la orquesta y me concentré en los que tocaban los metales. Allí estaba él, con el bigote y la perilla morena todavía, era joven, pero sus rasgos eran los del músico que nos encontramos en mitad de la calle, en aquella avenida de la ciudad donde vivía. Por un momento pensé, que era lo que lo había llevado a tocar en la calle y vendiendo maquetas tocando en cualquier esquina.
Y es que si de talentos hablamos… el mundo está plagado de gente sin nombre que nos hacen la vida un poco más feliz.


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